calles vacìas en Guayaquil
Hecho. Así permanece a estas horas la calle Machala, una de las más grandes y transitadas de Guayaquil.Amelia Andrade

Distintos escenarios vive Guayaquil en el primer domingo de circulación vehicular

Algunas calles de registran tráfico, otras lucen semivacías

Luego de que el COE Nacional autorizara la circulación de vehículos los días domingos en los cantones que se encuentran en semáforo amarillo (este 5 de julio le tocó a los que tienen placa impar), Guayaquil registró algunas vías con tráfico y otras prácticamente vacías. Los escenarios fueron distintos. 

Por ejemplo en la calle G y la 25, en el suroeste de la ciudad, diferentes conductores tuvieron que compartir la calle con peatones, triciomotos y hasta pequeños negocios que se instalaron en una parte de la calzada.

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En el lugar, conocido como el 'Mall del piso', se constató además que había aglomeraciones de personas, tal y cono lo ha registrado EXPRESO en diferentes reportajes. Algunas personas no utilizaron mascarillas. La mayoría tampoco respetó la norma del distanciamiento.

En otro punto de la ciudad, en la avenida Quito, en el centro, no se registraron escenas como estas. Allí, al igual que en la calle Machala, hubo poca circulación vehicular. "Ha sido un día de tráfico "normal", algo bastante inusual", precisó Hugo León, taxista que recorría la zona. 

"Al parecer la gente, ya sea por miedo o por pasar en familia, no ha salido hoy, incluso cuando podía. Vamos a ver cómo se desarrolla el resto del día. Pensé que sería diferente, que habría más movimiento", agregó León.

Las escenas se repitieron en calles como la Francisco de Orellana y Las Américas. Algunas personas aprovecharon para hacer actividades físicas.

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Fue el caso de Nicolás Simon, habitante de la ciudadela Álamos Norte, quien salió a recorrer el vecindario en compañía de su hija mayor, de 14 años, y su mascota, un golden de 2 años. A decir de Simon, si bien hoy podía salir a cualquier punto de la ciudad, optó por quedarse en casa, no solo por prevención, sino porque se acostumbró a hacerlo.

Hasta febrero, relata, no había domingo que la familia no se levante apurada para tener que salir a almorzar y dar un paseo en el malecón o un centro comercial. "Al estar encerrados tanto tiempo, aprendí a dar paseos cortos por el barrio y debo reconocer que me ha gustado. Ahora pasamos más tiempo en pijama y no hay apuro de salir a buscar restaurantes que no estén llenos, sino que cocinamos en casa o pedimos comida, a la hora que sea. Ahora, desde hace un par de semana, he salido a trotar también con mis vecinos. Eso me agrada", precisó; al asegurar que del confinamiento, lo que ha rescatado es que hay que vivir sin prisa.