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Maestros de construcción, jardineros y trabajadoras del hogar remuneradas en la vía a la Costa, a la salida de su labor el lunes 16 de marzo por la tarde.Juan Faustos

Entrampados en una cuarentena que corta los ingresos del día para comer

Cinco historias de trabajadores vulnerables

Él está en un rincón de su carpintería pensando en cómo va a obtener el dinero para el almuerzo diario. Aníbal García tiene 28 años trabajando como ebanista, en la calle Tungurahua, al sur de la ciudad de Guayaquil. “Si no trabajo, no como”, dice a Diario EXPRESO.

Aníbal tiene dos hijos menores de edad y además tiene que reunir los dólares para pagar la renta del local donde funciona su negocio.

La situación de los comerciantes en tiempo de coronavirus se la puede describir como lo hace el poeta Fabrizio Caramagna: Es de noche que se percibe mejor el estruendo del corazón, el repiqueteo de la ansiedad, el murmullo del imposible y el silencio del mundo.

En cinco historias de comerciantes hay un estruendo del corazón y un repiqueteo de la ansiedad.

Alexandra Henriques es una madre sola, que no recibe la mensualidad de manutención para su nena desde hace cinco años. Ella vende zapatos y labora en un gabinete de belleza. “La situación actual me pone la soga al cuello. Tendré recursos para unos días, pero luego no sé de dónde voy a sacar el dinero para la comida y para la mensualidad de la casa, que es de 450 dólares”, explica. Ella agrega que a través de la oración y de la fe trata de no entrar en desespero.

Y es que en tiempo de coronavirus también se escucha el murmullo del imposible.

Mientras se escribía este artículo el vicepresidente de Ecuador, Otto Sonnenholzner, en una cadena nacional dijo que se repartirá comida para quienes no tienen sueldo fijo y dependen de lo que venden cada día. No dio detalle de la logística que llevará.

Milton Vargas es un maestro de construcción, en esta semana está contratado para pintar una casa y con ello tendrá unos cuantos dólares para el sustento de su familia. Él dice que cuando el pobre lava su ropa, llueve. Se refiere a que en el sector de la construcción no hay trabajo constante y cuando le sale un trabajo debe quedarse en casa, para cuidar su salud. La única opción que tenía, tampoco es posible, esto es viajar a la finca pequeña de sus padres, porque suspendieron los buses interprovinciales.

La situación no es mejor para las trabajadores del hogar remuneradas. Esperanza Rodríguez, a medio día de ayer tuvo que regresar a su casa; sus patrones le explicaron que por salud debe estar en su propio hogar y sin salir. Ella labora puertas afuera y está inquieta porque si no trabaja, no tendrá para pagar alimento y artículos que sacó a crédito.

El presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, Pablo Arosemena, dijo: "Debemos guardanos, y el grande que apoye al débil".

Pero para Elvis Rocafuerte, vendedor de helados ambulante, su situación es diferente buscó vender arroz, azúcar o enlatados. “Esto se venía y me praparé. Ahora tengo una pequeñita tienda, así tendré para pagar la renta y servicios básicos, que suman 100 dólares al mes; y para la comida”, manifiesta.

El aforismo del poeta del siglo XXI, Fabrizio, también se refiere a que en las noches es cuando más se escucha el silencio del mundo.

Es un ‘silencio’ que en este artículo periodístico se le ha dado voces, con cinco historias de quienes viven del día.