
Quito requiere más prevención en gestión de riesgos
Los recientes eventos en el Guagua Pichincha ponen en duda la gestión de riesgos en la ciudad. Expertos analizan la situación
En la última semana, la atención de los quiteños ha estado más pendiente del volcán Guagua Pichincha, luego de que se conociera que se han detectado recientes anomalías. Sin embargo, el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional ha explicado que la situación es similar desde el año pasado.
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¿Cuál es el estado del volcán Guagua Pichincha?
Alexandra Alvarado, directora (s) de la institución, explica que de acuerdo con el informe del 5 de junio, el volcán en cuyas faldas se levantan decenas de barrios de la ciudad, estaba en un nivel de actividad superficial baja, con tendencia ascendente y con una actividad interna baja, sin cambios.
Se trata de un volcán que no produce flujos de lava, dice Alvarado, pues tiene un magma muy espeso, que deja montículos y puntas que entre cuando son más altas, colapsan. Eso produce un choque fuerte, el material se tritura y produce flujos piroclásiticos hacia el occidente, es decir hacia el río Cristal, que es lo que pasó en 1999 y 2000. Esa es una zona boscosa. La experta señala, en caso de una posible erupción, el riesgo para la ciudad se concentraría en la caída de ceniza y eso dependería de la altura de la erupción, la cantidad de magma que arroje y la dirección del viento.
Por otro lado, el Geofísico monitorea también a otros volcanes activos que implican riesgos potenciales para Quito, que son el complejo Atacazo-Ninahuilca, el Pululahua, el Reventador, Cayambe, el Antisana y el Cotopaxi. Este último está en permanente monitoreo, pues en los últimos años presentó actividad pero actualmente se encuentra “tranquilo”, según los Alvarado. Sobre los volcanes, generan información de su actividad y mapas de posibles afectaciones, así como informes regulares. En el caso de volcanes como el Pichincha, el Reventador o el Cotopaxi, que han presentado anomalías o actividad reciente, los reportes son más frecuentes y, dependiendo de esa actividad, pueden ser mensuales, semanales o diarios.
El Geofísico se encarga también de reportar sobre actividad sísmica tanto a las autoridades nacionales y locales como a la ciudadanía, que va desde la magnitud y el epicentro hasta los daños y réplicas. Alvarado señala que los técnicos del Instituto tienen un protocolo y mantienen reuniones periódicas y comunicación constante con el Municipio de Quito y de otras ciudades y con la Secretaría Nacional de gestión de Riesgos para compartir información en todas las emergencias.
¿En Quito existe un plan de riesgos?
Antes de la aprobación del Plan Metropolitano de Gestión Integral de Riesgos, el 1 de abril pasado, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y Gestión de Riesgos del Municipio presentó varios documentos ante el Concejo Metropolitano de Quito. Entre ellos consta un informe técnico con un apartado de diagnóstico de las amenazas que enfrenta la ciudad, por tipo.
Christian Rivera
Allí constan aquellas que originan riesgo intensivo, es decir aquellas que no ocurren todo el tiempo pero que, cuando llegan, causan graves daños, como los terremotos y las erupciones volcánicas. El otro grupo son las amenazas que originan riesgo extensivo, que son constantes pero de menor impacto, como las inundaciones urbanas o los incendios forestales.
El nuevo plan estará vigente de 2025 a 2033 y busca organizar la gestión de riesgos en las 10 administraciones zonales del Municipio. Tiene seis lineamientos sobre riesgos: conocimiento e identificación; gobernanza, prevención, mitigación; educación, capacitación y prevención y, finalmente, preparación y respuesta institucional. El presupuesto para su implementación es de 864 millones de dólares e incluye el Plan Ante Eventos Climáticos, para épocas seca y lluviosa.
Para José Salazar, docente de la facultad de Ingeniería y Arquitectura de la UISEK, los planes del Municipio están bien estructurados, “pero lo complicado es ponerlos en acción, porque el papel aguanta todo y hay acciones que se escriben pero nunca se ponen en práctica, como la difusión de programas de riesgos a la ciudadanía”. Según Salazar, las campañas masivas de difusión deben ser constantes para que los planes funcionen.

Quito necesita medidas de prevención
Por otro lado, destaca que la ciudadanía en general no tiene una cultura de gestión de riesgos y a los gobiernos locales les correspondería asumir esa educación en esa área. “Quito es una ciudad que tiene muchos riesgos por cómo vivimos y por su ubicación. Las sequías, las lluvias, movimientos sísmicos, volcanes activos, riesgos hidrometeorológicos, etc. son riesgos potenciales y deberíamos estar mucho más conscientes de las situaciones que generan peligro por vivir aquí. No significa vivir con miedo sino estar prevenidos y preparados”, dijo.
El principal problema, señaló Salazar, es que se invierta más presupuesto y recursos en reacción que en prevención y que la cultura de riesgos sea muy cortoplacista y coyuntural y no se piense en el futuro. Por eso recomienda mayor inversión y una mejor distribución del presupuesto.
José Salazar
Por otro lado, Christian Rivera, especialista en Prevención de Riesgos, considera que es importante que los quiteños “comprendamos que vivimos en un país altamente sísmico y volcánico y en cualquier momento podemos tener actividad del Cayambe, Reventador, Pichincha o un sismo, entonces no hay que asustarse sino prepararse”. Por eso considera que cada familia, independientemente de lo que hagan las autoridades, debe trabajar en un plan de emergencias, saber qué hacer, qué llevar, dónde reunirse si algo así llega a ocurrir.
El Municipio, por su parte, debe velar por el crecimiento ordenado de la ciudad, mantener informada a la ciudadanía en el caso de eventualidades como las mencionadas y proteger las fuentes de agua y la provisión de servicios. Además, Rivera resalta la importancia de que se impulse la organización en barrial, activando comités de gestión de riesgos comunitarios, por ejemplo y eso debe estar a cargo de personal técnico capacitado y no de cuotas políticas.
El problema, dice Rivera, radica en que a ningún municipio parece interesarle la gestión de riesgos en prevención, sino solo reacción y eso afecta el desarrollo del país. Si bien hay que responder una emergencia porque hay heridos y fallecidos, la ruta adecuada es prevenir más y responder menos.