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Sepelio. Desde el monte olivo entierro de Fernando Villavicencio acompañado de familiares y amigos.API

¿Cuándo perdimos el país y cómo podemos recuperarlo?

La violencia política en Ecuador llegó a un nivel que obliga a repensarnos como sociedad, pero para ello es importante recordar cuándo y cómo empezó

El mejor homenaje que se le puede rendir a un luchador caído es no dejar morir la lucha. En las luchas de Fernando Villavicencio coincidimos en unas y en otras no, incluso me llegaron a molestar algunas de sus formas. Sin embargo, como lo expresé en un análisis anterior, Villavicencio era un luchador que se fajó solo contra el gobierno más poderoso que ha tenido Ecuador en los últimos 50 años. Fue un valiente y no tuvo miedo para enfrentar a los corruptos. Fue preciso y documentado en muchísimas de las denuncias que realizó. Quizá se le fue la mano en otras que solo fueron “teorías de conspiración”, pero ni lo uno ni lo otro justifica morir de la forma en que murió. Nadie, jamás, merece ser asesinado por su pensamiento, creencias u opiniones.

La violencia política en nuestro país ha llegado a un nivel que nos obliga a repensarnos como sociedad, pero para ello es importante recordar cuándo y cómo empezó.

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Hasta finales del siglo pasado, la violencia política ecuatoriana se limitaba a insultos y a una que otra trompada con cenicerazos incluidos, en el Congreso Nacional. La excepción fue el asesinato del diputado Jaime Hurtado González en 1999, tal vez fue un aviso de lo que se venía.

Quienes odian a Correa dirán que él es el culpable de lo que está ocurriendo. Quienes odian a Lasso dirán que la culpa es suya por no haber sabido controlar la criminalidad.

Ambas opiniones tienen algo de verdad y algo de exageración. En mi criterio, el origen de la violencia en Ecuador viene de la Venezuela de Hugo Chávez y sus influencias extremistas relacionadas con el narcotráfico. Viene del apoyo financiero que el partido ganador de las elecciones en Ecuador en 2007 recibió de las FARC, que celebraron el triunfo y reconocieron la entrega de dinero. Si en ese momento hubiéramos tenido un Tribunal Electoral honesto y decente, esa candidatura hubiera sido descalificada, pero no fue así y ese movimiento autodenominado Patria Altiva i Soberana, Revolución Ciudadana, socialismo siglo XXI o como quieran decirle, llegó al poder con un discurso populista y un líder hipnotizador de masas, que seguramente tuvo buenas intenciones, pero tuvo que pagar una deuda muy grande, contraída con el mismo diablo. Vino el cierre de la base de Manta y la consecuente apertura de una ruta libre para el paso de la droga. Los radares se dañaron, los aviones de México aterrizaban y despegaban como en pistas privadas. Se eliminó el requisito del pasado judicial, se abrieron las fronteras y, finalmente, gracias a una buena gestión de obras, captaron todos los poderes del Estado para protegerse y doblegar a cualquier costo a quienes se atrevieron a cuestionarlos, sean políticos, periodistas o ciudadanos de a pie. Cuando se fueron del poder, Lenín Moreno tuvo la valentía de enfrentarlos políticamente, pero los carteles ya estaban infiltrados y tenían impunidad porque el Poder Judicial también había sido tomado y, si algún juez o fiscal no aceptaba que le den plata, le daban plomo. Pero había demasiados carteles para un país tan pequeño como Ecuador; entonces empezaron a disputarse territorios y a matarse entre ellos. Llegaron los sicariatos y las bandas locales empezaron a prestar servicio a los carteles hasta llegar a ser tan poderosas que controlaban todo, desde las cárceles y trasladaron la guerra al interior de ellas. Con la pandemia hubo una especie de tregua; vinieron las elecciones y esperábamos un presidente que ponga fin a esta situación, pero no estuvo a la altura. Es verdad que recibió esta situación en herencia, pero no fue capaz de estructurar una estrategia, ni siquiera un plan de acción que permitiera combatirlos. Se pasó hablando, prometiendo, amenazando, echando la culpa a otros y dando pésames, pero nunca ejecutó un plan verdaderamente exitoso. Y así, llegamos al asesinato de Fernando Villavicencio y un país derrumbado moralmente.

Autoridades del CNE

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¿Qué hacer? No lo sé, pero lo único que no funciona es más violencia. Ya lo intentaron Colombia y México y no funcionó. Solo la unidad del país, un país que exija un diálogo político que baje el tono de las agresiones verbales, que se acaben las ofensas entre personas que supuestamente desean mejores días para todos. Que se acaben los ejércitos de trolls lanzando epítetos como “borregos”, o “los corruptos siempre fueron ellos”, “asesinos”, etc. Solo con un diálogo franco que comprometa a quien gane las próximas elecciones a gobernar con todas las fuerzas políticas, que quienes pierdan se comprometan a no entorpecer la gestión del próximo gobierno, solo así, demostrando con hechos que realmente aman este país, se podría generar una estrategia que logre vencer a una minoría que causa muerte y zozobra, mientras una mayoría permanece impávida y dividida. 

El detalle

Antecedente. Fernando Villavicencio fue asesinado el pasado 9 de agosto al salir de un mitin político. Recibió varios disparos.