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Mundo, Bolivia, Rodrigo Paz Pereira
El presidente constitucional de Bolivia, Rodrigo Paz Pereira, pronuncia un discurso, luego de su investidura en La Paz (Bolivia), el 8 de noviembre de 2025.EFE

La nueva Bolivia de Rodrigo Paz Pereira

un presidente de derechas que promete “capitalismo popular”. Viraje abrupto, pero sus causas venían madurando desde hace años

Bolivia acaba de protagonizar un giro que obliga a reescribir parte del manual político latinoamericano. Tras casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS) —el partido que Evo Morales elevó de estructura sindical a maquinaria estatal— el país eligió a Rodrigo Paz Pereira, un presidente de derechas que promete “capitalismo popular”. El viraje fue abrupto, pero sus causas venían madurando desde hace años, sobre todo durante la administración de Luis Arce.

La gestión de Arce, que inició con un aura tecnocrática y la promesa de recuperar la estabilidad económica, terminó atrapada en una tormenta perfecta. Su gobierno heredó una economía sobreestimulada por subsidios masivos, un aparato público hipertrofiado y un modelo gasífero desgastado. Con las reservas en declive, Bolivia perdió su principal fuente de divisas y el Estado comenzó a operar casi a pérdida.

A eso se sumaron decisiones tardías: controles cambiarios que espantaron inversiones, parálisis en la exploración de hidrocarburos y un Banco Central sin capacidad de sostener el tipo de cambio. El resultado fue visible: colas para conseguir combustible, escasez de dólares, inflación que ya no se podía maquillar, hasta la impensable escasez de comida y la sensación de que el “milagro económico” del MAS se había quedado sin gasolina… literalmente.

En paralelo, Evo Morales intentó regresar con la fuerza de los viejos caudillos. Sus ataques al gobierno de Arce, los amagos de retomar el control del partido y los procesos judiciales en su contra —por enriquecimiento ilícito, manejo opaco de donaciones y abuso de poder— terminaron por fracturar por completo al MAS. Para la ciudadanía, la imagen de un expresidente enfrentado a su propio sucesor ofrecía un espectáculo agotador. Ya no importaba quién tenía la razón: cansaba la disputa, no se les hace familiar ese escenario de pelas dentro de un partido?.

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El presidente de Bolivia, Rodrigo Paz Pereira (c), en una caravana de cisternas el domingo 9 de noviembre de 2025, en El Alto (Bolivia).EFE

Una alternativa real al masismo

Ese desgaste abrió la puerta a Rodrigo Paz Pereira, cuyo mensaje conectó con el hartazgo nacional: “nunca más ideologías fracasadas”. En la primera vuelta del 17 de agosto de 2025, Paz obtuvo cerca del 32 % de los votos, mientras su rival rondó el 27 % y el MAS se desplomó a un marginal 3 %.

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En la segunda vuelta del 19 de octubre, Paz ganó con alrededor del 54,5 %. No fue un arrase, pero sí una victoria sólida en un país donde la continuidad parecía garantizada. Su partido —una alianza que reúne a clases medias urbanas, sectores productivos y movimientos regionales del oriente boliviano— logró consolidarse como alternativa real al masismo, algo impensable hace apenas un ciclo electoral.

Bolivia entra ahora en una etapa marcada por ese nuevo bloque político, que recogió el voto cansado, el voto silencioso y el voto que simplemente quería pasar la página. Paz promete revisar subsidios, despolitizar empresas públicas, atraer inversiones y poner fin al Estado como botín partidista. Pero su reto es más complejo de lo que parece: además de la crisis económica, enfrenta una Asamblea donde su fuerza política apenas bordea el 40 % de los escaños.

Eso significa que deberá negociar con bancadas pequeñas, con oposiciones regionales y con grupos que todavía orbitan alrededor del masismo residual. Gobernar, para él, será un ejercicio permanente de equilibrio, más cercano a la cirugía política que a la aritmética electoral.

Para Ecuador —y para la región— la lectura es inevitable. No fue la derecha la que ganó en Bolivia: fue el MAS el que se derrumbó bajo su propio peso. Arce perdió porque la economía se quebró; Evo perdió porque su figura dejó de ser un mito y se volvió un problema; y Paz ganó porque supo interpretar ese vacío. Hoy, las sociedades ya no votan por épicas: votan por quien logre que el país funcione. Y cuando ni los combustibles ni los dólares aparecen, el relato más heroico se vuelve un susurro sin fuerza.

Bolivia inicia otro experimento —con promesas, riesgos y dudas— pero deja una advertencia clara: ningún proyecto político, por grandioso que se crea, sobrevive cuando la realidad comienza a desmentirlo todos los días.

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