Idiota

Los antiguos griegos llamaban idiotas a los hombres a los que no les interesaba la política. Si no te involucrabas en los asuntos de tu comunidad eras merecedor de esa cariñosa denominación.

En la Grecia clásica, de donde provienen gran parte de las ideas que fundan nuestra política, todo era muy distinto a como es hoy. Solo eran ciudadanos los varones mayores de edad. Ni las mujeres, ni los niños ni los esclavos tenían derechos, ellos pertenecían al mundo privado del hogar.

Así se fundó la secular distinción entre el ámbito privado y el ámbito público. Dentro de la casa decían los griegos que primaba la violencia, el arbitrio y la autoridad incuestionable del padre de familia. Fuera de casa primaba la libertad de los hombres, quienes como iguales ponían a competir sus virtudes para que las mejores ideas y capacidades mejoren la ciudad.

Las cosas han cambiado. Es bueno que mujeres, niños y quienes antes fueron esclavos sean ahora ciudadanos plenos -aunque todavía haya camino por recorrer 2.200 años después. Pero sobre la idiotez no sé bien a dónde vamos.

Decía hace poco Zuckerberg, el CEO de Facebook, WhatsApp e Instagram, que nuestra comprensión de lo público y lo privado, de lo que es información pública y lo que no, está cambiando. Según él, los jóvenes comparten su información incondicionalmente porque así funciona su vida pública: a través de la tecnología. Esa libertad que era propia de la esfera pública en tiempos de los griegos es ejercida hoy por las nuevas generaciones compartiendo su vida privada y exigiendo que así lo hagan también organizaciones y gobiernos.

Por eso, al menos para mí, la idiotez también cambia. Ya no solo son idiotas quienes se encierran en su vida privada pudiendo intervenir en la solución de cuestiones públicas. Idiotas somos sobre todo, en la época de Zuckerberg, los que jugamos un papel en la vida pública, gobiernos a la cabeza, pequeños columnistas a la zaga, sin apalancar todo ese infinito mundo de usuarios digitales que ofrecen involucramiento, sacrifican su libertad por temas públicos, sin distinguir su vida privada de su vida pública.