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Rueda de prensa correísta
Correístas. En la rueda de prensa para cantar victoria, a Rafael Correa nomás le faltaba echarse a llorar.René Fraga

A Noboa se le caen dos preguntas y ni las mira

Al presidente de la República le resulta indiferente la suerte de una u otra de sus once preguntas.

La víspera de la jornada electoral, advertidos por las encuestas sobre su inevitable derrota en las preguntas D y E de la consulta, los estrategas del gobierno recurrieron a un ardid tan desesperado como deshonesto: desentenderse de la más impopular de esas preguntas, la relativa a la contratación por horas, y adjudicársela al enemigo que ellos mismos fabricaron: Construye. “Fue su propuesta -escribieron- que el presidente Noboa, al ser un presidente democrático, tuvo la apertura de aceptar”. El comunicado público del sábado, con la firma de responsabilidad de ADN, la empresa electoral del presidente, parece salido de los talleres de la Secom de Fernando Alvarado. En él se reproducen todas las calumnias levantadas por el correísmo en contra de María Paula Romo, incluyendo aquella de “la brutal represión” de octubre de 2019, y se convierte en irreconciliables las diferencias del oficialismo con el último posible aliado que les quedaba en la Asamblea tras la captura de Jorge Glas y la consecuente ruptura con el expresidente prófugo y su partido. ¿Una estrategia suicida? Más bien parece que el gobierno, simplemente, ha decidido prescindir del escenario legislativo porque, a partir de esta consulta, ha entrado en una etapa puramente electoral: rumbo a las presidenciales de 2025.

Para el Noboa candidato, resulta del todo indiferente la suerte de una u otra de sus once preguntas (de ahí su facilidad para desprenderse de una de ellas). Estas, de hecho, siempre fueron intercambiables. Literalmente: recuérdese que las del principio eran otras. En el nivel (bajo rasante) donde mantiene el debate político, al presidente le basta con decir que ganó 9 a 2 (y, de esas dos, una ni siquiera era suya): goleada. Ante semejante simpleza, hasta la explicación de los correístas resulta demasiado rebuscada. Por eso la carota de Rafael Correa (carota en sentido literal también, pues la reprodujeron en una pantalla gigante que magnificaba su patetismo) en la rueda de prensa que ofreció con Luisa González para cantar victoria mientras la derrota le carcomía la entrañas. El expresidente prófugo debió ser consciente de la imagen lastimera que proyectaba, pues atribuyó su sufrimiento a la suerte de Jorge Glas, “secuestrado”, dicen, por el régimen que ahora han dado en llamar “totalitario”.

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Las preguntas en las que ganó el Sí, explicó Luisa González, eran “preguntas gancho”. Las importantes eran la D y la E. “El pueblo ecuatoriano le ha puesto un freno al gobierno totalitario”, dijo, mientras a la carota de atrás nomás le faltaba llorar. Habló de la extinción de dominio (pregunta K) y de las reformas al código penal (preguntas G, H, I), que resultaban superfluas porque ya están siendo tratadas en la Asamblea, esa Asamblea que a Noboa dejó de interesarle. E insistió: “eran preguntas gancho para la precarización laboral y para el empobrecimiento de los ecuatorianos a través del trabajo por horas. Y para afectar la economía nacional a través de introducirnos nuevamente en el arbitraje internacional”.

Olvidó mencionar (mejor dicho: evitó hacerlo) la pregunta que más les duele: la B. “¿Está usted de acuerdo con permitir la extradición de ecuatorianos...?”. El correísmo y sus apéndices (Leonidas Iza, los movimientos sociales y los influencers de la cheveranga académica) habían centrado todos sus esfuerzos de campaña en los temas del arbitraje internacional y del trabajo por horas, a pesar de haberlo hecho en el tema de la extradición con ocasión de la consulta de Guillermo Lasso. La razón es obvia: en el Ecuador poscasos Metástasis y Purga, oponerse a la extradición de narcos y otros delincuentes es, simplemente, impresentable. Así que camuflaron su verdadera postura bajo el eslogan genérico de “Once veces No”. Perdieron. Ahora su exvicepresidente convicto, ya mencionado como receptor de sobornos por 18 millones de dólares en el juicio que se sigue contra Carlos Pólit en Miami, bien podría terminar con sus huesos en una cárcel de Estados Unidos.

A Noboa, nada de esto le importa. Ni la suerte de Jorge Glas ni el tema de la extradición ni la extinción de dominio ni las reformas al código penal ni el trabajo por horas, eso quedó claro. Quizás un poco sí le importe aquello de los arbitrajes internacionales, pues le ayudarían a conseguir inversiones externas que buena falta le hacen, pero hasta eso lo podrá solucionar más tarde. A Noboa le importa su reelección y, con ese objetivo en mente, planteó una consulta popular de preguntas intercambiables y superfluas (la mayoría), y diseñó una campaña en la que ni siquiera se molestó por explicar de qué iba la cosa porque fue concebida como un referéndum aprobatorio en el que todo giraba alrededor de sí mismo. Voten Sí y tendrán seguridad, decía, reclamando un acto de fe. El pueblo votó que Sí en las preguntas relacionadas con la seguridad y No en las otras. Hay ahí un mensaje que no da muestras de reconocer. El candidato a la reelección nomás saca cuentas cuentas y dice: 9 a 2. Él solo sabe sumar.

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