
Tradiciones en Playas: Así se prepara la Mesa para el Muerto en noviembre
También conocida como Ángeles Somos, es una de las pocas tradiciones que aún se mantienen en General Villamil Playas
En el barrio Balcón del Pacífico, conocido como el Mirador de Playas, las tardes del Día de los Difuntos huelen a arroz con mariscos, a pan recién horneado y a velas encendidas.
Allí vive Carlos Yagual Reinoso, quien conserva en su voz la historia de su pueblo. “Así lo hacían mis abuelos —dice—, así seguimos algunos todavía. Es una costumbre muy antigua, de nuestros mayores, de los cholos de la Costa que aprendieron a hablarle a la muerte sin miedo”.
La tradición se llama Mesa para el Muerto o Ángeles Somos, y consiste en preparar todos los platos que al difunto le gustaban: el ceviche bien aliñado, el caldo de pescado, los asados, las frutas dulces, la bebida favorita… Todo se dispone sobre un gran mesón cubierto con sábanas blancas, rodeado de velas y de recuerdos. Es un altar hecho con amor y con la esperanza de que, por una noche, los muertos regresen a probar la comida que tanto quisieron.

Mientras la familia visita el cementerio, las viandas quedan servidas, esperando que el alma del muerto regrese a comer.
“Cuando volvemos, ya al caer la tarde, llegan los vecinos, los niños, los conocidos. Es la hora del Ángeles Somos”, cuenta Yagual. Entonces, las casas se llenan de murmullos y risas, y la comida comienza a repartirse entre todos.
Dicen que quienes prueban esos platos se convierten por un momento en mensajeros del más allá. “Los muertos vivientes”, bromean los mayores, mientras la dueña de casa insiste: “coman, coman, que mi muertito comía todito.” Nadie se va con hambre; nadie se va sin recordar.
Pocas familias aún mantienen la tradición
La familia Borbor es una de las pocas que aún mantiene la tradición completa. En su casa todavía se pone la mesa cada 2 de noviembre, aunque el costo de la vida ha hecho que muchos ya no puedan hacerlo.
“No es que la gente haya olvidado"dice Yagual—, es que a veces el bolsillo no alcanza. Pero el corazón sí recuerda.”
Y mientras en otras regiones del país se mezclan los sabores de la colada morada y las guaguas de pan, en Playas el eco del mar acompaña el canto ancestral que sigue pasando de generación en generación.
Cuando la noche cae sobre Playas y el viento trae olor a sal y a recuerdos, las velas titilan en las mesas encendidas. Afuera, los niños siguen cantando con sus canastas de pan y sonrisas: “Ángeles somos, del cielo venimos…”.
Y quizá, entre las sombras suaves del hogar, algún alma querida se sienta un momento a escuchar, a saborear el último bocado de su historia.
Porque en cada plato servido y en cada voz que canta, los muertos vuelven —breves, luminosos, amados—, recordándonos que mientras se les recuerde, nunca se van del todo.
Este 2 de noviembre, la Junta Cívica de Playas compartirá con los visitantes del cementerio tradicional colada morada y guaguas de pan, en un gesto simbólico de solidaridad, paz y esperanza.
Así lo anunció el presidente de la entidad, Walter Maridueña, quien destacó que esta iniciativa busca mantener vivas las costumbres que unen a las familias en esta fecha de recordación y afecto hacia los seres queridos que partieron.
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