Tradiciones- extranjeros- Quito
Costumbres. Isley Villamizar preparó hallacas para su familia. Extrañará compartirlas con gente de su barrio en Barinas.Roberto Rueda / EXPRESO

Un toque entre lo local y lo foráneo para estas épocas

Los venezolanos son la comunidad más grande en la capital. Los migrantes adaptan sus costumbres con las locales. Organismos trabajan en la integración

Para Isley Villamizar (53 años) esta será su primera Navidad lejos de su natal Barinas, en Venezuela. Llegó a Quito hace tres meses para acompañar a una de sus hijas que reside en el país desde 2016 y una de las cosas que le preocupaba era no encontrar todos los ingredientes para preparar las hallacas, un plato “irreemplazable” de su tierra en estas épocas.

Según datos de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) de los 482.897 venezolanos que residen en Ecuador, un 33 % se encuentra en Pichincha (159 mil). Ahora son la comunidad de extranjeros más grande que hay en la provincia y muchos optaron por vivir en la capital.

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El pasado fin de semana, Isley completó todos los ingredientes y se puso a hacer la tradicional preparación. Lo hizo junto a su hija y yerno. Pidió que le pongan gaitas, canciones que se escuchan en lugar de los villancicos.

A los que viven más tiempo en el país les ha tocado ir adaptando y combinando sus tradiciones con las locales. Melani Aular llegó hace cuatro años de Caracas a Quito y aunque al inicio tenía el convencimiento de que las fechas navideñas las mantendría tal cual como en su tierra, reconoce que poco a poco ha ido cediendo en algunas costumbres por necesidad o por gusto.

“Allá la hallaca es con pernil de cerdo obligatoriamente, pero ya en Quito la hemos combinado con pavo o pollo y queda muy bien. En casa también escuchamos villancicos por mi hijo que nació en Ecuador y los oye en la guardería. Lo que no superamos aún es no poder reunirnos con toda la familia. Las circunstancias lo impiden”, dijo Melani a EXPRESO.

La segunda comunidad más numerosa en el país y por ende en la capital es la de los colombianos. Naciones Unidas estima que a escala nacional suman sobre los 60.000. Acnur trabaja en varios programas para que las personas en situación de movilidad humana puedan conectarse con las del país de acogida.

Una de esas estrategias se ha enfocado en la organización de ferias de emprendedores que, además de comercializar productos, buscan generar un ambiente de convivencia pacífica entre los migrantes y los locales y el respeto a las tradiciones del país de acogida.

En algunos casos ya se ven resultados. Iliana Aranda llegó de Cuba hace siete años. En la isla no se acostumbra a celebrar ni las fiestas de Navidad o el fin de año. Para ella era extraño ver las luces y adornos en las viviendas, los pases del Niño Jesús o la novena que se celebra en algunos hogares.

“Poco a poco me fueron gustando los actos y algunas tradiciones, tal vez por el contacto más fluido que empecé a tener con la gente de aquí y confieso que hace dos años empecé a poner un arbolito de Navidad y esperando la cena con mis hermano y mi mamá con quienes vivo en Quito”, dijo.

Giovanni Bassu, representante de Acnur en Ecuador, le dijo a este Diario que pese a las dificultades y algunos brotes de rechazo que pueden surgir de forma puntual, Ecuador y Quito se han convertido en puntos referentes en lo relativo a la acogida de personas en movilidad humana, lo que facilita la integración en temas de tradiciones y costumbres.

“Las personas de otros países llegan con costumbres diferentes, conocimientos y habilidades diferentes y en realidad eso enriquece tanto a las sociedades de acogida como a los que llegan, lo que aumenta la diversidad y eso debe ser aprovechado. Lo importante es que haya una mente abierta a esos nuevos conocimientos”, señaló Bassu.

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Eso es lo que precisamente dice que tuvo el paquistaní Raja Naeem que vive en Quito hace más de dos décadas y actualmente regenta un popular restaurante de comida hindú que está ubicado en el sector de La Mariscal.

En su país, con una población mayoritariamente musulmana, la fecha ha ido ganando adeptos lentamente. Él recuerda que el plato típico era el cordero, pero con su familia en Quito han introducido el pavo o el pollo para la celebración.

“La diferencia está en la preparación. Nuestra comida es más condimentada. Dejamos la carne macerada por más tiempo. En general nos gusta la forma de celebrar aquí estas fechas, porque nos permite estar más unidos con la familia. También, nos gustan las decoraciones, pero este año no las pusimos en el restaurante por la pandemia”, señaló Raja.

A otros les cuesta un poco más. “José” (como pide que lo llamemos) es dominicano y en breve diálogo con este Diario reconoce que pese a vivir cinco años en la ciudad, estas fechas no le resultan agradables porque extraña el ambiente de jolgorio que predomina en su país al celebrar la Navidad y el fin de año. No planificaba nada especial para la fecha.