
El metro, entre constantes fallos y descuido de usuarios
Pese a las campañas educativas, las actitudes nocivas de ciertos ciudadanos persisten Los problemas del sistema les afectan.
Tras un año y siete meses fuera de servicio, el tren UT 16 del Metro de Quito está a punto de reincorporarse a la flota de 18 trenes que tiene el sistema de transporte subterráneo de la ciudad. Según la empresa Metro de Quito, eso ocurrirá a finales de julio, cuando finalice la sustitución de piezas y el montaje de nuevos equipos.
Mientras tanto, los usuarios continúan familiarizándose con el nuevo sistema de apertura de puertas: los fines de semana, feriados y en las horas valle de lunes a viernes, es decir cuando hay menor afluencia, deben presionar un botón para que las puertas se abran antes de embarcar y desembarcar (de 05:30 a 06:30, de 10:00 a 17:00 y de 20:00 a 23:00).
A pesar de que junto a esos botones hay carteles informativos sobre el uso del botón, en los pasamanos hay carteles colgantes que invitan a la gente a aprender sobre el nuevo sistema manual para convertirse en “usuario experto” y que los operadores anuncian por altavoz si se debe presionar el botón o si las puertas se abrirán automáticamente, dependiendo del horario, aún hay personas que intentan accionar el mecanismo en horas pico, es decir, cuando las puertas se abren sin necesidad de su intervención.
En general, los usuarios del Metro usan con mayor cuidado y respeto sus unidades y estaciones que las de otros sistemas de transporte como el Trole, la Ecovía, el corredor Central Norte o los autobuses privados convencionales. Sin embargo, la luna de miel entre pasajeros y el Metro parece estar terminando. Aunque la Cultura Metro sigue difundiéndose entre el personal del sistema y en toda su infraestructura, hay personas que dejan basura en las bancas, en los trenes o que se apoyan en las puertas aunque hay advertencias de que no debe hacerse.
¿Por qué aumenta el descuido de los usuarios?
Según la socióloga María Augusta Espín, el comportamiento de los ciudadanos hacia los servicios urbanos, como el Metro de Quito, refleja una serie de factores socioculturales y económicos que influyen en la percepción y el cuidado del espacio público. “A veces, los ciudadanos pueden sentir que los espacios públicos o infraestructuras que son del Estado o del Municipio no les pertenecen. Si el Metro es percibido como un bien ajeno, es mucho más probable que se descuide”, dice.
Por eso considera muy importante que la educación formal y el fomento del respeto y el cuidado del Metro y, en general, los bienes de uso público, a través de la identificación con el espacio, para que no exista este comportamiento de descuido.
Según Espín, si bien el Metro ha intentado concienciar sobre este tema a sus usuarios, los esfuerzos hasta el momento son escasos y, por otro lado, entre la comunidad puede haber carencia de la comprensión necesaria sobre el valor del servicio y la importancia de cuidarlo. Por otro lado, señala que es necesario que existan mecanismos efectivos y reales para sancionar los comportamientos perjudiciales como botar basura, dañar la infraestructura y otras afectaciones al sistema, para que las personas no crean que sus acciones no tienen repercusiones.
“Esto, por ejemplo, es algo que se conoce como la tragedia de los comunes. Cuando no hay control y responsabilidad colectiva, por ejemplo, paulatinamente se llega a un deterioro del bien común y también el tema de que ciertos comportamientos negativos se vuelven comunes y se vuelven aceptados socialmente”. Es decir que el no respetar el espacio del Metro puede empezar a crear un ciclo negativo donde este descuido se normalice, como ya ha ocurrido con otros sistemas de transporte, servicios y espacios públicos.
Las boleterías
Desde la inauguración del Metro, en diciembre de 2023, las cosas han cambiado. Si bien la mayoría de usuarios utilizan la tarjeta Ciudad, la aplicación del sistema, su cédula de identidad o pagos con De Una o con tarjetas de crédito o débito, los usuarios menos frecuentes, quienes no han podido hacer una recarga o quienes no viven en Quito siguen necesitando comprar tiques en las boleterías de las estaciones. Sin embargo, el personal en las ventanillas se ha reducido.

Por ejemplo, el jueves pasado, a las 17:44, de las tres ventanillas disponibles en la Estación Universidad Central solo había una activa. Un guardia de seguridad y una guía educativa ofrecían información mientras la fila que tenía unas 40 personas pero se iba poniendo más larga poco a poco, porque es una hora de alta afluencia.
En la Estación La Alameda, la situación era más compleja, pues una usuaria que llegó con la intención de comprar su boleto se encontró con tres ventanillas cerradas y no hubo nadie que le ofreciera información. Era Isabel Torres, quien no vive en Quito y no sabía qué hacer. Esperó hasta que otra usuaria le ayudará a resolver su problema y afirma que no es la primera vez que necesita el Metro para movilizarse en Quito pero sí la primera vez que no puede comprar su boleto.
Según Metro de Quito, se está privilegiando los pagos digitales, por ser los más rápidos y cómodos para viajar en los trenes. En el caso de la Estación La Alameda, hay ciertos horarios en que se cierra la taquilla que está ubicada en el ingreso del Arco de la Circasiana, pero la empresa explica que en esas ocasiones se coloca un cartel grande para informar que no se aceptan pagos en efectivo y que se debe ingresar por el otro acceso para hacer ese tipo de pagos. De hecho, allá está el personal para atender a los usuarios.
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