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Análisis. Varios estudios e iniciativas centradas en el mundo del arte constatan cómo este es capaz de sanar.Pexels

El arte también salva vidas

Nuevos estudios constatan lo que muchos artistas siempre han sabido. Los museos, el cine o la literatura resultaron un gran apoyo durante la pandemia

El último número navideño de The BMJ recogía un estudio que indicaba que el período durante el cual la canción del rapero estadounidense Logic ‘1-800-273-8255’ tuvo mayor difusión se asocia con un notable aumento de las llamadas a Lifeline, la línea nacional estadounidense de prevención del suicidio, cuyo número da título al tema.

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Más importante aún, los investigadores constataron una reducción de los actos suicidas durante ese mismo período. En concreto, estimaron que se habían producido 245 menos a los esperados. “Esto es muy singular en dos aspectos. Primero porque es una canción, muy diferente de los mensajes de prevención tradicionales; y segundo, no se centra en las muertes por suicidio ni en las lesiones casi mortales. Es una historia de esperanza y resiliencia”, subrayaba en un vídeo adjunto a la publicación su investigador principal, Thomas Niederkrotenthaler, profesor de la Universidad Médica de Viena.

“Los resultados también sugieren que es de crucial importancia colaborar con otros sectores, como la industria del entretenimiento y las artes creativas, para desarrollar narrativas poderosas que resuenen en audiencias diversas”, zanjaba. Analizar que el hip-hop puede salvar vidas es uno de los ejemplos del creciente interés por los beneficios de las artes en la salud y de la propia ciencia por estudiarlos.

Según manifestaba Christopher Bailey, director de la Iniciativa Arte y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante el Simposio de Artes Sanadoras celebrado el pasado noviembre en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, “con un creciente conjunto de pruebas de que la incorporación de las artes a los sistemas sanitarios y lugares de curación puede mejorar los resultados en salud, reducir los costes y apoyar la recuperación de enfermedades y lesiones, es el momento de una ‘revolución de las artes sanadoras’ que mejore el bienestar de millones de personas en todo el mundo”.

El evento en el que hablaba Bailey formaba parte de la Iniciativa de Artes Sanadoras (Healing Arts Initiative), “un llamamiento a la acción para abordar los retos mundiales de la salud a través de las artes” organizado por la plataforma Culturunners -dedicada a promover la construcción de la paz y el desarrollo sostenible a través del arte-, en colaboración con la OMS. Fue, de hecho, la Oficina Regional de esta agencia para Europa la que marcó un hito relevante con la publicación en 2019 del mayor informe hasta la fecha sobre las pruebas subyacentes a este papel de las artes. El análisis de los resultados de más de 3.500 estudios científicos mostró que “pueden tener un impacto potencial en la salud mental y física” de diferentes formas.

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Entre otras, afectar a los determinantes sociales de la salud, favoreciendo el acceso al sistema sanitario de grupos marginados, contribuyendo al desarrollo infantil, disminuyendo el deterioro cognitivo y la fragilidad en edades avanzadas, fomentando comportamientos saludables, reduciendo el estrés, apoyando la prestación de cuidados, ayudando a las personas con trastornos neurológicos y del neurodesarrollo, así como contribuyendo en la atención al final de la vida.

Algunos proyectos destacados por el documento son el Sistema Venezuela, creado por el director de orquesta José Antonio Abreu para fomentar la educación musical y lograr el cambio social y la justicia para los niños pobres del país americano; el Observatorio de las Artes y la Educación Cultural finlandés, que persigue fortalecer las habilidades creativas infantiles, la competencia cultural y el bienestar individual y social; o el británico Arts On Prescription (Arte Por Prescripción), utilizado desde hace dos décadas en el marco de programas más amplios de prescripción social por parte de los médicos de atención primaria.

También está Doctor Clown, ONG rusa de payasos dirigida a mejorar el bienestar de los niños en orfanatos y hospitales de la Federación Rusa y que desarrolla en la actualidad parte de su labor atendiendo a niños afectados por la guerra en Ucrania; Breathe Magic, para ayudar mediante la magia a niños con hemiplejia en Reino Unido; o los numerosos grupos distribuidos por el mundo de la red Dance for PD (Danza Para La Enfermedad de Parkinson), que ofrecen clases de baile especializadas para personas con párkinson y sus cuidadores.

La postura de la OMS. Entre sus recomendaciones, la institución sanitaria pide implementar intervenciones artísticas con suficiente base científica, como que los pacientes escuchen música antes de la cirugía, el uso de técnicas artísticas en personas con demencia y el desarrollo de programas artísticos comunitarios para mejorar la salud mental. También solicita potenciar las derivaciones entre los sectores sanitario y artístico, cofinanciar programas de salud y que las artes sean parte de la formación de los profesionales sanitarios.

Evidencias no tan recientes

Francisco Javier Saavedra, profesor del departamento de psicología experimental de la Universidad de Sevilla, dice que “desde finales del siglo XIX y principios del XX hay literatura que respalda el uso de las artes en el ámbito de la salud, pero solo desde hace 20 o 30 años se desarrollan estudios experimentales aleatorizados con grupos control”, incluso usando marcadores biológicos para cuantificar sus beneficios. Como ejemplos, este investigador refiere una publicación en Frontiers in Psychology que demostró cómo el canto afecta a los niveles sanguíneos del cortisol, hormona relacionada con el estrés, y otro que evidenció en Plos ONE que la participación en un grupo de percusión de personas con trastornos mentales mejoraba sus variables psicológicas y modificaba su perfil inmunitario.