
Las imborrables cicatrices que dejan los secuestros en Ecuador
Una pareja relató su momento de sufrimiento tras abordar un taxi. Se registran 6.620 denuncias en los últimos 10 años
Hace 15 días, la vida de Mario y su esposa dio un giro inesperado. Eran cerca de las 17:00 cuando abordaron un vehículo en el sur de Guayaquil, con destino a una reunión laboral. Durante el trayecto, tomaron un taxi amarillo solicitado en la vía. Sin embargo, apenas subieron, dos hombres ingresaron al vehículo y, bajo amenazas, les informaron que se trataba de un secuestro.
La historia de Mario y su secuestro exprés
“Nos aturdieron. Corrimos con suerte porque no nos hicieron daño, pero sí se llevaron nuestros celulares. Nos dejaron abandonados en una ciudadela del sur, cerca de Barrio Centenario. Es una experiencia que no le deseo a nadie”, relató Mario.
El matrimonio vivió 30 minutos de terror. Los delincuentes los retuvieron mientras exigían dinero y los amenazaban. “Yo decía: si me llevan, me llevan con la palabra de Dios. Les hablaba en voz alta, les predicaba. Si me quitaban la vida, quería que la última palabra fuera la de Dios”, recordó Mario, quien asegura que su fe fue lo único que los mantuvo firmes.
El miedo se instaló en su rutina. “Antes ya nos habían robado el vehículo y, previo a eso, sufrimos siete intentos de asalto. Logramos evitar varios gracias a la palabra de Dios, pero ahora no hay paz. Salir a la calle da miedo”, confesó.
Tras el secuestro, la pareja modificó sus hábitos: verifican placas, comprueban los seguros de las puertas, mantienen los vidrios arriba y observan a su alrededor en los semáforos. “Cada salida requiere avisar a dónde vamos, con quién y a qué hora regresamos. Vivimos con nerviosismo constante”, explicaron.
Las secuelas emocionales son evidentes. “He tenido sueños con el taxista. A veces lo veo acercarse, lo escucho hablar por teléfono como aquella vez. Decía: ‘bórrame, bórrame’. Creemos que era parte de una banda, porque todo fue muy coordinado”, relató la mujer.
El impacto económico también fue grave. “Se llevaron el dinero y los equipos que usamos para trabajar. Incluso accedieron a una de nuestras cuentas bancarias. Imagínese el esfuerzo que uno hace por ganarse el pan diario y que en minutos te lo arrebaten. No es justo”, lamentó Mario.
El secuestro exprés duró media hora, pero las consecuencias permanecen. “Ya no queremos tener nada. Solo vivir tranquilos, pagar lo que debemos y agradecer por un día más. Tener algo hoy es pensar que alguien te lo va a quitar”, expresó.

Las cifras de los secuestros crecen en Ecuador
Mario y su esposa forman parte de las estadísticas de secuestros extorsivos: entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de este año, la Fiscalía General del Estado registró 1.263 denuncias, siendo Guayaquil, Quevedo y Quito las ciudades con mayor incidencia.
Luis Edén Vera, docente y experto en seguridad, advierte que Ecuador enfrenta una crisis de salud mental agravada por la inseguridad. “Hemos pasado momentos muy duros como sociedad, y lo que no se ve es prevención. La gente no sabe a dónde acudir y no existe una campaña oficial que ofrezca respaldo”, explicó.
Vera critica además la falta de atención a las víctimas. “Se habla de detener al agresor y de su rehabilitación, pero ¿qué pasa con la reparación a la víctima? Nadie trabaja con ellas ni con los niños, adultos mayores o vecinos que presencian los hechos. Todo esto genera un impacto psicológico profundo”, afirmó.
En ciudades como Guayaquil, Durán, Daule, Esmeraldas y Manabí, denominadas entre las más peligrosas del país, la situación es aún más crítica, y la falta de prevención y apoyo institucional agrava la vulnerabilidad de la población frente a la delincuencia.
Los especialistas opinan al respecto
Ana Minga, especialista en perfilación criminal, recomienda precaución: usar cámaras de seguridad, estar atentos a personas que puedan seguirnos, cambiar rutas y avisar a alguien de confianza ante movimientos inusuales. “Se necesita una sociedad activa, no paranoica, pero alerta”, enfatizó. También subraya la importancia de la atención psicológica: “Es normal que las víctimas presenten paranoia, miedo, insomnio o culpa. Se requiere terapia para sobrellevar el impacto y aprender a cuidarse”.
El psicólogo Alejandro Ruiz Pesantes señala que quienes sufren un secuestro pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático (TEPT). Entre los síntomas se encuentran ansiedad, cambios en el estado de ánimo, pensamientos negativos y flashbacks del evento traumático.
“Es fundamental buscar ayuda profesional y no reprimir las emociones. Los modelos de psicoterapia de urgencia suelen ser breves, con una duración de cinco a seis sesiones, y están diseñados para enseñar rutinas de control de la ansiedad, como ejercicios de tensión y relajación muscular, sugerencias positivas de relajación o una combinación de ambos. Además, buscan modificar los pensamientos negativos que puedan obstaculizar la recuperación”.
El fiscal César Peña recordó que el secuestro extorsivo está tipificado en el artículo 162 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) y se sanciona con 13 a 16 años de prisión. “Es un delito muy común en Ecuador, especialmente en Guayaquil. Casi a diario se reciben denuncias y se detiene a personas por esta causa”, señaló.
El testimonio de Mario y su esposa refleja la realidad que enfrentan muchos ciudadanos: la inseguridad ha convertido actos cotidianos, como tomar un taxi o salir a trabajar, en verdaderas pruebas de supervivencia, dejando secuelas emocionales, económicas y sociales que afectan a toda la comunidad.
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