
Trastornos alimentarios: la presión invisible sobre las mujeres jóvenes
Estándares corporales irreales compartidos en redes sociales conduce a conductas alimentarias restrictivas.
La presión social y cultural sobre el cuerpo femenino sigue siendo un problema de gran magnitud, afectando la salud física y mental de las mujeres jóvenes. Así lo señala María Calado Otero, investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y autora del estudio Mujeres jóvenes y trastornos de conducta alimentaria, donde participó más de 660 mujeres de entre 18 y 30 años que padecían algún trastorno alimentario (TCA).
Calado advierte que el ideal de delgadez impuesto por la sociedad genera una fuerte presión en las mujeres, vinculando su valor personal con su apariencia física. “Esta interiorización de estándares corporales irreales conduce a conductas alimentarias restrictivas, atracones, purgas y ejercicio físico excesivo”, explica. Estas prácticas pueden derivar en trastornos como la anorexia, bulimia y el trastorno por atracón, afectando no solo la salud física con problemas cardiovasculares, desnutrición y desequilibrios hormonales, sino también la salud mental, con altos índices de ansiedad y depresión.
El poder de los medios de comunicación
Los medios de comunicación, la publicidad y las redes sociales han jugado un papel clave en la perpetuación de estos estereotipos. “Nos encontramos con cuerpos irreales en todos los ámbitos: en televisión, en revistas y, sobre todo, en redes sociales, donde las imágenes están retocadas y no reflejan la diversidad corporal”, comenta la investigadora. Esta representación sesgada afecta aún más a mujeres con cuerpos no normativos, exponiéndolas a situaciones de discriminación, incluso en entornos médicos donde muchas veces su salud se mide únicamente en función de su peso.
A pesar del impacto negativo de estos mensajes, la investigadora sostiene que los medios también pueden ser parte de la solución. “Es fundamental que se promuevan campañas de concienciación y educación que fomenten una imagen más realista de la belleza femenina”, afirma. En su estudio, Calado menciona el decálogo del Instituto de las Mujeres de España, que propone medidas como la regulación de la publicidad engañosa, la capacitación de profesionales de la salud y los medios, y la creación de recursos para mujeres afectadas por la cosificación y discriminación corporal.
La educación: un factor clave de cambio
Otro aspecto clave en el cambio de esta narrativa es la educación. Según la autora, es imprescindible dotar a la infancia y juventud de herramientas para identificar y prevenir la discriminación basada en la apariencia. “Los centros educativos deben convertirse en agentes de prevención, promoviendo la autoestima y la diversidad corporal desde edades tempranas”, señala.
El estudio concluye que el problema no solo radica en la autoimagen de las mujeres, sino en un sistema que refuerza constantemente la delgadez como sinónimo de éxito y aceptación. “Necesitamos una transformación estructural en la forma en que concebimos la belleza y la salud”, concluye Calado, destacando que la lucha contra los trastornos alimentarios y la presión estética es una tarea colectiva que involucra a toda la sociedad.
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