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La preocupación de los iranoestadounidenses en los suburbios de Washington

Desde hace una semana EE. UU. e Irán viven al borde de la confrontación directa. Esto preocupa en una ciudad con población de iraníes

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VIENNA. "Espero, deseo, que no haya guerra y que puedan comenzar a dialogar", dice Massoud Mossadad, dueño de una tienda de productos iraníes y orientales en esta localidad de Washington.Agnes BUN / AFP

Aunque aliviados por la reciente desescalada entre Estados Unidos e Irán tras varios días de contener el aliento, los miembros de la comunidad iranoestadounidense en Viena, en Virginia, siguen siendo pesimistas sobre una distensión duradera entre sus dos países enemigos.

"Espero, deseo, que no haya guerra y que puedan comenzar a dialogar", dice Massoud Mossadad, el dueño del supermercado Assal, especializado en productos iraníes y orientales.

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"Desafortunadamente, si eso sucede, imagínese cuántas personas perderán un esposo, un hijo, un padre", agregó el hombre de 63 años, que emigró a Estados Unidos hace 40 años para huir de la Revolución Islámica.

La pequeña ciudad de Viena, a unos 30 km al oeste de Washington, es el hogar de una parte de la comunidad iranoestadounidense, que cuenta con más de 80.000 miembros en la capital estadounidense.

Washington y Teherán han estado al borde de la confrontación directa tras la muerte la semana pasada en Bagdad del general iraní Qasem Soleimani en un ataque aéreo de Estados Unidos.

En represalia, Irán lanzó varios misiles balísticos sobre las bases que albergan a soldados estadounidenses en Irak, sin causar víctimas.

El presidente Donald Trump optó el miércoles por apaciguar los ánimos y se mostró reservado sobre una posible respuesta militar, pero en este supermercado, como en otros negocios de esta localidad, el pesimismo brota en las conversaciones.

"He estado muy asustada desde hace dos semanas porque mi madre tiene que ir pronto a Irán para una visita familiar", cuenta Mitra Davani, una dentista de 37 años.

Nacida en Irán e establecida en Viena desde 2005, dijo estar especialmente conmocionada por las amenazas de Trump de atacar sitios culturales iraníes, unas declaraciones que hicieron mucho ruido.

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VIENNA. El 'Rose Kabab', de Parvin Garakoui, es uno de los restaurantes que sirve gastronomía iraní.Agnes BUN / AFP

"Da mucho miedo porque mi familia proviene de una ciudad cerca de Persépolis", dice, refiriéndose a la joya de la antigua Persia.

Si esta localidad incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco se viera afectada, "sería un desastre", señaló visiblemente conmovida.

También ella se muestra escéptica sobre la disminución del tono del magnate republicano, que el miércoles aseguró que Estados Unidos estaba "listo para abrazar la paz con todos los que la quieran".

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"No le sale del corazón, no son sus palabras y no se parece a él", resume la dentista, que desea que "sus asesores le den buenos consejos y que las cosas se calmen".

En uno de los restaurantes iraníes de la ciudad, el Rose Kabab, su compatriota Parvin Garakoui también reconoce tener "mucho miedo" y reprocha a ambos gobiernos pensar solo en sus intereses y no en los de la población civil, que se encuentra "en el medio".

La mujer, de 37 años y que lamenta no tener "ninguna esperanza" en el futuro, ha residido de forma permanente en Estados Unidos desde 2009 gracias al sistema de la lotería de visas, un mecanismo que Trump quiere eliminar. Y como Washington ha prohibido a los iraníes pisar suelo estadounidense, como parte de un decreto contra la inmigración, se siente como una ciudadana de segunda clase.

"Tengo mucha familia allí, incluidos jóvenes en edad militar y no puedo traerlos por el decreto", dice. "Si no puedo traer a mi familia, no soy realmente una ciudadana" estadounidense.

Con 80 años, Edy Sharifi es uno de los pocos que mantienen la calma y el optimismo. Cree que Irán tiene demasiado que perder en un conflicto abierto y negociará detrás de bastidores.

"No pasará nada, Estados Unidos nunca atacará a Irán, nunca", afirma convencido este gerente de una tienda de alfombras orientales que llegó a Estados Unidos en 1984 como refugiado.

Él pertenece a la minoría religiosa bahahí, considerada herética en la República Islámica. Admirador de Trump, "el mejor presidente que he visto en mi vida", confía plenamente en el mandatario, que "es fuerte y sabe lo que está haciendo".