
Imbabura: El ritual que abre las puertas de la montaña
Antes de ingresar a los bosques de Imbabura, los guías hacen una ceremonia Piden permiso a la Pachamama con respeto
Manuel Chuma, guía naturalista, lidera la caminata por la montaña en el sector de Conrayaro, parroquia San Blas, cantón Urcuquí. Pero antes de dar el primer paso, hay algo imprescindible: pedir permiso a la naturaleza.
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De pie, con los ojos cerrados, Chuma recita una oración: “Te saludo y respeto, Pachamama. Quienes ingresamos queremos sentir tu poder”. Luego besa la tierra. Con su dedo toca el suelo y lo lleva a sus labios en señal de gratitud. Con una reverencia a los cuatro puntos cardinales, el ritual se completa. “Es una forma de respeto. Antes de cualquier actividad, pedimos permiso. La montaña es nuestro guardián, y si queremos que nos permita explorarla, debemos honrarla”, explica el guía.
Este acto va más allá de la simple tradición. Según Chuma, quienes ingresan al bosque deben reafirmar lo positivo que desean recibir.
Al viento del sur, le piden que se lleve las energías negativas y traiga armonía. Al sol, su calor y luz. Al agua, que equilibre la tierra. El ritual concluye con un círculo de manos entre los participantes y una bebida ancestral que se comparte con la naturaleza al lanzarla al aire.
Álvaro Moreno, un turista proveniente de Pasto, Colombia, se sorprendió con la ceremonia. Es impresionante cómo valoran y respetan la naturaleza. No solo caminan por la montaña, sino que la sienten y la entienden -comenta.
La caminata por Conrayaro no es solo un recorrido turístico. Es una experiencia que permite conocer la riqueza natural del Geoparque Mundial de la Unesco en Imbabura.
Durante una hora, los visitantes descubren plantas medicinales, árboles nativos y especies únicas en el mundo, todo envuelto en el conocimiento ancestral que los guías comparten.
Para Gabriela Chiza, investigadora en saberes ancestrales, este tipo de prácticas son fundamentales para la conservación de los ecosistemas. “El conocimiento indígena nos recuerda que no somos dueños de la tierra, sino parte de ella. Rescatar estos rituales ayuda a fortalecer el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza “, explica.

La montaña nos escucha y nos cuida, si sabemos hablarle -sentencia Manuel Chuma antes de iniciar el recorrido. Para él, este acto de conexión con la Pachamama no es un simple rito, sino un lenguaje de respeto que se ha transmitido de generación en generación.
Finalmente, tras una hora de una larga caminata, la montaña deja ver la hermosa cascada Conrayacu. Sus aguas cristalinas son un lugar de descanso y admiración. Algunos visitantes aprovechan para mojarse el rostro, otros simplemente se sientan en silencio, escuchando el murmullo del agua. “Es el premio de la montaña por haber respetado su camino”, dice el guía Manuel Chuma, con una sonrisa de satisfacción.
Un sendero medicinal y de vida
El recorrido sigue un sendero boscoso que se abre paso entre la espesa vegetación. A lo largo del trayecto, los lugareños reconocen cada planta, hongo y raíz que sirve para curar dolencias. Desde el guanto, cuyas hojas se utilizan para aliviar el dolor de cabeza, hasta el chuchuguazo, conocido por sus propiedades energizantes y medicinales. “Aquí todo tiene un propósito, la naturaleza nos da lo que necesitamos”, dice Manuel Chuma, mientras muestra una hoja de ortiga, usada para reactivar la circulación sanguínea.
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