
Síndrome del viajero eterno: ¿pasión u obsesión?
Hay una delgada línea entre quienes disfrutan viajar para descubrir nuevos lugares y quienes desean escapar de su presente
Salir de casa y viajar para conocer el mundo puede ser una de las experiencias más enriquecedoras que existen. Para muchos, conocer nuevas culturas, probar la gastronomía local y descubrir nuevos paisajes puede convertirse en una pasión que disfrutan solos o junto a sus seres queridos. Sin embargo, existen casos en los que viajar podría dejar de ser una actividad recreativa al convertirse en una necesidad constante de estar fuera de sus hogares, al tener dificultad de establecerse en un lugar fijo. Este último caso, es identificado como el ‘síndrome del viajero eterno’ y hay quienes podrían experimentarlo sin saberlo.
¿Qué es el Síndrome del viajero eterno?
El psicólogo Juan Felipe Calderón explica que el ‘síndrome del viajero eterno’ hace referencia a las personas que sienten la necesidad incesante de estar siempre fuera de casa (ya sea viajando o haciendo otras actividades) lo cual, llega a generar un deterioro en sus relaciones interpersonales o en el aspecto laboral, estudiantil o económico. “Este comportamiento no es un diagnóstico médico o un trastorno de salud mental pero se lo cataloga así para identificarlo socialmente. Se torna negativo cuando comienzan a tener inestabilidad financiera al prestar dinero para viajar, tienen problemas con las personas que los rodean o están perjudicando sus trabajos o estudios”, menciona.
Otras de las señales de alerta pueden ser inquietud extrema cuando no viajan, tienen desapego a la estabilidad (no se sienten cómodos en sus hogares) y sufren de insatisfacción por lo que hacen. “Puede haber personas que tienen ansiedad al estar quietos en casa porque no desean encontrarse con la realidad de sus vidas y por eso, prefieren estar en otros países donde no los conocen o pueden contar una historia diferente de sí mismos”. Además, Calderón detalla que viajar frecuentemente les genera una ‘explosión’ de emociones como adrenalina y felicidad.
Por eso, para evitar que este comportamiento se vuelva negativo para los amantes de los viajes, el experto dice que es fundamental encontrar un equilibrio para no deteriorar ninguna faceta de sus vidas. “Es clave escuchar a las personas a nuestro alrededor, a veces uno mismo no identifica cuál es su comportamiento hacia cierto aspecto, pero quienes nos aman pueden ayudarnos a identificarlo. Es positivo hacer todo lo que lo haga feliz o le genera calma, pero siempre sin afectar su estabilidad”, concluye.
A continuación, tres amantes de los viajes cuentan cómo sí han logrado tener un equilibrio entre viajar y disfrutar de su hogar.
“Cualquier excusa es buena para viajar”
Caroline Contreras (30), nacida en Guayaquil y residente en Las Vegas, descubrió su amor por los viajes desde pequeña cuando su familia acogía a estudiantes de intercambio de Europa y Estados Unidos. Actualmente, ha visitado 22 países (entre ellos Islandia, Malta, Austria, Japón y Alemania), pero Ecuador sigue ocupando un lugar especial en su corazón, especialmente por la riqueza natural de sus cuatro regiones y la incomparable belleza de las Islas Galápagos. Al visitar un país nuevo, le fascina disfrutar la gastronomía típica y caminar por las calles de los destinos que visita.
Aunque en casa prefiere la tranquilidad y al viajar extraña a su perrita Maze, Caroline siempre está buscando nuevas oportunidades para recorrer el mundo porque su meta es conocer todos los continentes (le falta África y Oceanía). Por eso, para lograr un equilibrio, este año ha decidido asentarse más en la ciudad que reside junto a su esposo y centrarse en crear guías de viaje e itinerarios basados en sus experiencias.
Para Caroline, viajar es más que una aventura; es una manera de expandir la mente y descubrir nuevas versiones de sí misma. Por eso, recomienda que todos viajen solos por lo menos una vez en su vida. “Viajar solo es algo increíble, te hace sentir poderosa al descubrir que puedes lograrlo sin alguien más y te ayuda a conocerte mejor. Te hace sentir capaz, te abre la mente y te conecta con una versión tuya diferente”. Sin duda, lo que más disfruta es la sensación de estar viviendo el sueño que siempre tuvo: explorar el mundo sin límites.
“Me gustaría poder vivir en un avión”
Jaz Harb Andrade (34), es una guayaquileña que ha logrado combinar su trabajo y su pasión por conocer nuevos lugares del mundo. A los 13 años, nació su amor por descubrir nuevas culturas al viajar sola a España para visitar a su tía. Su trabajo (como creadora de contenido de viajes) le ha permitido viajar constantemente, llegando incluso a disfrutar de hospedajes a través de canjes. Hasta la fecha, ha recorrido el Ecuador tres veces y ha visitado 90 países (entre ellos Brasil, Irlanda, Escocia, Malta, Inglaterra y Francia). Solo el año pasado, exploró lugares como Puerto Rico, Panamá, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador.
Aunque anteriormente ha viajado mayormente en compañía, sus últimos viajes los ha hecho sola. “Hace poco fui a Hawai y esa experiencia me ayudó a confiar más en mí y a darme cuenta que puedo hacer todo sola”. Eso sí, a pesar de su amor por la aventura, Jaz se considera una persona hogareña al disfrutar pasar momentos con sus amigos, su familia y sus perritos, a quienes extraña cada vez que está lejos. Inició el 2025 yendo a Noruega donde vio las auroras boreales y entre sus próximos planes está ir a Alaska. Sin duda, para ella, viajar es la mejor manera de enriquecerse como persona, valorar la vida y descubrir sus fortalezas propias.
“Soy un viajero empedernido”
Daniel Valor (30), nació en Caracas (Venezuela), pero reside en Guayaquil desde hace una década. Desde niño, esperaba con emoción los paseos familiares dentro de su país, lo que le inculcó el hábito de explorar nuevos lugares. Hoy, ha convertido esa pasión en su profesión como guía turístico y dueño de su propia agencia de viajes. Viaja alrededor de Ecuador casi todos los fines de semana y realiza múltiples viajes internacionales al año. Hasta ahora, ha visitado diez países (incluyendo Venezuela, Colombia, Perú, México, España y Aruba) y le gustaría conocer Islandia.
A diferencia de muchos viajeros, Daniel no siente apego por los objetos materiales ni por la comodidad de su hogar cuando está en ruta. Disfruta de la vida en casa, pero no siente ansiedad por quedarse en un lugar fijo ya que encuentra placer al explorar nuevas experiencias. Aunque en sus primeros viajes llevaba consigo una manta que solía darle tranquilidad, ahora ya no la lleva porque ha aprendido a adaptarse a cualquier destino.
En el país, siente una atracción especial por escalar los volcanes (como el Cotopaxi, Chimborazo y Quilotoa) y disfrutar la serenidad de las playas (como la Isla Salango). Por eso, anima a otros a descubrir la riqueza natural del país y siente una admiración especial por Galápagos, cuya biodiversidad lo convierte en uno de sus destinos favoritos. “Tenemos que empezar por conocer Ecuador. Al viajar expandimos nuestro conocimiento y nos convertimos en ciudadanos del mundo”.