
Hermanos en el nombre, conflicto en el fondo
Hermanos Musulmane, organización que se fundó con la esperanza de renovar el islam desde sus raíces
Durante su reciente gira por Medio Oriente, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa sorprendió con un decreto que pocos esperaban: el 30 de abril de 2025, Ecuador declaró a la Hermandad Musulmana como organización terrorista. La medida se anunció después de su visita a Emiratos Árabes Unidos, uno de los países que ya mantiene una postura firme contra esa agrupación.
Pero ¿quiénes son los Hermanos Musulmanes? ¿Por qué nosotros una nación andina, sin tradición islámica significativa, adopta una postura tan directa?
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Empecemos por su Genesis , La Hermandad Musulmana no nació como un grupo terrorista. Nació más bien como una idea. Fue en 1928, en la ciudad egipcia de Ismailía, cuando Hasan al-Banna, un maestro y predicador, fundó esta organización con la esperanza de renovar el islam desde sus raíces y devolverlo al centro de la vida social y política.

En un país sometido al colonialismo británico, su mensaje de justicia social, educación y autodeterminación resonó fuerte. En las décadas siguientes, crearon escuelas, clínicas y redes de ayuda social. Con el tiempo, sin embargo, la Hermandad mutó, creció y se fragmentó, como les ocurre a todos los movimientos que navegan entre la espiritualidad, la política y el poder.
En los años 40 y 50, sus células participaron en atentados, incluyendo el asesinato del primer ministro egipcio Mahmoud an-Nukrashi (1948). En 1954, luego de un intento de asesinato contra el entonces presidente Gamal Abdel Nasser, la organización fue proscrita. Desde entonces, vivió entre la represión estatal y el culto subterráneo.
Lo que comenzó como un movimiento reformista devino en actor político y, de allí, en incubador de violencia. Aunque la Hermandad, como organización formal, ha condenado actos terroristas —cuando le resultan políticamente inconvenientes—, su influencia en el islamismo radical es innegable.
En Egipto, vivieron su momento cumbre tras la Primavera Árabe. En 2012, el candidato de la Hermandad, Mohamed Morsi, fue elegido presidente en las primeras elecciones libres del país. Pero su mandato duró poco: un año después, en julio de 2013, fue derrocado por el Ejército tras masivas protestas. El general Abdel Fattah al-Sisi tomó el poder y no tardó en declarar a la Hermandad como organización terrorista. Desde entonces, sus dirigentes han sido encarcelados o enviados al exilio. Morsi murió en prisión en 2019.
Las acusaciones incluyen incitación al terrorismo, conspiración con fuerzas extranjeras y vínculos con ataques contra fuerzas de seguridad en el Sinaí. Al-Sisi ha declarado que la Hermandad "es la matriz de todos los grupos radicales modernos". En 2015, tribunales egipcios dictaron sentencias de muerte contra centenares de miembros.
Y no solo Egipto. Arabia Saudita la incluyó en su lista de organizaciones terroristas en 2014. Emiratos Árabes Unidos lo hizo ese mismo año. Rusia la prohíbe desde 2003. Incluso Siria, donde reina un régimen brutal, considera a la Hermandad su enemigo jurado desde los años 80, cuando estos lideraron una fallida insurrección armada en Hama.
Su expansión fuera del mundo árabe ha sido significativa. En Turquía, encontraron refugio y altavoces. En Europa, operan bajo nombres alternativos, fundando asociaciones islámicas, centros de estudio, fundaciones benéficas. Alemania ha reportado su influencia en mezquitas de Berlín y Fráncfort. Francia ha desmantelado asociaciones por vínculos con redes afines. En EE.UU., operan legalmente a través del Council on American-Islamic Relations (CAIR), aunque su cercanía con postulados de la Hermandad ha sido objeto de investigaciones y controversias.
Algunos dirán que no todos sus miembros son extremistas. Que ha habido ramas moderadas, que participan en elecciones, que dialogan. Es cierto. Pero también es cierto que de su tronco han salido ramas como Hamas asi que La Hermandad ha creado un ecosistema: no son los verdugos directos, pero sí los jardineros del odio.
En tiempos de caos global, donde el extremismo no siempre lleva uniforme, tener claridad sobre los aliados y los riesgos es vital. No es islamofobia, es geopolítica. Y es, también, prevención.
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