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Edmundo Méndez muestra parte de la colección de camisetas que conserva en su casa.RENE FRAGA

Manicero Méndez: Dos anécdotas que marcaron su carrera deportiva

El origen de su apodo y el amargo recuerdo de las eliminatorias al Mundial de Francia 98 son capítulos especiales del exfutbolista. Hoy es entrenador

Edmundo Méndez tiene dos anécdotas que marcaron su carrera como futbolista. Una de ellas terminó por sentenciar el apodo que ahora lleva con orgullo: Manicero.

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El origen es algo gracioso para él, pero ahora que han pasado varios años. En ese momento pasó un gran susto. “Jugábamos contra Liga de Quito en el Atahualpa y el estadio estaba a reventar. Justo cuando iba a calentar, el estómago empezó a darme vueltas. Fui una y otra vez al baño y no me recuperé. Estaba mal”, inicia el relato sentado en el sillón principal de su casa, al oriente de Quito.

Y, con un rostro preocupado, como viviendo nuevamente ese instante, continúa: “el profesor Carlos Sevilla me preguntó si había comido algo extraño y lo negué. Le dije que solo comí lo que nos dieron en la concentración. Ese rato, el ‘Chifle’ Mosquera me delató y aconsejó que revisen mi maleta. Estaba llena de maní, que es lo que más comía porque me gusta mucho”.

Tras una pausa, como pasando el susto y consciente de que hubo un final feliz, remató sonriendo: “el profesor se enojó, me dijo que si perdíamos me iba a multar solo a mí. Entonces el médico me inyectó algo, me pasó y salí a la cancha. Ganamos 2-1 y marqué un gol. Fui el hombre más feliz ese día. Ya después Mosquera empezó a decirme ‘Maní’, ‘Manicero’ y me quedé con el apodo”.

Ahora, Méndez lo lleva con orgullo, al punto de que él mismo pide que lo borden en sus uniformes. “Pocos me identifican como Edmundo, la mayoría escucha Manicero y me reconoce de inmediato”.

Eso sí, el susto con Sevilla no marcó el final de sus contrabandos. “A partir de ese día siempre me revisaban la maleta, pero escondía el maní en la ropa, tanto en las piernas como en las mangas”.

La segunda anécdota, en cambio, no tuvo un final feliz. Hasta ahora lamenta aquel fatídico partido contra Chile en Quito, por las eliminatorias para Francia 98. “No fuimos al Mundial por ese empate 1-1 en el Atahualpa. Marcelo Salas hizo el gol saltando a mis espaldas. No tomé bien la marca”.

Y sigue. “Para mí fue terrible. Para mi familia mucho más porque la crítica y la prensa me dieron duro. A veces pasan los goles de antes en secciones del recuerdo, lo veo y vuelve a mi mente. Sí es un momento que me marcó, pero igual, doy gracias a Dios que estuve ahí, jugando”.

Ese día, asegura, está dentro de lo que él cambiaría de su pasado. Pero no mucho más. Siente que si hubiera empezado su carrera con la sabiduría que tiene ahora, haría las cosas de diferente manera.

Pero, al mismo tiempo valora todo el camino que recorrió hasta hoy, que es director técnico, graduado con el mejor promedio, y que busca enseñar a los chicos el camino correcto.

Al final, Méndez siente que hay más oportunidades para los jóvenes, que cuando él fue descubierto a los seis años y llevado a El Nacional para probarse en la prejuvenil, debutar como profesional a los 15 y empezar a ganar un sueldo que parecía solo un sueño.

En ese camino hay varios nombres que él recuerda con cariño y gratitud como la familia Yépez (le daban zapatos en su infancia), Fernando Maldonado (descubridor), Perdomo Véliz Jare (formador), Marcelo Vicente Cabezas (entrenador) y Roberto Abruzzesse (le hizo debutar en El Nacional).

Pero, al mismo tiempo también agradece que tuvo como padres a Julio Méndez e Irma Quelal, quienes fueron su principal soporte, pero también muy estrictos hasta que él consiga sus sueños. “Tenía 15 años, ganaba más que mi padre en ese entonces. Ellos me mantuvieron con los pies en la tierra, siempre. Hay mucho que agradecerles”.

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Edmundo Méndez tiene varios artículos donde está grabado su apodo.RENE FRAGA
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Méndez vivió la época del fútbol en la que todavía no se manejaban tantos millones de dólares como para tener un retiro sin necesidad de trabajar. Por ello, tres años después de colgar los zapatos tuvo que volver al ruedo. 

Al inicio lo hizo como chofer en entidades públicas, después se animó a terminar los estudios universitarios y ahora es director técnico titulado, con un diplomado en Perú. Gracias a ello ya ha trabajado en una escuela de fútbol de El Nacional, dirige en el Liceo Campoverde y está listo para volver a los juegos interparroquiales. Él está seguro de que pronto dará un salto más.

ANSIOSO POR VER EL RESURGIR DE EL NACIONAL 

Edmundo Méndez jugó en El Nacional, Deportivo Cuenca, Universidad Católica y Aucas. Pero, con los criollos creó un vínculo muy fuerte. Por eso, le dolió mucho ver su descenso, pero más que eso, la caída institucional que vivió desde que se quitó el aporte económico de los integrantes de las Fuerzas Armadas. “Ese fue el inicio de todo este problema. Ahí se aflojaron los cimientos del equipo. Antes de eso, El Nacional era el equipo que alimentaba a todos los demás y tenía jugadores de exportación”.

Por lo tanto, para él, el primer paso para ese resurgir institucional sería recuperar ese aporte de los uniformados. “Ojalá volvieran los militares para darle esa solidez. Sería bueno para que El Nacional empiece a encaminarse. Los militares manejaron bien al equipo. Quienes ahora están al frente quieren sacar adelante su proyecto, pero no es así nomás. Es durísimo. Hay que poner dinero y sanear todas las cuentas. Igual, si alguien pone ahora, después tendrá que recuperarlo y viene otro problema”.