Quito

avenida Amazonas
Silencio. Así luce la avenida Amazonas, con locales cerrados y muchos vacíos. Los pocos usuarios ven como positivo el plan para recuperar y repoblar esta zona.Franklin Jácome

La Mariscal: negocios cerrados y abandono marcan la avenida Amazonas en Quito

Los arriendos altos y la inseguridad frenan la reactivación de negocios en esta tradicional avenida

Casas abandonadas, aceras desoladas y negocios con las persianas bajas. Ese es el paisaje que predomina hoy en la avenida Amazonas, en pleno corazón de La Mariscal, una zona que en décadas pasadas fue símbolo de modernidad, comercio y turismo en Quito. A lo largo de la vía, los rótulos de ‘Se vende’ y ‘Se arrienda’ son cada vez más numerosos, mientras el flujo de visitantes se reduce drásticamente.

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Avenida Amazonas enfrenta grave despoblamiento

Un equipo de EXPRESO recorrió el sector y constató que, para vecinos y comerciantes, el deterioro no es reciente, sino que comenzó hace más de 15 años, cuando entidades estatales, bancos y embajadas trasladaron sus oficinas a las plataformas gubernamentales y otras zonas de la ciudad. El arquitecto Lenin Lara, docente investigador de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), explica que este fenómeno responde a un proceso de gentrificación que desplazó el eje comercial de la avenida Amazonas.

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“El costo del suelo, los altos arriendos y la inseguridad han contribuido al despoblamiento. Lo positivo es que La Mariscal aún cuenta con todos los servicios y buena accesibilidad, pero la población y la actividad económica se han ido desplazando”, señala Lara.

El impacto es visible en los negocios que aún resisten. Freddy Mena, propietario de una pizzería, recuerda cuando La Mariscal era un punto de encuentro turístico y cultural. Hoy, dice, su local recibe menos clientela y afronta la presencia constante de habitantes de calle. “Hace poco la policía desalojó a un grupo y les encontró desarmadores. Eso ahuyenta a los visitantes”, lamenta.

Para él, propuestas como convertir la avenida Amazonas en bidireccional podrían revitalizar la zona. “Hace treinta años esto estaba lleno de vida. Necesitamos que vuelva esa afluencia de gente”, afirma.

inseguridad en La Mariscal
Inseguridad. Turistas y habitantes dicen que antes de repoblar esta zona hay que combatir el microtráfico y los robos, además de tratar a las personas en situación de calle.Franklin Jácome

Costos altos frenan nuevos negocios

La inseguridad y el abandono también han afectado los negocios culturales. Dylan Cabezas, administrador de una librería, dice que varios emprendimientos han intentado instalarse en el sector, pero no sobreviven ni un mes. “La imagen del barrio está deteriorada, (hay) drogas, robos… y los clientes no quieren venir”.

Paradójicamente, pese a los problemas, los arriendos siguen siendo altos. Según portales inmobiliarios, alquilar un local comercial en La Mariscal cuesta entre 500 y 1.000 dólares mensuales, y en intersecciones estratégicas como Amazonas y Roca o Amazonas y Colón, el valor puede llegar a 2.400 dólares.

El abandono ha sido notable. Hay locales vacíos, casas deshabitadas y eso se ha convertido en foco de inseguridad.

Mishelle Ramírez 

comerciante

El historiador Patricio Guerra recuerda que esta zona fue clave en la expansión de Quito y llegó a ser considerada el centro de la urbe. En las décadas de 1940 a 1970 vivió un auge como símbolo de la “nueva modernidad”. En los años 80 se consolidó como zona rosa, pero la falta de control, el exceso de bares y centros nocturnos, y el incremento de la delincuencia llevaron a que muchos residentes la abandonaran. “Hoy hay casas patrimoniales vacías y mantenerlas es costoso. Además, para cualquier remodelación se necesita autorización, lo que desincentiva su uso”.

Para Guerra, la reactivación es posible si se implementan incentivos que promuevan el repoblamiento y si se combinan usos residenciales con actividades de entretenimiento, siguiendo modelos exitosos aplicados en otras ciudades del mundo. “Hay que controlar los niveles de ruido y facilitar que estas casas patrimoniales no sean una carga, sino un activo para el barrio”, concluye.

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