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Símbolos. Noboa luego de ser investido con la banda presidencial y el gran collar de la orden nacional al Mérito.Angelo Chamba

Noboa pretende vender como virtud su falta de elocuencia

El discurso de investidura del nuevo presidente no delineó sus políticas de gobierno, como manda la Constitución. Sus ocho minutos resultaron largos.

Ocho minutos que pudieron ser cuatro: el discurso de investidura del presidente Daniel Noboa incumplió el mandato constitucional de “presentar los lineamientos fundamentales de las políticas y acciones que desarrollará durante su ejercicio”; se centró más en la campaña que ganó que en la presidencia que tiene por delante (como si todavía le sorprendiera su victoria) y, a pesar de su brevedad, fue tremendamente reiterativo y difuso. “Siempre he sido una persona de pocas palabras”, volvió a decir en un renovado intento de hacer pasar como virtud su falta de elocuencia. Pero, a juzgar por la machacona repetición de dos o tres ideas básicas en su discurso, con exclusión de cualquier otra, dejó sembrada la duda de si su contención verbal se debe más bien a que no tiene muchas cosas que decir.

Su propia juventud y su adscripción a un “nuevo esquema” de hacer política (cuyas características no se molestó en describir, más allá de su obvia contraposición a “los esquemas viejos”) fue la idea central sobre la que Noboa volvió una y otra vez a lo largo de su discurso. “Tengo una visión renovada y joven”, empezó diciendo. “Creo en la fuerza de la juventud y a muchos les costará encasillarme en viejos paradigmas políticos o ideológicos”, volvió más adelante. “No podemos seguir repitiendo las mismas políticas del pasado”, insistió después, sin especificar cuáles son esas. Y a vuelta de página: “Para muchos soy de una generación distinta...” (como si no fuera él mismo quien insiste precisamente en eso). Y también: “Siempre he sido un joven de acción...”, “Aquellos que busquen atraparme en viejos esquemas fracasarán...”. Y ya cerca del final: “Dejemos los viejos esquemas políticos”. Mucho, para apenas 8 minutos.

ENTREGA CREDENCIALES (Daniel Noboa)

Noboa toma por asalto el diccionario

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Su segunda idea tuvo que ver con su política de no confrontación: “Aquellos que ven la política como una realidad de extremos y revanchas no tendrán el respaldo popular”, dijo al respecto del resultado de las elecciones. Y luego: “Como lo dije durante toda la campaña, no soy un antinada, soy un pro Ecuador”. Y aún más adelante: “El anti tiene un techo y el pro es infinito”. Hasta aquí, nada nuevo con respecto a su discurso de la semana pasada, cuando recibió las credenciales de presidente de la República de manos de las autoridades electorales en el Teatro Sucre de la capital de la República.

En ocasiones, daba incluso la sensación de estar leyendo el discurso que debió pronunciar y no pronunció el día de su victoria electoral, cuando prefirió encerrarse con amigos en su casa de Olón a festejar con sus electores. “Le he puesto el corazón a esta campaña”, dijo por ejemplo, totalmente fuera del momento.

Con respecto a su alianza política con correístas y socialcristianos, que ha sido el tema de conversación pública más importante de las últimas semanas y fue uno de los ejes de su discurso de la semana pasada, se limitó ahora a soltar una pista que no ha sido bien entendida y de la que él mismo no fue consciente: “El país necesita empleo -proclamó- y para generarlo enviaremos reformas urgentes a la Asamblea, que deben ser tratadas con responsabilidad y pensando primero en el país”. No dijo: el país necesita empleo y, gracias a nuestra alianza de gobernabilidad en la Asamblea, aprobaremos una serie de reformas urgentes para generarlo. Porque no sabe si las aprobarán: el supuesto acuerdo sobre las leyes que benefician al país no pasa de retórica y no aterriza en ninguna ley concreta. Solo le resta al presidente hacer votos para que sus proyectos de ley sean tratados “con responsabilidad”. Todavía no sabe si cuenta o no con sus aliados. Y ese fue quizá el mensaje más importante de su discurso: uno involuntario, que se leyó entre líneas.

Por lo demás, tampoco el lenguaje corporal del presidente contribuye a incrementar sus limitadas capacidades de comunicación y su falta de elocuencia. Esa sonrisa enigmática que aparece y se esfuma por momentos, esa mirada introspectiva que le confiere un aire ausente, esa disposición entre taciturna y tímida... Daniel Noboa resulta inasible en fondo y forma. Más triunfal, más exultante, más presidencial, si se quiere, lucía Henry Kronfle. El nuevo jefe de Estado es apenas un misterio que solo se irá desentrañando con el tiempo, a medida que empiece a gobernar. Porque su discurso de investidura no contribuyó un ápice.

El arrebato de Kronfle

kronfle y centeno

Un pacto secreto, como siempre

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Comenzó con Rousseau y terminó con la Virgen del Panecillo. El presidente de la Asamblea, Henry Kronfle, se centró en la previsible reivindicación de la alianza de gobierno y no pudo evitar la tentación de enviar una indirecta a Guillermo Lasso: “el valor de la palabra se debe recuperar”, dijo y recalcó: “Repito: el valor de la palabra se debe recuperar”. Cuando se ha participado, con voto y aplauso, en el simulacro de la elección de Eckenner Recalde como vicepresidente, esta sentencia no puede pasar de un arrebato.