
Quito convierte los residuos orgánicos en abono en composteras móviles
Un proyecto piloto entregó 10 composteras, lo que despertó el interés sobre el manejo adecuado de desechos orgánicos
Cada día, Quito genera más de 2.200 toneladas de basura, de las cuales el 60% corresponde a desechos orgánicos, provenientes principalmente de hogares. Estos residuos biodegradables pueden convertirse en compost, un fertilizante natural que sustituye los químicos y genera un impacto ambiental positivo.
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Aunque el compostaje es un proceso sencillo que puede realizarse en casa, diversas iniciativas públicas y privadas han surgido para gestionar estos residuos de manera eficiente.
Francisca Jaramillo, representante de Biocompost, explica que si bien los residuos orgánicos se pueden descomponer fácilmente y no necesitan de grandes cantidades de energía para transformarse, son una fuente de contaminación ya que si no son aprovechados de manera correcta producen metano, que es 25 veces más contaminante que el dióxido de carbono.
Una de las iniciativas surgió de la Empresa Pública Metropolitana de Gestión Integral de Residuos Sólidos (Emgirs) y desde 2024 ha promovido la instalación de composteras móviles en distintos puntos de la ciudad.
Gustavo Collaguazo, representante de la entidad municipal, explica que este proyecto nació de la necesidad de reducir la cantidad de residuos que llegan al relleno sanitario de El Inga. “Buscamos concienciar a la comunidad sobre el manejo de desechos y cómo pueden aprovecharlos en casa, promoviendo la actividad como una alternativa sostenible”, señala.
El programa arrancó con una prueba piloto de diez composteras, y debido a la buena aceptación de la ciudadanía, se adquirieron 200 más a principios de 2025. La participación se gestiona mediante una convocatoria en redes sociales, donde los interesados envían una solicitud y pasan por una evaluación. Cada compostera tiene capacidad para 400 kilos de residuos y su diseño permite la aireación para facilitar el proceso de descomposición. Collaguazo recalca que el equipo se entrega a un mínimo de 30 personas o 10 familias.
Actualmente, hay 210 composteras operativas en conjuntos residenciales, universidades y unidades educativas. Emgirs capacita a los beneficiarios sobre el manejo adecuado de los residuos y realiza visitas periódicas para evaluar el proceso. La meta, agregó el funcionario, es adquirir otras 200 unidades en los próximos meses para ampliar el alcance de este proyecto.
Separación de los residuos
Collaguazo explica que el éxito del compostaje depende de la correcta separación de los residuos. Se deben utilizar desechos orgánicos como cáscaras y restos de vegetales en trozos pequeños, combinados en una misma proporción con materiales secos como aserrín, cartones y hojas secas. En la mezcla no se debe incluir restos de carne, grasas, huesos o papel higiénico, ya que pueden generar malos olores y atraer plagas.
Contrario a algunos mitos, las composteras bien gestionadas no producen malos olores ni generan problemas sanitarios. La primera cosecha de compost toma alrededor de tres meses, momento en el que el material adquiere un olor similar a la tierra húmeda. Además del abono sólido, el proceso genera un fertilizante líquido conocido como biol, que fortalece el crecimiento de las plantas.

Patricia Álvarez maneja dos composteras en dos edificios residenciales ubicados en la avenida Granda Centeno, en el norte de Quito. Comenta que el programa ha generado mayor conciencia sobre el manejo de la basura. “De un edificio, cada semana obtenemos uno o dos baldes de desechos húmedos que mezclamos con aserrín o cubetas de huevo picadas. Cuando el compost está listo, lo utilizamos en las jardineras del conjunto”, dice.
Francisca Jaramillo, de Biocompost, lidera una iniciativa privada que desde 2018 recolecta residuos orgánicos puerta a puerta. Las familias pagan una tarifa mensual de $10 y reciben abono cada tres meses.
Desde el año que empezó el proyecto ha visto cómo el interés por un manejo responsable de residuos orgánicos ha crecido en la capital. Actualmente, más de 1.000 hogares y varias empresas participan en este programa, que también proporciona certificados sobre la reducción de gases de efecto invernadero gracias al compostaje.

Para Jaramillo, la clave es fomentar hábitos responsables. “Las familias que participan notan un cambio en su manejo de residuos. Antes desechaban tres fundas de basura a la semana, ahora solo una. Los residuos orgánicos, bien gestionados, pueden ser aprovechados en lugar de contaminar el medioambiente”, destaca.
Tanto Collaguazo como Jaramillo resaltan la importancia de un adecuado tratamiento de los residuos orgánicos para reducir la acumulación de desechos en los vertederos, minimizar la emisión de gases contaminantes y fomentar prácticas ecológicas en la ciudad.
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