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Ruptura. El director nacional del socialcristianismo, Alfredo Serrano, durante la entrevista en la que anunció el fin del pacto de gobierno.Captura de video

El PSC rompió una alianza que el gobierno ya no quería

Alfredo Serrano anuncia el fin del pacto gubernamental. Pero Daniel Noboa ya no necesita una mayoría parlamentaria.

Reacción tardía del Partido Social Cristiano. Timing perfecto para Daniel Noboa. Este martes, en una entrevista con Radio Centro, el presidente nacional del nebotismo, Alfredo Serrano, despotricó contra el gobierno porque se ha llevado a dos de sus asambleístas (Lucía Jaramillo y Guido Vargas), cosa que ocurrió semanas atrás y no pareció importarles tanto. Hoy, sin embargo, se sienten lo suficientemente ofendidos como para romper la alianza de gobierno: “este aliado entre comillas, a su mejor aliado no escatimó vergüenza alguna y se le llevó dos legisladores”, dijo atropelladamente Serrano, “de manera que a estas alturas hablar de una alianza obviamente es imposible”. Justo en el momento en que el presidente de la República ya no necesita alianza alguna.

¿Qué cambia en el mapa político nacional con esta separación? No mayor cosa. De las tres bancadas que conformaban la alianza de gobierno en la Asamblea, el correísmo era la mayor. Cuando la incursión militar en la embajada de México y la captura de Jorge Glas precipitaron la ruptura de Noboa con ella, la mayoría parlamentaria dejó de existir. La única posibilidad de recuperarla era tender puentes a la segunda fuerza política de la Asamblea: Construye. Sin embargo, fue el propio oficialismo el que dinamitó esa oportunidad con un agresivo y calumnioso comunicado contra el partido de María Paula Romo. El socialcristianismo quedó, pues, amarrado a un aliado que ya no tenía nada que ofrecerle. Era obvio que cortara esos lazos, probablemente para buscar acuerdos con quienes más afinidades tiene: el correísmo.

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En resumen: el oficialismo se ha quedado solo en la Asamblea. ¿Está en problemas? En absoluto. Al menos no por el momento. Una vez aprobadas las leyes económicas urgentes que le interesaban y superada por fin la consulta popular, nada se le ha perdido a Daniel Noboa en el Legislativo. De aquí en adelante, la Asamblea tiene la agenda marcada. Primero, debe convertir en leyes los mandatos surgidos este domingo de las urnas: reformas al Código Penal para incrementar las penas para los delitos de terrorismo, narcotráfico, crimen organizado y todos los demás considerados en la pregunta G; nuevas reglas de juego para el porte de armas; simplificación de procedimientos para facilitar la aplicación de la extinción de dominio… Y debe hacerlo, sí o sí, en los términos establecidos en los anexos de cada pregunta. Aquí no hay nada que negociar, no se necesita mayoría ni alianza alguna para acometer esta tarea: es la obligación de la Asamblea. En segundo lugar, ha quedado ya fijada una agenda de fiscalización que contempla una serie de juicios políticos absolutamente inofensivos para los intereses del gobierno: el del exministro de Energía Fernando Santos, el del exministro del Interior Juan Zapata (ambos funcionarios del gobierno de Guillermo Lasso), incluso el de la fiscal Diana Salazar, a quien sólo el correísmo quiere crucificar… Así entretenida por un buen rato la Asamblea, bien puede Daniel Noboa dedicar los próximos meses a ejercer su verdadera vocación: la de candidato a la reelección. Y ADN, que más que un partido político es una empresa electoral, a cumplir las tareas para las cuales fue creado.

Queda un cabo suelto extraparlamentario: el viceministro de Gobierno Esteban Torres, cuota socialcristiana vergonzante en el gabinete de Daniel Noboa. Cuando aceptó el nombramiento, sólo días después de que su partido anunciara su voluntad de no participar con ningún cargo en el Ejecutivo, lo justificaron diciendo que lo hacía a título personal, no partidista. Lo cierto es que la alianza que formó el gobierno con correístas y socialcristianos sobre la base de acuerdos que siempre se mantuvieron en secreto, seguramente por ser inconfesables, requería de un intermediario con ascendiente sobre ambas bancadas y disposición para efectuar las negociaciones probablemente no del todo éticas que un pacto de semejante naturaleza requiere. Torres era el hombre ideal. En la práctica, fue el titular de una cartera, la de la política, que Mónica Palencia no ejerció nunca. Que su experiencia política era menor a la de Daniel Noboa, admitió ella en una ocasión. O sea que no tenía ninguna en absoluto. Pues bien: quien la reemplaza en el cargo la tiene aún menor. Michele Sensi Contugi, amigo cercano del presidente, es el ministro de la política para después de la muerte de la política. Torres, su subordinado, parece quedar como una figura superflua. Tan superflua como la alianza de gobierno que este martes terminó de irse por el caño.

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