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Prohombres. Wilman Terán y Virgilio Saquicela no miran a los ojos ni para saludarse entre ellos. El presidente de la Judicatura fue el invitado especial.Cortesía

Saquicela o el arte de hablar paja

En su rendición de cuentas, Virgilio Saquicela demuestra por qué es el presidente ideal de la peor Asamblea de todos los tiempos

Apretón de manos en la cumbre. El encuentro que están a punto de contemplar los invitados al acto solemne de rendición de cuentas en el Palacio Legislativo es de aquellos que ocurren una vez por siglo en cada continente: Bolívar y San Martín, Goethe y Napoleón, Livingston y Stanley… Wilman Terán y Virgilio Saquicela, en fin. Ya se han visto de reojo mientras el presidente de la Asamblea, anfitrión y protagonista de la fiesta, se dirige hacia su lugar; se ha puesto de pie el presidente del Consejo de la Judicatura, invitado de excepción, y ahora caminan el uno hacia el otro con el brazo extendido y la palma abierta. Saludan con efusivo sacudón de manos mientras evitan todo contacto visual, acaso por temor a quedar petrificados: estos dos se conocen como Perseo a la Gorgona.

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Raro es ver a Wilman Terán por la Asamblea. En dos ocasiones (la última de ellas, apenas la antevíspera) ha sido requerida su presencia por la Comisión de Justicia para que rinda explicaciones sobre varios espinosos temas: la desastrosa ejecución presupuestaria, las poco menos que sospechosas contrataciones de personal, la feria de la alegría de decisiones judiciales en favor de delincuentes con sentencia… Por supuesto que Terán se ha negado a presentarse, ocupado como está en la importantísima tarea de cazar tilingos. Ahora es diferente. Ahora no hay peligro porque está entre amigos y, sobre todo, porque el único discurso previsto es el de Virgilio Saquicela. Y Virgilio Saquicela, cualquiera lo sabe, se caracteriza por su inestimable capacidad para no decir absolutamente nada. Esa es una cualidad sobre la que se construyen relaciones políticas duraderas: las cosas relevantes o significativas sólo se dicen en privado. En publico, nunca nada. Claro está, hay que saber hacerlo. Y contra lo que pueda parecer, no es nada fácil.

Basta ver, si no, a Marcela Holguín. El día anterior ella ofreció una rueda de prensa, al frente de su bancada en pleno, para anunciar la decisión del correísmo de apoyar la reelección de Saquicela como presidente de la Asamblea. “Somos la única bancada -empezó diciendo- que es capaz de deponer intereses partidistas legítimos para pensar en un bien superior que es el bien del país y de los ciudadanos ecuatorianos”. Hasta ahí, todo parecía indicar que se venía un discurso político correcto y lleno de nada, como mandan los cánones y exige la ocasión. Pero cuál no será la torpeza de Marcela Holguín que terminó por traicionarse a la vuelta de la esquina. Le bastaron dos minutos para confesar todo lo que debió haber callado. “Vamos a apoyar la candidatura de Virgilio Saquicela”, dijo, porque “para nosotros el juicio político en contra del presidente Guillermo Lasso es la prioridad”. Que es una bonita manera de decir: no tenemos agenda legislativa y qué. “En segundo lugar -continuó- creemos que es importante conservar la mayoría con la que hemos venido trabajando en los últimos meses”.

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Hasta el espectador menos avisado entendió perfectamente. Lo que acababa de decir Holguín es esto: apoyamos a Saquicela porque si no lo hacemos llevará sus votos a otra parte y nos dejará colgados, y se nos desarmará el chiringuito del que teníamos planeado medrar políticamente en los próximos dos años. Y cuando hablo del “bien superior de los ecuatorianos”, obviamente, miento. Holguín intentaba decir nada y lo dijo todo. Luego se preguntan por qué el candidato de la oposición es Saquicela y no ella.

Lo que viene inmediatamente a continuación del apretón de manos entre él y Wilman Terán es, precisamente, una demostración impecable del arte de hablar sin decir nada. Al fin y al cabo, para eso inventaron los correístas el ritual de la rendición de cuentas. En medio de la coyuntura política más difícil (diríase “terminal”) que recuerde la República en mucho tiempo, con un golpe de Estado parlamentario a punto de entrar en su etapa decisiva y el mapa de las relaciones de poder rearmándose en el Pleno, el presidente de la Asamblea se dio el lujo de hablar durante 16 minutos y no pronunciar ni la octava parte de un ápice de mensaje político. Basta con decir que resumió el trabajo de un año de labores parlamentarias en números: “Hemos cumplido el 89,6 por ciento de la agenda legislativa”, dijo. ¡89,6 por ciento! Eso equivale, según las cifras que siguió despachando, a 159 sesiones del Pleno. Y un golpe de Estado a medio hacer, se sobrentiende. Si hubieran sesionado 177,45 veces (no 177 ni 178) habría completado su agenda y tendrían la cabeza de Guillermo Lasso en el asta de la bandera.

“En cumplimiento con la planificación anual de talento humano se dictaron 21 cursos de capacitación de recursos humanos”: qué duda cabe que en una rendición de cuentas sólo cabe lo importante. Y, puesto a enumerar, Virgilio Saquicela rinde cuentas hasta del número de seguidores en TikTok, cifra que pronuncia con la voz temblorosa y solemne con que se recita Patria-tierra-sagrada.

Para lo no medible recurre a lo que parece ser un método azaroso de combinación de palabras que funciona como una coctelera. Se dispone, por un lado, de una serie de verbos cargados de buenas vibras y buen rollito (converger, prevalecer, cumplir...); de otro lado, una lista de valores positivos (diálogo, consenso, inclusión...) y negativos (conflicto de intereses), un puñado de adverbios o preposiciones que funcionen como conectores (desde, más allá) y, como aderezos, uno que otro objetivo esperanzador (“bienestar de la familia ecuatoriana”) y alguna analogía técnica (“denominador común). Se añade uno de cada y se sacude. El resultado es pirotecnia pura: “Siempre será el diálogo ese camino donde debe converger nuestro denominador común, que está más allá de cualquier conflicto de intereses, y que sea el bienestar de la familia ecuatoriana sobre todo y ante todo el que deba prevalecer”. O bien: “La agenda que estamos cumpliendo ha sido construida desde el consenso, inclusión y participación de las bancadas legislativas y tiene como fin responder de manera técnica, política, oportuna y eficaz a las necesidades del país”. Por lo demás, Saquicela nunca pronuncia una palabra que pueda sustituir por diez palabras. En lugar de “La Asamblea trabajó en cuatro temas”, dice: “En el menester de cumplir con nuestra misión de legislar, ejercer el control político y fiscalizar con eficiencia, claridad y transparencia para aportar al desarrollo integral de nuestro país, respetando las normas constitucionales y legales vigentes, se plantearon cuatro ejes programáticos de trabajo mancomunado”. Así, un discurso completo interrumpido por ruidosas y constantes ovaciones..

Entrevista. Esta semana, el presidente de la Asamblea se sirvió de los medios de comunicación legislativos, que son públicos, como si fueran suyos.

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No se trata de hablar frases vacías cualesquiera o disparar explicaciones sin ton ni son, como hace Marcela Holguín contra sus propios intereses. El arte sublime de hablar paja, del cual Virgilio Saquicela es un técnico consumado, consiste en aprender a diseñar y producir la Nada. Se necesita una cierta genialidad en lo superfluo de la que no dispone cualquier nadie. Para hablar Nada, con mayúscula, hay que ser Nadie. Y no hay mejor Nadie en la política nacional que Virgilio Saquicela, el presidente ideal de la peor Asamblea de todos los tiempos.

La soledad del poder

Si para reelegirse como presidente de la Asamblea contara solamente con los votos de los legisladores que asistieron a su acto de rendición de cuentas, a Virgilio Saquicela no le alcanzaría ni para armar bancada. Viviana Veloz, del bloque correísta, y Mireya Pazmiño, del bloque de la Conaie, fueron las presencias más destacadas.

En cuanto a las autoridades, la más alta de la sala, aparte de Saquicela, fue la del presidente del Consejo de la Judicatura, Wilman Terán, que se sentó a derecha. A su izquierda se ubicó la presidenta subrogante de la Corte Nacional, Katherine Muñoz, en reemplazo de Iván Saquicela, primo del anfitrión. Quizás los segmentos de audios publicados la víspera, en los que ambos Saquicelas parecen hallarse conspirando contra el presidente, tuvo que ver en esta significativa ausencia.

  • Él o nadie. La víspera, Marcela Holguín había anunciado el apoyo del correísmo a la reelección de Saquicela. Que lo hacían para conservar la mayoría parlamentaria, dijo.

  • Decir nada. En medio de la peor crisis política que recuerde el país, Saquicela habló durante 16 minutos sin pronunciar ni la octava parte de un ápice de mensaje político alguno.