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Andrés Arauz
Lección. En marzo de 2021, Arauz aprovechó el debate presencial para aclarar lo que dijo y no dijo sobre la dolarización. La historia se repite.Cortesía

La doble vida de Andrés Arauz

Perlas de campaña: en el Ecuador, los correístas defienden la dolarización. En el exterior,  dicen lo que piensan: todo lo contrario.

Lo de los correístas y la dolarización, esa incongruencia que irremediablemente les lleva a caer en contradicciones cada cierto tiempo, entrar en explicaciones inverosímiles y quedar como el perro en las redes sociales, es la consecuencia inevitable de llevar una doble vida: una cosa es la que deben decir a sus votantes en el Ecuador, so pena de perderlos, y otra la que dicen entre sus pares de la izquierda continental cuando salen al extranjero.

En el Ecuador, sí o sí, tienen que presentarse como los adalides de la dolarización. Se recordará al Andrés Arauz candidato a la presidencia hace dos años, repitiéndolo con la sonrisa de año viejo y la elocuencia de un higo: “El mensaje aquí es claro: vamos a mantener y fortalecer la dolarización. Mi nombre es Andrés Arauz y vamos a fortalecer la dolarización. Y que quede claro a todo el mundo: vamos a fortalecer la dolarización”, dijo ni bien empezada su entrevista con Lenin Artieda, en Ecuavisa, antes de que le preguntara nada.

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En el extranjero, en cambio, en contextos donde defienden la soberanía y planifican la unidad monetaria sudamericana con los Fernández, los Lula y los Maduro, no solo se oponen a la dolarización, sino que se revisten de autoridad y pontifican en su contra. Ahí donde pueden hablar sin preocuparse de que sus electores se vayan a poner nerviosos, los correístas son ellos mismos y dicen lo que piensan. Y lo que piensan es que la dolarización fue “una pésima decisión”. Más aún: “Una barbaridad técnica”. Son palabras del líder máximo.

A eso se reduce el episodio de esta semana, cuando se conoció en el Ecuador una entrevista que el indescriptible candidato del correísmo a la vicepresidencia había ofrecido en abril pasado al medio argentino Perfil y que se la tenía bien guardada. Una entrevista en la que resume su propuesta monetaria para el Ecuador: la ecuadolarización. Los dólares serían usados solo para pagos internacionales y, con ese propósito, serían absorbidos por el Estado. A cambio, los ecuatorianos recibiríamos “ecuadólares” electrónicos condenados (pero esta parte inevitable la omite el candidato) a devaluarse. “¿La propuesta suya de desdolarizar -le pregunta el entrevistador con todas sus letras- en realidad es convertir la dolarización en algo similar a la convertibilidad que tuvo la Argentina?”. La respuesta de Arauz es más o menos larga, pero lo esencial cabe en su primera palabra: “Sí”. Acababa de quedar como duque con los líderes de la izquierda continental. Nomás era esperarse que en el Ecuador no llegara a enterarse nadie.

Por supuesto, nos enteramos todos. Ahora Andrés Arauz anda diciendo que no dijo lo que dijo. En ese empeño se le ha unido lo más granado de la ‘inteligentzia’ correísta (si tal cosa existe o merece semejante nombre), algunos de cuyos representantes más egregios se la han pasado los últimos dos días desgañitándose para convencernos de que Arauz está hablando de pagos por medios electrónicos comunes y corrientes; alguno hasta citó la aplicación ‘Deuna’, del Banco Pichincha, como si no estuviera claro que para pagar con ‘Deuna’ se necesita tener dólares en el banco, no ecuadólares. Arauz hasta salió con el pretexto de que la entrevista es de abril, “antes de cualquier candidatura”. Lo cual, si algo significa, es que se la ha pasado mintiendo cuatro meses.

Por último, salió la candidata a la presidencia puesta a dedo por el expresidente prófugo: Luisa González: “Nuestra política ahorita es el dólar”, dijo como sin entender del todo de qué va la cosa. Ternurita. “Y lo aclaro de una vez, porque veo demasiados comentarios y ruido al respecto, falsos, nosotros no tenemos pensado desdolarizar. Jamás, jamás”. Ella, claro, no es la que se sienta con los economistas de Maduro para diseñar el nuevo sucre. O lo que fuera. Ella nomás dice lo que le toca.

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