ALEXANDER HIRTZ ORQUIDEAS
Alexenander Hirtz, botánico ecuatoriano muestra su orquidiario en su casaHENRY LAPO

Alexander Hirtz, un geólogo enamorado de las orquídeas

El experto ecuatoriano alemán habla sobre su relación con la flora nacional, las normas que la rigen y las 72 especies que llevan su nombre.

Ingresar a la casa de Alexander Hirtz es como perderse en el bosque. Un sobrio portón da paso a un interminable jardín repleto de árboles, arbustos y flores de todo tamaño. No parecería posible mantener un espacio así en medio de la ajetreada ciudad, pero en casa del orquideólogo ecuatoriano alemán todo es posible.

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Heredé la casa de mis padres y aquí están todos sus recuerdos, sus colecciones y los frutos de muchos años de trabajo”, recuerda nostálgico.

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Y es que para Hirtz, el amor por la botánica es sinónimo de la infancia.

Mi abuela era doctora en Botánica y Zoología. Como mi mamá trabajaba, ella me crio. En ese entonces vivíamos en la 10 de Agosto y Pérez Guerrero, y desde ahí hasta las faldas del Pichincha había solo campo. Todos los días íbamos a caminar, y ella recogía muestras de plantas e insectos que luego mandaba a los museos. A veces, también venían grupos de estudiantes y salíamos de excursión. Como yo era pequeñito, me mandaba a recolectar las especies más difíciles de alcanzar”, recuerda.

Sin embargo, con el paso de los años, se interesó en los minerales, y eventualmente partió a Estados Unidos a estudiar Geología y Paleontología. Al retornar al país, se dio de bruces contra la realidad: no había minería a gran escala. Por ello, regresó a las plantas de la mano de su abuela, que por ese momento se dedicaba a la exportación de bromelias. Al menos hasta 1976, año en que se aprobó la Ley Forestal.

“La ley era y es muy estricta. No permite recolectar nada de manera silvestre, y prohíbe la multiplicación que no sea hecha en laboratorio. Los trámites son muy complejos”, dice.

Después se dedicó profesionalmente a la publicidad, la fotografía, y tras el cambio de normativa, a la minería, pero nunca dejó de lado su pasión por la botánica. A lo largo de los años contribuyó con la fundación del Museo de Ciencias Naturales del Ecuador (hoy cerrado) y del Jardín Botánico de Quito, con quien mantiene una relación cercana y al que ha donado gran parte de su colección de orquídeas.

Con nombre propio

“Durante la pandemia, cuando la gente estaba encerrada en la casa, se vendieron muchas orquídeas, pero es una flor que ha pasado de moda. Los jóvenes prefieren las bromelias u otras plantas más fáciles de cuidar, pero la orquídea es especial. Es la familia más grande de la flora; está en todo el mundo. Representa el 10 % del total mundial”, asegura.

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A lo largo de su vida, ha participado en más de 2.000 expediciones de búsqueda en todo el país y ha sido codescubridor de 1.200 especies de orquídea, de las cuales 72 llevan su nombre.

De ellas tiene cuadros detallados y fotografías que ha realizado. En su terraza, convertida en vivero, guarda algunos ejemplares, entre ellos la ‘Dracula hirtzii’, una impresionante flor de hojas anchas en tono morado.

“Me llena de orgullo haber participado y que haya especies que lleven mi nombre, pero tampoco es algo que me obsesiona. No me empecino en que yo descubrí una especie u otra, o que estuve en el grupo. Además, los orquideólogos todos se pelean”, comenta risueño.

El vivero también guarda orquídeas que ha ido adquiriendo en encuentros internacionales y congresos. Desde Asia hasta África, de raíces expuesta y miniaturas cuyas flores hay que ver bajo el lente de un microscopio, todas tienen un sitio en su casa.

ALEXANDER HIRTZ ORQUIDEAS
Este es uno de los ejemplares de orquídeas que tiene Alexander en su hogarHENRY LAPO

Un plan a futuro

“Yo vivo de la geología, pero mis pasiones son las orquídeas y la arqueología”, asegura Hirtz.

En casa también guarda otro gran amor: la colección de piezas precolombinas de su padre. Estas yacen, catalogadas en todas las habitaciones de la vivienda, separadas por épocas y etnias.

“Mi sueño es hacer un museo para exhibirlas en la Mitad del Mundo, justo donde realmente está la línea ecuatorial. Me he reunido con las autoridades a lo largo de los años, pero no se ha podido concretar el proyecto. Aun así, no pierdo las esperanzas”, señala. 

Cara a cara

¿Aún sale de expedición en búsqueda de nuevas orquídeas?

Sí, cuando puedo. Pero no voy sin rumbo, hay que saber o intuir dónde están.

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¿Cómo sabe que las que encuentra no han sido descubiertas?

Las reconozco. Tengo muy buena memoria para los árboles, las plantas y las flores. Me pasa lo contrario con la gente, me olvido rápido de las caras, pero nunca de una orquídea.

Aboga por la conservación de las especies. ¿No se choca esto con su trabajo en la minería?

No. Se ha satanizado a la minería, y la necesitamos para todo. Hoy en día tenemos tecnología que no usa mercurio y que no es contaminante.

¿Y por qué choca con la Ley Forestal?

Porque ha vuelto todo muy complicado. Además, el coleccionismo no es lo que pone en riesgo a la orquídea, el problema es la deforestación.

Además del museo para guardar la colección familiar, ¿Qué otro proyecto le gustaría desarrollar?

Me encantaría desarrollar un proyecto de policultivo agrícola, como en la é poca precolombina. Es natural y evita las grandes cargas sobre el suelo agrícola. 

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