Derrotados. Ambiente luctuoso en la bancada correísta: caras largas, conversaciones en susurros y una docilidad inédita ante las críticas más duras.

Paro Nacional: El oficialismo esta roto y el correismo, achicopalado

El Pleno de la Asamblea Nacional volvió a sesionar ayer tras trece días de silencio. Las críticas contra su presidente, César Litardo, arreciaron.

Si el complejo de culpa tiñera de negro el aire, la noche habría caído sobre la bancada correísta en la sesión de ayer. “Se los ve con caras de arrepentidos”, les dijo la socialcristiana Cristina Reyes y era cierto que había entre ellos una tensión atravesada, casi palpable, como en un velorio. Y un apocamiento que se expresaba en inusual silencio. Acostumbrados a replicar con gritos y aspavientos hasta la mínima alusión que consideraran ofensiva, ayer no dijeron pío ni cuando les llamaron golpistas, corruptos, cobardes... Tarde empezaron a reaccionar. Era la primera sesión plenaria del posconflicto y los correístas estaban irreconocibles. Ni para victimizarse les alcanzó el ánimo: casi ni hablaron de persecución política. Salvo los que están en fuga, asistieron todos. Pero con el rabo entre las piernas. Y terminaron apoyando una resolución que puede volverse contra ellos: conformar una comisión multipartidista para investigar, en un plazo de 15 días, las responsabilidades políticas de la crisis política reciente. Con 107 votos de 110 presentes se aprobó la moción.

En el orden del día, un debate para sentarse a verlo: “Análisis de la situación social y política que atravesó el país”. Y por delante, un desacuerdo: ¿debió o no el presidente César Litardo convocar a la Asamblea durante los días de conmoción social y violencia callejera? Él había declarado que prefería pasar a la historia como un presidente prudente que como un presidente golpista, y que las intenciones desestabilizadoras de algunos legisladores lo disuadieron de convocar al Pleno. Casi nadie lo apoyó. Héctor Muñoz, de SUMA, exigió los nombres: “¿Quiénes eran los asambleístas que querían dar un golpe de Estado?”. Mae Montaño fue aún más contundente: “No hay nada que justifique haber desaparecido”. Y arrastró a Litardo por su actuación durante la crisis. Criticó sus reuniones reservadas, el comunicado en el que anunció una investigación sobre la actuación de la fuerza pública, su falta de liderazgo para convocar al Pleno. “Yo me pregunto: ¿cuántos votos necesitamos para destituir al presidente? 91. ¿Quiénes son? Necesitamos conocer la lista de esos 91 asambleístas que se iban a unir a ese golpe”.

Por lo demás, el mapa político del posconflicto quedó dibujado desde el primer momento, cuando el Pleno se pronunció sobre los pedidos de cambio del orden del día. El del correísta Juan Cristóbal Lloret, que proponía discutir la comparecencia del ministro de Finanzas para que explique el contenido de la carta de intención con el FMI, fue rechazado con la oposición o la abstención de 80 legisladores. El de Eliseo Azuero (BADI), que proponía rechazar el vandalismo y el saqueo, se aprobó pese a la oposición del correísmo (que acaso no rechaza el vandalismo y el saqueo).

Estas votaciones arrojaron un mismo resultado: el correísmo, solo contra el mundo; y los oficialistas, en completa desbandada. Varios de ellos (el grupo que comanda José Serrano) votan sistemáticamente con la Revolución Ciudadana; en cuanto al resto, cada quién vota según su parecer. No hay el menor signo de unidad en las filas de la bancada de Gobierno. Y hasta una de sus principales cartas en el Consejo de Administración Legislativa, María Belén Marín, parecía complacerse de ofrecer un discurso que despertara el entusiasmo de los correístas. Primero se preguntó “dónde está la inteligencia militar” (aplausos del correísmo); luego dijo: “El diálogo tardó mucho, no teníamos que esperar once días para ver a la gente morir” (ovaciones de correísmo).

Lo demás fue un popurrí de posiciones un tanto deshilvanado que vino a confirmar la teoría de que la Asamblea, más que representar a los ecuatorianos, los expresa. Asistir a esta sesión fue como sentarse a ver el Twitter. Hubo videos para todos los gustos: de los dirigentes indígenas confirmando la intromisión del correísmo en su movimiento; de Ricardo Patiño arengando a las masas a tomarse instituciones públicas; de policías moliendo a palos a manifestantes que no ofrecen resistencia; de manifestantes utilizando los más diversos tipos de armas caseras pero de fabricación en serie... Hubo acusaciones durísimas de golpismo contra el bloque correísta. Las más contundentes, como siempre, de Cristina Reyes, quien endilgó a Rafael Correa los epítetos de “acomplejado”, “psicópata”, “sinvergüenza”, “cobarde” y “capo de la narcoguerrilla”. Los correístas repitieron la cantaleta ideológica consabida e hicieron el vano intento de dirigir el debate hacia “las imposiciones del FMI”. Y los de Pachakutik eludieron todas las responsabilidades del movimiento indígena. Encarnación Duchi sobredosificó el dramatismo hasta la caricatura: “El 12 de octubre de 1492, -dijo- comenzó el genocidio; el 12 de octubre de 2019, se repitió la historia”.

La perla del día corrió por cuenta de la correísta Marcela Aguiñaga, y tuvo relación con los arrestos arbitrarios durante las manifestaciones: “Lo que antes criticaban con los 10 de Luluncoto -dijo- ahora aplauden y celebran”. Quizá no advirtió la asambleísta que la afirmación contraria resulta equivalente, y se le aplica: “Lo que ahora critican, antes aplaudían con los 10 de Luluncoto”.

Villamar vs. Yaku pérez

El asambleísta Fabricio Villamar quiere llevar a juicio a Yaku Pérez por el delito de rebelión. Ayer lo denunció ante la Fiscalía. Con videos y declaraciones, aspira a probar la participación del prefecto del Azuay en el asalto masivo a las instalaciones de la Asamblea que tuvo lugar el martes 8 de octubre, durante las jornadas de protestas.