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Miguel Alvarado reconoce que a la ciudad le falta mucho para llegar a ser inclusiva.Carlos Klínger / EXPRESO

Así de complejo es andar en Guayaquil para un invidente

Expertos y ciudadanos reclaman por más semáforos sonoros y pisos podotáctiles que advierten al cruzar la calle.  Los obstáculos y angostas aceras, otros males

Miguel Alvarado tiene 59 años y hace 15 comenzó a perder la visión. Ahora, apenas distingue pequeñas sombras y registra un 80 % de discapacidad visual, por lo que encara la ciudad con un bastón y gafas oscuras. Teniendo en cuenta que si para cualquier persona caminar por Guayaquil representa un riesgo, debido a desniveles y obstáculos en las aceras, piezas mal colocadas, o los frecuentes huecos por la ausencia de las tapas de cajas; a Miguel le resulta más complicado.

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Se ha resbalado, se ha golpeado en su abdomen cuando el bastón ha quedado atrapado entre los adoquines mal puestos, y ha soportado que no todos en esta ciudad ayuden en acciones como al cruzar la vía. Esta es la realidad que enfrenta Miguel y decenas de personas con discapacidad visual.

Es por esto que EXPRESO caminó junto a él, en un tramo de la avenida 9 de Octubre, del Centenario hacia el Malecón, para conocer de cerca el panorama con el que lidia, y que aísla la ruta para que la urbe apunte a ser inclusiva.

Ante la ausencia de semáforos sonoros o pisos podotáctiles, en la intersección de Lorenzo de Garaycoa o Rumichaca, con la 9 de Octubre, Miguel se guía únicamente por su oído. Así es como se percata de que los automotores detuvieron su marcha y se lanza a cruzar hacia la acera del bulevar.

“Toda la ciudad no está cubierta con los semáforos sonoros y debería haber por lo menos un pedazo del camino podotáctil para cuando se llegue a la esquina. Entiendo que sobre la Boyacá hay esos semáforos, pero no tengo idea dónde están”, comenta Miguel, mientras camina y mueve de un lado a otro su bastón. Durante su paso, fue común que el bastón se ‘choque’ con algunas cerámicas desprendidas de la acera. Lo mismo, alerta, vive en las otras principales arterias de la ciudad: la Domingo Comín, la Juan Tanca Marengo, las del centro, la Víctor Emilio Estrada. Los obstáculos están en cada rincón del Puerto Principal.

“En ciertas partes hay ganas de que sea inclusiva, pero es complicado y falta mucho. Falta accesibilidad por igual, para todos”, argumenta Miguel, quien anhela un plan integral con los semáforos sonoros y caminos podotáctiles. “Al menos que sea en las arterias más transitadas”, recomienda.

Se debe hacer un análisis profundo de los cambios en beneficio de las personas con discapacidad físicia, visual, adultos mayores, pues parece que se trabaja de manera aislada.

Sandra Esparza, arquitecta y máster en Accesibilidad

Al llegar a la calle Boyacá nota que están los semáforos sonoros, pero estos no están articulados. Ahí solo se escucha el pitido por apenas cuatro segundos y más nada. A correr. “Solo (el sonido) es de prevención y no sigue el sonido continuo para poder cruzar”, se lamentó Miguel, quien pertenece a la Asociación de Ciegos y Amigos de los Ciegos del Guayas, que agrupa a 100 personas.

No tiene coste, sino poner las cosas en su sitio. Alcanzarlo no es difícil, pero si hay voluntad se lo puede hacer; poco a poco hasta tener un resultado óptimo.

Juan José Medina, asesor en temas de accesibilidad

Para hablar sobre este tema, y la eficacia que resulta tener este tipo de semáforos, este Diario conversó con Juan José Medina, un español invidente quien, vía Zoom, explica que estos proporcionan información y orientan a quien camine por las intersecciones. Medina estuvo en el Puerto Principal en 2019 y revela que no detectó ninguno de estos elementos que sí se encuentran en su tierra natal.

FechaEl pasado 15 de octubre se conmemoró el Día Mundial del Bastón Blanco. Este elemento apoya a una persona invidente o baja visión.

“Cuando se pulsa el botón (en las estructuras) se emite una frecuencia que el semáforo lo detecta, y todas las ciudades hoy en día que tengan más de 50.000 habitantes deben tener. Y en las urbes pequeñas deben estar en puntos de tráfico. Junto al paso cebra tiene que existir el suelo podotáctil, por lo tanto es parte del conjunto”, remarca.

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En su paso por las arterias de Guayaquil, Medina rememora que se topó con más de un obstáculo. “Me encontré con aceras de 1 metro, con jardineras de 40 centímetros, pero la sorpresa fue cuando avancé a una farola entre la jardinera y la pared. ¿Qué ocurre si por allí va una persona en silla de ruedas? Está atrapada, sin espacio para girar y, si va un ciego, se da un trompazo, lo bueno es que iba acompañado”, cuenta.

Sobre esta situación, EXPRESO consultó al Municipio y ATM cuántos semáforos de este tipo y suelos podotáctiles existen en la ciudad y si se prevé ejecutar un proyecto que los incluya, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

Para la arquitecta especializada en accesibilidad, Sandra Esparza, en Guayaquil hay mucho por trabajar. Sin embargo, algunas tareas que se están ejecutando no están dando los resultados esperados, lamenta; al hacer énfasis en que, a raíz de ello, los obstáculos los experimentan todos.

“Se hace una rampa, el semáforo está al lado y la persona con discapacidad visual ni tiene el semáforo acústico; podría lastimarse. Debería haber un compromiso más serio con las autoridades y tomar conciencia de la correcta solución”, piensa.

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La experta apunta a que los trabajos que se ejecuten por parte de la autoridad local deben tener los ojos puestos en todos los sectores y en toda la zona. “Es lamentable que las autoridades ofrezcan ciudades amigables y aquellos recursos que se destinan a eliminar barreras, por no estar ejecutados de la mejor manera, estarían provocando más accidentes”.

Mandy Solórzano, otra no vidente de la ciudad, confiesa que le gustaría tener independencia para movilizarse, al menos cerca de su vecindario, pero le resulta imposible. Ella vive en La Ferroviaria, cerca de la avenida Carlos Julio Arosemena, donde halla trabas “en cada metro”. “Subir y bajar me resulta imposible porque hay veredas totalmente irregulares. Hay zonas sin vereda, pisas la tierra y no hay espacio seguro para ti. Hay hasta vallas con las que te chocas y te dejan en el aire sin saber hacia dónde avanzar. Guayaquil te obliga a ser dependiente. Es triste, mas es una realidad”.

“Muchos no salen de casa”

Miguel se denomina un “ciego del siglo XXI”. Lo dice, al asegurar que anteriormente las personas invidentes no salían de casa y él se ha arriesgado de a poco al tener ciertas facilidades en cuestión de movilidad. “Los ciegos no salían de casa, una por miedo o porque las familias no querían arriesgarlos”. Miguel también es artista, pues ha participado en obras de teatro y ha elaborado esculturas y pinturas.