Mayra Salazar recorrió el auditorio de la Corte Nacional de Justicia rodeada de policías, todos más altos que ella. Un centenar de asistentes la miraron fijamente. La joven presa caminaba de prisa, con el rostro cansado, las mejillas hundidas y unos grandes ojos agotados de insomnio y lágrimas. 

La noche anterior a su testimonio anticipado había dormido poco. Una alerta de bomba, el quinto intento de atentado en su contra, dijo, había sido la causa. A eso se suma que el operativo para trasladarla ante el juez del caso Metástasis había comenzado en la madrugada. 

Antes de comenzar a narrar una trama de corrupción enquistada en el corazón de la justicia, en el mundo del narcotráfico, en las más altas esferas políticas, en los personajes de la farándula, en la contratación pública, en notarías, en registros de la propiedad, en el Ministerio de Agricultura y un largo etcétera, la Policía dejó claro que su seguridad era una prioridad. 

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El auditorio de la Corte Nacional se llenó de policías, de civil y de uniforme, armados y vestidos con chalecos antibalas. Advirtieron a los presentes que la ex relacionista pública de la Corte de Justicia del Guayas era un testigo protegido. Estaban prohibidas las fotografías, videos y audios de ella. La advertencia fue algo en vano, pues en redes sociales ya estaba circulando una imagen de ella, sentada, vistiendo su uniforme naranja, un casco y chaleco antibalas. 

Ante el juez, Mayra Salazar juró decir la verdad y descubrir ante todos un mundo de reuniones secretas, de mensajes que se cuentan al oído o que se borran automáticamente, en aplicaciones telefónicas que permiten el anonimato de los que buscan las tinieblas. En ese mundo vivió dos años, dijo, aunque también narró su comienzo en octubre de 2017 cuando ingresó a la cárcel de mujeres por primera vez y se hizo amiga de Samara Rivera, esposa de José Luis Zambrano, alias Rasquiña, entonces cabecilla de Los Choneros. 

Las revelaciones de Salazar fueron de tres tipos: datos ya conocidos que constan en sus chats telefónicos del expediente, información que contextualiza sus comunicaciones y datos totalmente nuevos que causaban estupor en los presentes. La sala de audiencias se llenaba de murmullos cuando reveló que Fabiola Gallardo, según dijo, le pedía conocer a Daniel Salcedo porque lo creía guapo o cuando dijo que su amiga Carolina Jaume, presentadora de farándula, le entregó una libreta donde contaban todos los operadores del prófugo Xavier Jordán. 

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Contó que Pablo Muentes controlaba a tres vocales del Consejo de la Judicatura: Xavier Muñoz, Wilman Terán y Maribel Barreno. Esta última fue salvada recientemente por los asambleístas de la Revolución Ciudadana y el Partido Social Cristiano, quienes evitaron su juicio político, pero sí censuraron a Fausto de Murillo. Cantó que Barreno también visitó el "centro de operaciones", como calificó la casa de Pablo Muentes, y que este era un traficante de tierras que no tenía el menor escrúpulo de enviar a la cárcel a gente inocente que se interponía en su camino. 

Más de dos horas de detalles, nombres, alias, hechos públicos e historias de cómo se manejaba la justicia, especialmente en Guayas, finalizaron con las lágrimas de Salazar y un pedido de perdón por sus malas acciones. Dijo que su aporte a la justicia era lo que podía hacer para resarcir en algo el mal del que formó parte.