
Carolina Jaramillo: una vocera oficial que no sirve para nada
Análisis por Roberto Aguilar | Su última rueda de prensa duró 17 minutos antes de que se incomodara y saliera corriendo
Contar con una vocera como Carolina Jaramillo en el palacio de gobierno es como tener mamá pero muerta. Probablemente no hay, en la extensa lista de actividades oficiales de la presidencia de la República, ninguna que sea tan rigurosamente inservible como sus ruedas de prensa de los lunes. Este “ejercicio de comunicación semanal que hacemos desde Carondelet”, como las llama ella en la enrevesada jerga con la que trata de disimular su falta de elocuencia, se ha convertido en un espacio cada vez más hostil contra quienes plantean las preguntas. Y cada vez más corto: dura lo que su disposición al diálogo, que es escasa, por no decir inexistente. Esta semana fueron 17 minutos.
Si en algún momento, muy al inicio, Jaramillo se quedaba hasta agotar las intervenciones de los periodistas y no se retiraba sin antes absolver todas sus inquietudes (o por lo menos fingirlo), hoy decide cortar por lo sano y salir corriendo en cuanto empieza a sentirse incómoda, dejando a varios con las manos levantadas. Entre ellos, el representante de este Diario, a quien ha decido privar sistemáticamente de su derecho a preguntar. Da igual: tampoco es que responda. Y, cuando lo hace, nadie puede tener la seguridad de que no esté mintiendo. Ya ha ocurrido.
Así las cosas, las ruedas de prensa de los lunes de Carolina Jaramillo tienen el objetivo de no informar. Son, por tanto, parte no muy brillante y más bien prescindible de la estrategia de silencio institucionalizado con la que el gobierno de Daniel Noboa esconde sus trapos sucios: quién pagó las marchas contra la Corte Constitucional en Quito y Guayaquil; de dónde sacó el asambleísta del oficialismo Luis Alvarado Campi 2,6 millones de dólares para comprar dos medios de comunicación; cómo se esfumó la deuda de la empresa bananera de la familia Noboa con el Servicio de Rentas Internas; por qué 16 gorilas secuestraron a cuatro niños de Las Malvinas y los abandonaron, desnudos y heridos, a 40 kilómetros de sus casas, en el exacto lugar por donde pasaron poco después los mafiosos que los asesinaron… Si alguna pregunta importante sacude la conciencia nacional, Carolina Jaramillo está ahí para no responderla.
De forma inesperada, la vocera de Gobierno, Carolina Jaramillo, dejó la habitual rueda de prensa de los lunes. Jaramillo hizo dos anuncios y respondió cinco preguntas, sin dar paso al resto de interrogantes.
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Las ruedas de prensa de Jaramillo: un 'ring' contra la prensa
¿En qué consisten, entonces, sus encuentros con la prensa? Todo gira en torno a lo que ella llama “anuncios”, que no son otra cosa que boletines que trae escritos y que, en lugar de publicar en las redes sociales del gobierno, lee. Los anuncios constituyen el eje de un guion concertado entre la vocera y un puñado de medios pertenecientes al aparato de propaganda oficialista: pasantes que andan de la manito, juntos de aquí para allá, cubriendo los eventos que le interesan al régimen.
La característica principal de estos anuncios es que se sitúan a años luz de la agenda de interés político del país. Este lunes, por ejemplo, en medio de un paro nacional de la Conaie, con un estado de excepción recién decretado en diez provincias, a pocos días del escandaloso nombramiento de un nuevo fiscal, con nuevas preguntas añadidas a la consulta popular y una asamblea constituyente en marcha, a la vocera le pareció pertinente hablar del bono de desarrollo humano y de la reubicación del oleoducto. Los pasantes del oficialismo le siguieron la corriente, pidiéndole detalles sobre esos temas, y el poco tiempo que quedó lo empleó ella en sacarse de encima las preguntas incómodas de los periodistas, cosa que hace de manera cada vez más agresiva.
“Creo que viniste más a dar tu opinión y a hacer tus análisis, lo cual es absolutamente válido pero en tus espacios”, dice por ejemplo Carolina Jaramillo cuando no le gusta el enfoque de una pregunta. “Lo que tú opines legítimamente está bien por ti”, responde en el más cortante de los tonos. Con lo cual no sólo elige para “este ejercicio de comunicación semanal” los hechos más anodinos que concebir se pueda sino que niega la posibilidad de expresar cualquier punto de vista que no sea el suyo propio.
#ANÁLISIS | El espíritu santo. En efecto, el espíritu santo parece ser la única alternativa que le queda al gobierno para dar una explicación sobre el financiamiento de la marcha del martes 12 de agosto con la que se asedió a la Corte Constitucional.
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Jaramillo expuesta: información falsa, datos erróneos y cifras mentirosas
En cuanto a las preguntas concretas, aquellas que no implican posiciones políticas sino que demandan precisiones de cifras o de datos, por lo general la vocera no puede responderlas. Ya-voy-a-preguntar, dice la mayoría de las veces. Por lo general, cuando de cifras y datos se trata, su información suele ser muy poco confiable. Se lo hizo notar este lunes su antiguo coideario y compañero de ruta correísta Orlando Pérez, oceanógrafo graduado en la universidad de El Alto, Bolivia, o periodista graduado en La Habana, que para el caso es lo mismo. Por formación y origen, Pérez y Jaramillo parecen compartir un mismo concepto sobre el periodismo como actividad de comunicación costeada con dineros públicos y ejercida al servicio del funcionario que paga el sueldo.
Pérez le leyó una larga lista de información falsa, datos erróneos y cifras mentirosas proporcionadas por ella misma en ruedas de prensa anteriores y que fueron desmentidas a la vuelta de la esquina por voceros más calificados y menos despistados. Por ejemplo, en junio pasado, dijo Pérez, la vocera informó sobre una reducción en las cifras de homicidios que no correspondían con las oficiales. La salida de Jaramillo fue patética: yo entrego “los datos que a mí me pasan”, dijo. “No tendría yo por qué poner en duda los datos que me pasa, por ejemplo la Policía del Ecuador”. Respuesta sorprendente, sobre todo considerando que la pregunta, en sí misma, le está poniendo por delante una razón más que suficiente para que la vocera ponga en duda los datos que le pasan.
En resumen: si los temas que trae a sus ruedas de prensa no son lo que interesan a los periodistas ahí reunidos; si las informaciones que entrega pueden ser sustituidas (con ventaja) por un boletín de prensa; si para justificarlas tiene que recurrir a un montaje concertado con los medios oficialistas; si sus respuestas a las preguntas que se salen de ese guion no tienen (sea porque las omite, sea porque las falsea) la menor utilidad pública; si ha convertido lo que debería ser un espacio de rendición de cuentas en un espacio de confrontación en el que ella se reserva la prerrogativa de trapear el piso con los malportados; si cada vez acorta más los tiempos porque se siente incómoda y elige salir corriendo; si, por último, hay periodistas a los que sistemáticamente les niega la palabra… Entonces resulta evidente que las ruedas de prensa de Carolina Jaramillo no sirven para nada. Y ella tampoco. Cabe preguntarse por qué razón los contribuyentes tienen que costearle un sueldo.
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