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Pobladores ayudan a rescatar los cuerpos sumergidos bajo el lodo.Cortesía

Colapso de mina en Esmeraldas: testimonios de los perjudicados

Cuatro mujeres y un adolescente murieron en el derrumbe de la mina de Los Ajos. El menor de edad acompañaba a su abuela a buscar oro.

Luz no solo tenía su pierna derecha lastimada, sino también su corazón porque su nieto murió frente a ella. El chico, de 13 años, fue aplastado junto a otras cuatro personas en una mina de Los Ajos, San Lorenzo, Esmeraldas.

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Ayer, sus restos reposaban en un féretro blanco dentro de una casa de madera que está a un lado de la carretera que conduce a esa mina. Cada mañana, el muchacho y Luz salían a buscarse la vida, pero el 18 de noviembre hallaron la muerte.

“Cuando llegamos nos pusimos a ‘playar’, es decir, a buscar oro”, contó la mujer sentada en una silla de plástico con su pierna extendida y vendada. Lo que Luz hacía era poner un montón de tierra en una batea de madera, luego iba a la pequeña ‘playa’ que se forma junto a la mina y lavaba el lodo hasta hallar el polvo precioso.

Atrás estaba su inseparable compañero, que soñaba con ser un futbolista, pero que no podía estudiar porque no tenía Internet. Los trabajos se extendieron hasta después del mediodía del miércoles.

“Los dueños de la mina empezaron a gritarnos que se estaba derrumbando. Pero nosotros no hicimos caso”, recordó.

Pese a las advertencias, los mineros seguían excavando y sacando material en aquella hondonada de aproximadamente 70 metros de profundidad. Las paredes temblaron y en ese momento una mujer sujetó al joven de su camiseta, pero él vio que su abuela estaba en peligro.

“¡No me voy sin mi mamá!”, gritó y se soltó. Esa imagen se plasmó en la memoria de Luz, quien ya no lo vio cuando todo se vino abajo.

Perdió su pierna

La noticia de la desgracia llegó a Segundo, padre de la víctima, quien se quedó en casa aquel día. “Un señor vino y gritó que ocurrió el derrumbe. Dijo que mi hijo estaba entre los atrapados”.

A Segundo no le importó correr poco más de una hora sin parar hasta esa mina. Cuando llegó se dio cuenta de que se recuperaron los cadáveres de tres mujeres y que su madre Luz estaba herida.

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Sin embargo, le dijeron que su hijo y otra trabajadora no aparecían. El hombre y los demás obreros recorrían sobre el cúmulo de tierra.

A la búsqueda se sumó el conductor de la retroexcavadora que removía el lodo para hallar los restos. En ese esfuerzo lograron dar con el adolescente, pero lamentablemente perdió su pierna derecha porque la pala la cercenó.

“Tendremos que enterrarlo así, incompleto”, lloraba Segundo, al pie del féretro blanco que sería depositado en el cementerio de Urbina, parroquia donde todavía se llora la desgracia.