Ironías de la vida. El número 10 marcó trágicamente el final de la vida de Lenín Sevillano, de 50 años. Y es que más tardó en llegar el vehículo de Medicina Legal (unas 10 horas) para realizar el levantamiento del cadáver del trabajador de una fábrica de suministros químicos, que el propio procedimiento (menos de 10 minutos).

Tirado en el piso, con una herida en la cabeza y frío, ante el dolor de sus familiares, quedó Sevillano, tras precipitarse al suelo mientras trabajaba en una fábrica, ubicada en Mapasingue Oeste, al norte de Guayaquil, el martes 14 de noviembre.

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07:00. Lenín sale de su hogar, en Mapasingue Este, donde residía por más de 35 años. Se dirige hacia su trabajo, donde le habrían pedido para ese día que reparara el techo de una empresa.

08:00-09:00, deceso (acidificación de líquidos y tejidos). Pidió que le faciliten unas tablas porque sospechaba que las desvencijadas tejas no aguantarían su peso, pero no habría recibido lo solicitado. Se aventuró a trabajar sin ninguna seguridad. Había que ganarse el dinero para alimentar el hogar.

Minutos después, la conjetura se volvió realidad, el techo cedió y Lenín cayó desde una altura aproximada de ocho metros. Sufrió un corte en la cabeza, pero no falleció en el instante; sin embargo, la ambulancia que fue llamada para atenderlo tardó en llegar y cuando los paramédicos lo revisaron, confirmaron que había muerto.

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Este fue solo el inicio del calvario para sus hijos y esposa. Al morir en condiciones “sospechosas”, los médicos se negaron a llevarse el cuerpo. Se informó a la Policía para que realice el levantamiento del cuerpo y se investiguen las circunstancias del hecho.

11:00, rigidez cadavérica (miembro inferior). La familia de Lenín es alertada de que ha sufrido un accidente, pero no les revelan el trágico final. “Recién cuando llegaron las hijas fue que se enteraron de su muerte y luego, hablando con el encargado de la fábrica, se le salió decir que el accidente pasó a las nueve de la mañana”, dice Jorge Sevillano, hermano del fallecido; es decir, el cadáver llevaba dos horas en el piso, entre tanques de químicos y un charco de sangre.

Los minutos se convirtieron en horas y la Policía no llegaba. En su desesperación por recuperar el cuerpo de su padre, una de las hijas se contactó con los medios de comunicación para difundir el hecho y provocar la reacción de los forenses. 

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Pasado el mediodía, finalmente, llegaron uniformados de la Policía, quienes, cuando fueron consultados sobre la demora para recoger el cuerpo, indicaron que el personal de Criminalística estaba en otro procedimiento en la isla Puná. Finalmente, cerca de las 20:00 apareció Medicina Legal y en 10 minutos se lo llevaron.

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