
¿El pavo da sueño? Esta es la verdadera razón por la que el cuerpo pide dormir
No es el pavo: la somnolencia tras las comidas de Navidad y Año Nuevo tiene más que ver con la combinación del menú
Las cenas navideñas suelen ser generosas, largas y celebradas sin prisas: mesas llenas, platos variados, brindis repetidos y postres que llegan cuando ya nadie tiene hambre. En ese ambiente de abundancia y convivencia, no es raro que, poco después de levantarse de la mesa, aparezca una sensación de pesadez y sueño que muchos atribuyen a un alimento concreto, cuando en realidad es el propio festín -y no un solo ingrediente- el que pasa factura al cuerpo
Para muchas familias, el pavo es el plato estrella de Navidad y Fin de Año. Y casi siempre ocurre lo mismo: después del banquete, alguien empieza a cabecear y la culpa recae, sin dudarlo, sobre esta carne tradicional. El mito señala al triptófano, un aminoácido asociado al sueño. Pero la ciencia cuenta otra historia.
El triptófano no convierte al pavo en sedante
El pavo no induce más sueño que el pollo, el cerdo o la carne de res. De hecho, contiene cantidades similares de triptófano que otras proteínas animales, según el American Council on Science and Health.
Datos de FoodData Central del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) indican que una porción de 170 gramos de pechuga de pavo asada aporta unos 488 miligramos de triptófano, prácticamente lo mismo que el pollo y bastante menos que algunos quesos o alimentos a base de soya.
Un análisis de GoodRx añade que una porción estándar de 85 gramos aporta alrededor de 244 miligramos, muy lejos de las dosis en gramos usadas en estudios clínicos sobre el sueño.
Además, la propia química del cuerpo desmonta el mito: las comidas ricas en proteínas liberan muchos aminoácidos grandes en la sangre que compiten entre sí para llegar al cerebro. El triptófano es solo uno más y no tiene ventaja suficiente como para aumentar de forma significativa la serotonina o la melatonina, hormonas clave del descanso.
El verdadero culpable está en el tamaño del festín
La somnolencia postprandial -el sueño después de comer- suele aparecer entre una y dos horas tras la comida y es más intensa cuando el menú es abundante y calórico, según la Cleveland Clinic.
Porciones generosas de relleno, papas, salsas y postres exigen más energía para la digestión. El cuerpo responde redirigiendo el flujo sanguíneo hacia el intestino, lo que reduce momentáneamente la activación cerebral y favorece la sensación de cansancio.
La Sleep Foundation también advierte que las comidas ricas en carbohidratos y grasas, así como los picos rápidos de azúcar en sangre, intensifican esta respuesta.
Comidas navideñas que más elevan la insulina
- Relleno hecho de pan o arroz
- Papas en puré o gratinadas
- Pan dulce, panettone y roscas
- Pasteles, tortas y galletas navideñas
- Bebidas azucaradas y ponches
- Salsas espesas a base de harina o azúcar
Estos alimentos elevan la insulina, alteran el equilibrio de aminoácidos en la sangre y facilitan el paso del triptófano al cerebro, lo que contribuye -ahora sí- a la sensación de somnolencia.
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