Diana Salazar
En momentos de dificultad, dice que la salva confiar en su voz interior e intuición como consecuencia de estar en comunión con Dios.cortesía

Diana Salazar Méndez: “Las barreras en la vida no existen”

La Fiscal General del Estado tiene en su madre un gran ejemplo de vida; adora a su hija y Dios es la luz en su camino

Ella es una mujer de carácter e ideas firmes, que con trabajo y tesón consigue lo que se propone. Lo aprendió de Olivia, su madre, quien le enseñó que las barreras en la vida no existen. Además, siempre tiene la palabra precisa, fuerte, pero también llena de esa paz que caracteriza a los seres de fe genuina e inquebrantable y que supera cualquier adversidad, aun cuando todo se derrumbe.

Así se expresa Diana Salazar de su madre, a quien le agradece por enseñarle que aunque el esfuerzo y el sacrificio, a veces no son reconocidos, la vida es justa, y en algún momento, inesperadamente, las recompensas siempre llegan.

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La fiscal de la nación recuerda que en su casa estudiar no era una opción sino una obligación, sin excusas válidas. “Mis hermanos y yo teníamos muy claro que debíamos prepararnos para servir a la sociedad de forma honesta, íntegra y colaborar en construir un mundo mejor”.

El tiempo de instrucción y conocimientos siempre fue aprovechado de la mejor manera, Olivia jamás perdió tiempo dándole importancia a eventos de racismo o discriminación. Su mensaje para Diana fue claro y directo: “Eres inteligente, una persona imperfecta como todas, pero capaz de lograr lo que te propongas y quiero verte llegar lejos, muy lejos”.

Quizás por eso es una mujer de pasos firmes, cuya presencia se siente cuando llega a un lugar.

Estudiar Psicología, la profesión de su madre, estuvo entre sus opciones, pero ella se lo prohibió rotundamente porque le dijo que esa profesión (aunque la hace feliz) no paga bien. Entonces puso en marcha el plan B y decide seguir Derecho con miras a pertenecer al Cuerpo Diplomático. “Ese era mi sueño. Sin embargo, una vez que entré a la Fiscalía nunca tuve intención de dejar la carrera. Me enfoqué y me empoderé de mis funciones”.

Le hago saber que no alcanzo a imaginar cómo puede sentirse ante tantas expectativas que mucha gente tiene sobre ella. Responde que es sencillo, pues tiene la certeza que desean no se deje contaminar por la corrupción, el odio o la venganza. Que ayude a limpiar tanta podredumbre y contribuya a devolver la confianza en la justicia ecuatoriana.

Cree en Dios y en su mensaje de amor universal. Y justo ese amor es el que procura impregnar en sus acciones profesionales a las que califica de objetivas, con investigaciones prolijas, sin apasionamientos ni venganzas personales.

Tecnología con límites

Diana Salazar
Le preocupa su equipo de trabajo, le interesa que esté bien.cortesía

Tiene una voz firme, que se endulza cuando habla de Ana Paula, su hija y de quien dice toca el violín muy bonito. Explica que su rol de madre la obliga a educarla amorosamente en libertad y apoyarla en su preparación. Desea que ella, a través de la profesión que elija, deje una huella positiva en el mundo.

“Es una niña muy amada, pero parte de ese amor es poner límites. La tecnología en casa es con horarios y restricciones. Además, trato de diversificar sus actividades con el fin de que vea un mundo de posibilidades: desde museos, exposiciones, leer diariamente hasta actividades en el observatorio astronómico”.

Expresa la doctora en Derecho que sus grandes motivaciones de vida y mayores riquezas son su hija, su familia, el país.

Revela que siente pena por lo que puede generar aquella gente tan pobre, pero tan pobre, que solo tiene dinero, cuando en las audiencias por su trabajo, intenta lastimarla haciendo alusión a su origen, que no estudió en los mejores colegios ni proviene de una familia de la crema y nata de Quito, que la justicia tiene ‘mano negra’ y cosas por el estilo. “A esas personas les envío este mensaje: Ser negra no es ningún problema, no me ofende, me sentiría ofendida si me dijeran: ladrona, prófuga o corrupta, eso es insulto”.

A ella le preocupa su equipo de trabajo, le interesa que esté bien. Se puede percibir que sabe que detrás de cada persona hay una historia a la que mira también como fiscal, nunca deja de serlo, está pendiente de los detalles.

Las ‘curvas’ de su vida

La vida para Diana, y así lo compara, es como transitar por una carretera de lecciones y curvas. “Unas que llevan a puerto seguro, otras a desaciertos, sin saber lo que nos espera al tomarlas, son una caja de sorpresas. No lo digo como queja, estoy absolutamente agradecida con las curvas que he encontrado en mi vida, por los retos que se me han presentado. Agradezco haber tomado este camino o tal vez por haber aceptado mi destino”.

Mujer de fe

En momentos de dificultad, dice que la salva confiar en su voz interior e intuición como consecuencia de estar en comunión con Dios. “Siempre aparecen señales, siempre la luz está en mi camino. Es Dios mi camino”.

Personal

  • Cargo: Fiscal General del Estado
  • Edad: 38 años 
  • Estudios: Doctora en Jurisprudencia, Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Central del Ecuador, 2006