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Decenas de personas cotizan y compran artículos usados en mercados del Suburbio de GuayaquilMiguel Canales Leon

La complicidad marca la existencia del mercado negro en Guayaquil

La compra de artículos robados solo aumenta la demanda Los expertos en materia de seguridad sugieren evitar las transacciones para frenar el delito

“Todos lo sufrimos, pero al final de cuentas todos terminamos aportando al mismo problema”, reflexiona Carlos Pinillo, un ciudadano que reconoce haber comprado teléfonos celulares de segunda mano, sin factura ni caja. “Aunque uno muchas veces se quiere hacer de la vista gorda, sabe que esa clase de mercadería es probablemente robada. Quizás no toda sea así, pero sí la mayoría”, confiesa.

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Guayaquil es la ciudad con mayor índice delincuencial en lo que va del 2022. Solo en los primeros ocho meses del año, según datos de la Policía, se denunciaron 14.719 robos. Esta cifra demuestra un incremento en relación a años anteriores, por ejemplo en el mismo plazo, pero en el 2021 hubo 11.606.

Para el ciudadano Miguel Rivas, la gente está cansada de lo mismo y solo busca soluciones económicas. “No es excusa, pero si te roban varias veces, ya no vas a buscar el equipo original para que te vuelvan a robar; buscas lo más barato porque sabes que puedes volver a ser víctima de la delincuencia. Es obvio”, argumenta el joven de 23 años.

Por ejemplo, María Báez relata que ha sido víctima en varias ocasiones de robos de los artículos de su vehículo. Se le han llevado en repetidas ocasiones los retrovisores, las plumas y hasta los tapacubos. “Las primeras veces compraba un repuesto original o triple A, pero ahora lo que hago es comprar a los revendedores. Capaz hasta compré mis propios retrovisores y no lo sé, ¿pero qué puedo hacer? En Guayaquil estamos abarrotados de delincuentes y no estoy dispuesta a seguir siendo la perjudicada por todos lados”, manifiesta decepcionada.

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En la calle Ayacucho se venden repuestos que evidentemente son usadosMiguel Canales Leon

Junior Soledispa, trabajador de un local de venta de repuestos en el centro de la urbe, muestra su total desacuerdo ante este escenario y cree que estas compras simplemente hacen que el mercado negro crezca más. “Si hay demanda de productos, ellos robarán más. Muchas veces hay personas que hasta piden ciertas piezas específicas. Prácticamente los mandan a robar porque así es como consiguen la mercadería”, dice indignado. Además, considera que esto hace que las ventas bajen para quienes trabajan honradamente. “Prefieren pagar $ 10 por un retrovisor robado a los $ 30 que vale uno triple A. Los originales ni entran en competencia. La gente es cómplice de esa delincuencia”.

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EXPRESO realizó un recorrido por algunos sectores de Guayaquil donde la mercadería robada es un ‘secreto a voces’. Por ejemplo, en el ‘mall del piso’, en la 25 y la C, en el suburbio, este Diario conversó con uno de los comerciantes. “Nosotros compramos teléfonos celulares por ejemplo en $ 5 o $ 10 a los ‘cachineros’. Vienen a esta zona entre las dos y las cuatro de la mañana y los ofertan. Nosotros los vendemos en $ 15 o $ 20. Solo sirven como repuestos en su mayoría”, explica Pedro, uno de los comerciantes, quien prefirió no dar su apellido, por miedo.

Al ser cuestionado sobre si conoce la procedencia de estos objetos, se excusó: “No hay trabajo y debemos buscar la manera de ganarnos la vida. No les consulto a los cachineros de dónde los sacaron, solo queremos trabajar y tener algo de ganancia, pero no somos delincuentes”.

Lamentablemente muchas veces nosotros mismos compramos lo robado y sin querer contribuimos al mercado negro. El bolsillo ya no aguanta más a la delincuencia.

Karina Rodríguez
​ciudadana

Kamila Mancilla, de 32 años, está en la Bahía y busca un teléfono. Ella necesita que sea de segunda mano y económico. “Me han robado ya tres veces solo en el último año. Mi bolsillo ya no aguanta más, debo optar por otras opciones”, enfatiza.

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¿Y si es robado?, se le consulta . “No lo sé, espero que no”, responde con cierta vergüenza.

Para el ciudadano Guillermo Ponce, esta es una tentación en la que espera nunca caer. “Sinceramente nunca lo he hecho, estoy en contra de eso porque siento que me convertiría en cómplice. No culpo a los demás, porque quizá su situación sea crítica y están hartos”, opina el guayaquileño, al exigir controles y operativos diarios para acabar con el problema.

La socióloga Laura Carpio, aunque reconoce el hartazgo colectivo de los afectados, exhorta a que estas transacciones ‘irregulares’ se detengan para cortar el círculo de compra. “Si nadie compra, no hay cliente a quien vender. El mercado se caería, que es lo ideal. Hace falta más vigilancia y más sanciones. En fin, lo que siempre a gritos reclamamos”, alerta.

Mientras tanto, Alexis Moreira, policía del Distrito Portete, exhorta a que se denuncien los casos y sitios donde prolifera o aparece el problema. “Lo correcto es que no se compre y se denuncie para así realizar los operativos. Comprar artículos sin factura es ser cómplice de la delincuencia. En esta lucha debemos unirnos todos”, sentencia.

n Si hay demanda de productos ellos robarán más. Con comprarles a ellos están haciendo que el mercado negro aumente y perjudican a los que sí trabajamos demanera honrada.

Junior Soledispa
​comerciante