Economía

Camaroneras: de perder el miedo a actuar y servir de ejemplo

En el intento de avanzar a una nueva normalidad es clave tomar como modelo a las industrias que el COVID-19 no pudo paralizar

La noche de un 16 de marzo de 2020, mientras la aterradora pandemia decretaba en Ecuador el cierre de negocios y mandaba a guardar a millones de ecuatorianos en sus casas, hubo un sector que nunca paró, que estuvo obligado a no apagar sus motores. Si lo hizo fue para comenzar al día siguiente una nueva jornada laboral que tuvo como consigna el reinventarse la forma de no dejar de ser productivos en medio de la amenaza del COVID-19. Una industria, que tras 48 días de pruebas y errores, hoy da fe de que en el país es posible una reactivación, aunque el temido virus no se haya ido.

Ahora cuando se debate la forma de cómo avanzar hacia una ‘nueva realidad’, las empresas de sectores estratégicos que desde un inicio tuvieron licencia para seguir operando pueden servir de ejemplo para saber cómo actuar. Y en eso se vuelve clave indagar cómo hicieron las camaroneras, por ejemplo, la industria que hoy le genera al país los mayores ingresos de exportación y que, por su giro de negocio debe contratar mano de obra intensiva.

Es jueves 30 de abril y en una de las áreas de Tropack, empacadora de Santa Priscila, 300 personas procesan parte de las 450.000 libras diarias de camarón que, desde ese lugar, se prevé en las próximas horas enviar a China, la cuna del virus que hoy los obliga a adoptar cada una de las directrices que imparte Carlos Monserrate.

Él es el jefe de seguridad de la planta; es decir, quien puso sobre sus hombros parte de la responsabilidad de velar por la salud de las 1.091 personas que trabajan para esta empresa (320 de ellas también procesando tilapia).

Desde hace un mes, sus esfuerzos se han enfocado en cómo crear una atmósfera de desinfección que llegue a cada resquicio de la empresa. Por la labor que realizan, cuenta, los trabajadores ya estaban acostumbrados a llevar consigo mascarillas, guantes y botas, pero no a que al arribar a la planta (ubicada en el km 26 Durán-Boliche), un personal asignado los recibiera con la toma de temperatura, esterilización de manos y que orientara su paso hacia un túnel que rocía en su cuerpo amonio cuaternario, uno de los componentes más usados para inhibir al virus.

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Con temperatura alta, no se entra. Los trabajadores de Tropack (foto) y Natluk inician toda jornada laboral sometiéndose a la toma de temperatura.Valentina Encalada / Expreso

El haber adelantado una hora la salida los dos turnos laborales que tienen permite que el personal que ingresa no llegue a toparse con el que sale y que ello haga más factible el uso de áreas de desinfección. Fue necesario reforzar normas sanitarias, pero también imponer otras que no tenían. “Las botas que antes usaban solo en área de producción, ahora también deben usarlas en zonas externas, esto con el fin de no volver a entrar a la planta con zapatos que pudiesen estar contaminados”. Y para limpiarlas, añade, se tuvo que instalar pediluvios, bandejas con agua y cloro que ayudan en la limpieza.

Han sido días en que Monserrate y su equipo han debido tener mucha paciencia para explicar y repetir procesos para que cada trabajador se acostumbre a las nuevas reglas. Cada empleado hoy sabe que cuenta con un turno y una hora específica para almorzar, que si la mesa tiene capacidad para 8 personas, solo tres deben ocuparla guardando la distancia y que al volver a la planta, deben cambiar de mascarilla, nuevamente tomarse la temperatura y desfilar por el túnel de desinfección cuantas veces se requiera.

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Un trabajador de Natluk, ubicada en Playas, atraviesa por uno de los dos túneles de desinfección que han ubicado en cada una de sus dos plantas.Valentina Encalada / Expreso

“Si usted me pregunta ahorita, después de más de un mes de no haber parado, si es posible trabajar en estas condiciones, yo le digo que sí”, asegura Alejandro Arenas, gerente general de la empresa, una de las tres empacadoras que tiene Santa Priscila, la mayor exportadora de camarón en el país. “Lo que se necesita es mucha asepsia, pero también capacitar a la gente que tenga conciencia de que si no se desinfecta el daño no solo es para uno o para la empresa, sino para su familia”.

Las medidas estrictas aplicadas ayudaron a apaciguar el temor que en un inicio tuvieron los trabajadores y que hizo tambalear a la empresa. Hace un mes se fueron 150 personas dejando a la planta operando a un 60 % de su capacidad. Hoy, ese nivel está en un 80 % y subirlo al 100 % tampoco ha sido sencillo. En época de coronavirus también se han visto obligados a elevar los requisitos académicos para seleccionar a trabajadores. “Hemos tenido casos de gente que no sabe leer avisos que dicen ‘no tocar’, ‘no entrar’, ‘lavarse las manos’. Hoy elegir el personal que debe someterse a nuevas reglas también es importante”, sostiene.

Esta traba se repite en medianas y pequeñas camaroneras. En Natluk, Playas, se trabaja a un 90 %, porque están a la espera de que algunos trabajadores vuelvan. Entre ellos, también están los que siguen un aislamiento preventivo. Pese a la rigurosidad de las medidas es una realidad que el riesgo está en todas partes. En esta empresa hace 2 semanas registraron el primer caso, que los obligó a reaccionar de inmediato. “Esta persona afortunadamente está recuperada, pero tuvimos que actuar rápido aplicando cuarentenas. Respetar el aislamiento siempre será clave, sin importar qué puesto la persona tenga dentro de la empresa”.

En estos días ganarse la confianza del trabajador ha sido importante y para lograrlo en Natluk no se han escatimado gastos para reforzar su seguridad. Además de la toma de la temperatura, el uso de túneles desinfectantes y pediluvios, aquí se les ha entregado mascarillas adicionales de acrílico y se ha incrementado el control de plagas. Si antes la planta se sanitizaba cada 15 días, hoy lo hacen cada semana. “Con todo esto, el presupuesto para temas sanitarios fácilmente se ha duplicado. Si antes era de un 10 %, hoy está en el 20 %”, señala.

Son esfuerzos que ha permitido a esta empresa seguir procesando 100.000 libras al día y seguir exportando a mercados como Estados Unidos, Italia, Holanda, Francia, Tailandia, India e Inglaterra.

261.000 EMPLEOSdirectos e indirectos genera la actividad acuícola a nivel nacional, según datos de la CNA.

Un trabajo silente que en marzo aportó a que este sector, según la Cámara Nacional de Acuacultura (CNA) lograra facturar $ 290 millones a nivel nacional, aun cuando EE.UU., China y Europa siguen con su demanda a media llave, como efecto del temible COVID.

Han sido días de retos (a esto deben sumar los problemas logísticos), pero plegarse a la paralización no ha sido una opción. Hubiese sido letal para la economía y para miles de personas que en este sector dependen de su empleo. Acá se aprendió que si el virus no se irá en 18 meses, se debe aprender a convivir con él.

  • “EL VIRUS NOS LLENÓ DE TEMORES, UNO DE ELLOS: PERDER EL TRABAJO"

Cuando Irma Sellán veía las noticias y se enteraba que el COVID había empezado a paralizar todo el país, ella pensó en dos cosas: en la salud de su familia, pero también en cómo iba a seguir manteniéndola. “Luego del temor de enfermarnos me saltó la preocupación de qué sucedería con mi trabajo. Cómo íbamos a hacer para seguir comiendo si yo no seguía trabajando”.

Afortunadamente Natluk, la empacadora en la que trabaja desde hace 7 años, opera dentro de los sectores estratégicos, lo que le dio una licencia para seguir funcionando. Una labor que en los próximos días se daría a medias, pues una tercera parte de sus compañeros dejó de ir a la planta por temor a contagiarse. Ella decidió no parar, a cambio, se obligó a respetar las reglas que dictó la empresa y a mejorar sus propios hábitos de limpieza. “Yo llego a casa y desinfecto todo, dejo las botas fuera, me quito parte del uniforme que tengo y voy directamente al baño. Yo creo que si los ecuatorianos tomamos conciencia de esto y somos más disciplinados podemos seguir. No pasa nada. Ver a tanta gente sin empleo da tristeza, yo ahora me siento bendecida”.

LA LABOR EN UN ENTORNO CONVULSO

  • Marzo, inicio de la crisis. El confinamiento de China y el de otros países pasó factura a esta industria en marzo. La demanda, que empezó a caer con la suspensión de la celebración del nuevo año chino, se replicó luego en otros mercados como EE.UU. y Europa.

  • La facturación. En ese mes, las ventas sumaron $ 290 millones, un 13 % menos comparado con febrero de este año, esto también porque se envió menos producto. Según la CNA, en marzo se exportaron 115 millones de libras, un 12 % menos.

  • Abril, un mes crítico. Las camaroneras no se han paralizado, pero siguen trabajando a contracorriente. Para este mes, por la caída de la demanda en EE.UU. y Europa, la industria estima que sus ventas descendieron hasta un 45 %.