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Los rastreadores salvavidas del VIH

Son brigadistas de la Corporación Kimirina que buscan a quienes deseen hacerse la prueba. Su objetivo: la población LGBTI

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Los brigadistas de la Corporación Kimirina buscan en la calle o por aplicaciones para ligar a quienes deseen hacerse la prueba. Su objetivo: la población LGBTIGustavo Guamán / expreso

Un día más, los rastreadores del VIH (virus de inmunodeficiencia humana) se alistan para salvar vidas... Son las 11:22. Lunes. Y Valentina Vera, Darwin Noriega y Carlos Velarde -uniformados, con medidas de bioseguridad, mochilas- enfilan hacia el parque El Ejido, centro-norte de Quito. Caminan. Conversan. Caminan. Hasta que llegan a una esquina del lugar escogido. Un punto de encuentro, quizás clandestino, donde, además, se practica el trabajo sexual.

Y en el mes en que se conmemora el Día del Orgullo LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales), este Diario acompaña a los brigadistas salvavidas de la Corporación Kimirina cuya misión es -con pruebas de cuarta generación- diagnosticar el VIH, sobre todo, en la población más afectada: hombres que tienen sexo con hombres (HSH) y mujeres trans. Lo hacen en la calle o a través de aplicaciones para ligar.

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Guayaquileño, de 35 años, Darwin recuerda la importancia de la detección temprana si una persona se ha infectado de VIH. Recorre de un extremo a otro el parque. De pronto, se acerca -o aborda- a un hombre que está sentado afuera de un baño donde supuestamente se concretan los encuentros íntimos. Tiene 33 años. Es sexualmente activo. Nunca antes se había hecho una prueba.

- “Nosotros, como Kimirina, podemos hacerla gratuitamente. Además, le entregamos preservativos”, insiste Darwin.

- “No”, responde.

El brigadista da la vuelta. Y dice que hay muchas personas que se rehúsan a conocer su diagnóstico. Algunas porque tienen miedo a la discriminación y estigma. Otras porque ya tienen el virus.

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Esta mañana es complicado encontrar a quienes deseen hacerse pruebas. Entonces, Darwin apuesta por una aplicación para ligar. Hay hombres buscando hombres. Unos son explícitos: “Quiero sexo”, publican. Él les escribe un mensaje sobre el servicio de Kimirina, pero ninguno accede esta vez. En ocasiones sí ha resultado.

Otra vuelta más. En ese momento, un muchachito, de no más de 20 años, está sentado con un hombre, de no menos de 50. El brigadista se acerca y le habla sobre la prueba.

- “Sí, hágame”, contesta.

- “¿Se había hecho antes?”, pregunta Darwin.

- “Sí”. Y saca un certificado de Kimirina de hace unos meses. El resultado: “no reactivo”.

Nacido en Venezuela, confiesa ser trabajador sexual. Mientras espera el resultado -unos 15 minutos-, dice que si fuera reactivo, saliera corriendo, porque a él no le gustan los hospitales ni los medicamentos, pero sí la comida y el dinero. Darwin le explica que Kimirina podría vincularle a los servicios del Ministerio de Salud Pública (MSP) para que reciba un tratamiento adecuado. No escucha. Dice que a él, el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) ya le dio. Luego confirma que fue otra enfermedad de transmisión sexual. Y se calla. La prueba sale negativa...

Según un estudio de prevalencia, realizado por la corporación en 2017 -es el último-, el 16,5 % de hombres que tienen sexo con hombres, en Quito, arrojaron un resultado positivo. En Guayaquil, es el 11,2 %. En mujeres trans, el porcentaje aumenta: en la capital, 34,8 %; en el Puerto Principal, 20,7 %.

En la mira está la población más afectada. Y, sin embargo, los heterosexuales no están libres. En el corazón del parque, Carlos, guayaquileño de 28 años, se acerca a un chico -ropa negra, gorra negra- y le habla de la prueba. Acepta. Firma el consentimiento. Y dice que es colombiano, que tiene esposa... con cuidado, el brigadista saca de su mochila los insumos y formularios. Todo con mucha discreción.

“¿Tienes tu cédula? ¿Fecha de nacimiento? ¿Estás de paso? ¿Orientación sexual?”, interroga Carlos. Después le explica que existe una pastilla llamada PREP (profilaxis pre-exposición) que previene la infección. También le dice que hay la PEP (profilaxis post-exposición), que se toma si hubo una relación sexual de riesgo. Se pueden acceder en Kimirina. La prueba sale negativa...

Son las 15:00. El cielo empieza a oscurecer. Anuncia lluvia. El Ejido se vuelve sombrío. “¡Cuidado!”, espetan los brigaditas. Se sabe que hay peligros bajo los árboles. Se huele. Pero el movimiento de los trabajadores sexuales no se detiene. Con precaución, Valentina, nacida en Salinas hace 22 años, toma la posta para continuar con el “testeo”, como ella lo dice.

Mientras camina por los senderos del parque, la joven advierte que hay gente que no tiene una vida sexual responsable, que hay mucha desinformación y miedo, que las pruebas para detectar VIH se deberían hacer cada tres meses... y que cuando una persona es ‘reactiva’ se sigue un protocolo.

Entonces, un hombre -capucha negra- sale de entre los arbustos y se sienta en un banco. Valentina lo aborda. Se repite el procedimiento. Él accede. Dice que tiene esposa (minutos antes estuvo conversando con un señor en otra silleta). Pasan 20 minutos. La brigadista llena papeles, que luego le servirán para registrar la información. Y le entrega el resultado.

Es negativo.

No siempre pasa. Carlos dice que de 120 tests que hace en un mes, al menos cinco salen positivos. Y lo corrobora Darwin. También los datos (ver infografía).

Cuando cae la tarde, los rastreadores se alejan de El Ejido. Caminan. Conversan. Caminan. Y aguardan otro día para salir (junto a otros compañeros que esta vez no pudieron asistir) para cumplir con su misión: salvar vidas.

EXPRESO pidió información sobre la situación actual de personas con VIH al MSP; sin embargo, hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.

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La persona que ingresa en un tratamiento va a poder mantener su salud de manera adecuada, con los antirretrovirales puede llegar a ser indetectable, intransmisible.

1. Procedimiento. Valentina se encarga de tomar la muestra a uno de los jóvenes que está en el parque El Ejido. Tras 20 minutos, le entrega el resultado: no reactivo.

2 y 3. Calidad. Los brigadistas, con medidas de bioseguridad, realizan los procesos en puntos de encuentro para ligar previamente seleccionados.

Epidemia latente

Amira Herdoíza, directora ejecutiva de Corporación Kimirina, explica que el VIH en el país sigue siendo un problema de salud pública. “Si bien ha habido muchos avances para su control, todavía es una epidemia que está presente, hay casos nuevos cada año. Y durante la pandemia, lo que nosotros pudimos constatar, es que se disminuyó (al menos en un 50 %) la posibilidad de que las personas puedan acceder a su diagnóstico”, afirma.

Eso significa que hay gente que no tiene el conocimiento de su estado en relación con el virus. Y no solo eso: “Por ejemplo, las condiciones de seguridad en términos de prácticas sexuales disminuyeron (el uso del preservativo, el acceso a métodos de barrera)”.

Sobre los rastreadores de VIH, Herdoíza indica que no solo existen en la capital. “Tenemos como puntos fijos centros consolidados y estables en Guayaquil, Santa Elena, Portoviejo, Esmeraldas, en Machala y Santo Domingo (...) Y la visión de modelo comunitario insiste que para el VIH no podemos seguir atendiendo con los mismos modelos tradicionales”.

El proyecto fue pensado en 2012, pero desde 2017 funciona de manera establecida. Hubo referencias de Europa y África. La idea principal es llegar a donde las poblaciones más lo requieren, a las que tal vez no van a acudir a los servicios de salud.

Además, Kimirina, en convenio con el MSP, da tratamiento sobre todo a personas que están en situación de movilidad humana y que requieren no cortar los tratamientos cuando están pasando por las diferentes fronteras.