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Presidente. El titular del CPCCS llegó a su cargo con apenas el 8 por ciento de los votos.Karina Defas

CPCCS: ¿elección con trampas?

El principio de igualdad del voto no se aplica en la elección del Consejo de Participación Ciudadana.  Con eso y tres golpes de suerte, ganó Correa.

¿Por qué el CPCCS pretende sustituir a la Asamblea en la fiscalización de los órganos del poder público? Porque representa al pueblo, dice su presidente, Alembert Vera, y “el pueblo es el primer fiscalizador del Estado”. El exabogado del expresidente prófugo se siente, pues, por encima de la fiscal, por encima del presidente, por encima de todo el mundo. Sin embargo, llegó adonde está con solo el 8 por ciento de los votos. “De cada doce ciudadanos que pudieron votar por él, solo uno lo hizo”, explica Rafael Estrella, un ingeniero de la Universidad de Cuenca que acaba de publicar su segundo libro sobre dos principios constitucionales que al Consejo Nacional Electoral (CNE) parecen tenerle sin cuidado: los principios de la proporcionalidad e igualdad del voto. "Proporcionalidad, igualdad del voto y otros temas en elecciones pluripersonales", es el título de su trabajo, uno de cuyos capítulos está dedicado a analizar el caso del Consejo de Participación Ciudadana: estadística pura y dura para una historia de terror.

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El primer hecho estadístico significativo es la tendencia descendente en la votación de los candidatos a medida que estos se alejan del borde izquierdo de la papeleta. Por alguna razón que quizá tiene que ver con el reflejo de leer de izquierda a derecha, los electores tienden a preferir los candidatos que ocupan los primeros puestos en la papeleta, mientras que aquellos que se sitúan al final tienen, en promedio, una votación menor. Las palabras “en promedio” son importantes: quizá el candidato número 15 tuvo más votos que el candidato número 10, pero la tendencia es a la baja (ver cuadro).

Significa que hay más probabilidades de ganar si se ocupan los diez primeros lugares de la papeleta. Mejor aún: los cinco primeros. ¿De qué depende eso? Se supone que del azar. El CNE organiza un sorteo ante notario público. Y como el correísmo es un partido con una suerte inmensa (tiene la suerte de contar con amigos en la burocracia del sistema electoral), sus candidatos se alzaron con los primeros lugares: el 2, el 4 y el 5 en la papeleta de hombres. Estrella quiso saber qué tanta suerte se necesita para que esto ocurra. Encontró que, entre 20 candidatos, hay 1.140 posibles combinaciones de tres y solo 16 de ellas arrojarían ubicaciones tan ventajosas. Es decir, había el 1,4 por ciento de probabilidades de que esto ocurriera.

Las tres candidatas mujeres del correísmo también obtuvieron posiciones privilegiadas: 2, 5 y 10. ¿Las probabilidades de lograrlo? El 12,21 por ciento. Para que todo sea perfecto, en ambas papeletas el correísmo obtuvo su número de la suerte: el 5. No es fácil olvidar el berrinche que armó Rafael Correa en 2019 cuando, en las papeletas para el CPCCS, se omitió el número de cada casillero. Para el correísmo, que en esta elección viola la ley electoral, el número es importante porque empata con su propaganda habitual de “Vota todo 5”. No es gratuito que, desafiando la tendencia, el casillero 5 sea, con mucha diferencia, el más votado en ambas papeletas. Que el “sorteo aleatorio” haya adjudicado ese lugar precisamente a dos candidatos correístas es otra suerte inmensa: Rafael Estrella calcula en 2,31 por ciento las probabilidades de que eso ocurra. Es como si el correísmo se hubiera sacado la lotería tres veces seguidas jugándole al mismo número. ¿Imposible? No. ¿Improbable? Mucho.

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Finalmente, está el espinoso asunto de los votos no válidos, que tiene relación directa con el tema del libro de Rafael Estrella: el principio de igualdad del voto. Resulta que el CNE de Diana Atamaint ha decidido que quienes votan nulo o blanco son ciudadanos de segunda: en la elección del CPCCS, sus votos valen un tercio de su valor o, directamente, ni siquiera se cuentan. Esto es importante porque, desde 2019, quienes se oponen a la existencia de este organismo promueven el voto nulo con la esperanza de obtener, por esa vía, la anulación de la elección. En realidad no saben, porque los resultados oficiales encubren los hechos, lo cerca que están de cumplir ese objetivo.

Estrella lo explica con claridad. La elección del CPCCS no es, en estricto sentido, una elección pluripersonal en la que cada voto se divide entre los integrantes de una lista. Aquí, el elector tiene ante sí una papeleta con 20 candidatos, de los cuales debe elegir tres, de tal manera que su voto no se divide entre ellos, sino que la papeleta se multiplica. Si una persona vota, por ejemplo, por Alembert Vera, Augusto Verduga y Eduardo Franco Loor, cada uno de esos candidatos suma un voto, no un tercio de voto. Es decir que, por cada papeleta, el CNE cuenta tres votos. Pero si esa misma persona vota por Alembert Vera y deja el resto de la papeleta en blanco, entonces el CNE decide contar uno solo, como si dicho ciudadano valiera un tercio. En realidad, para hacer efectivo el principio constitucional de la igualdad del voto, debería tomarse en cuenta los tres votos parciales de esa papeleta: uno para Alembert Vera y dos blancos. Según esa misma lógica, los votos nulos deberían multiplicarse por tres, lo mismo que los votos totalmente blancos.

En este punto de su libro, Estrella deja a un lado la estadística para convertirse en cronista y contar cómo el CNE llegó a tomar esa decisión. Cómo el asunto se sometió a votación mientras la consejera Estela Acera era presionada por el mismo Rafael Correa, que por Twitter le decía que tuviera cuidado con lo que iba a hacer. Cómo quedó empatado el asunto, dos consejeros a favor de que los votos nulos y blancos se multiplicaran por tres y dos en contra. Cómo la presidenta Diana Atamaint, que debía desempatar la cosa con su voto dirimente, decidió no hacerlo, fiel al correísmo, y dejarlo todo “como estaba”, es decir, como venía procediendo el CNE desde los tiempos del correísmo en caso de elecciones pluripersonales: en este caso, el voto nulo o blanco vale un tercio. “¡Los vencimos!”, proclamó en Twitter Rafael Correa.

Si se aplicara el principio de igualdad del voto, los 2,9 millones de votos nulos y 2,3 millones de votos blancos reportados por el CNE en la última elección del CPCCS tendrían que multiplicarse por 3. Y no solo eso. A los 15,6 millones de votos resultantes habría que añadir todos los votos blancos parciales que el CNE ni siquiera cuenta, pero Rafael Estrella calculó con bastante exactitud: son 6'089.644. Total de votos no válidos: 21,7 millones, aproximadamente. Comparados con los 11,2 millones de votos válidos (la suma de los votos de todos los candidatos), los blancos y los nulos alcanzan dos tercios de la elección. Algo así como el 66 por ciento. ¿Alembert Vera representa al pueblo? Nomás al 8 por ciento del 33 por ciento. Saque cuentas.