Rusia y China y su asociación frente a Occidente

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Producto del negocio que está cerrado es la caída de Rusia, por la invasión de Crimea y sus choques con Ucrania...

Mientras en Londres debaten los miembros de la OTAN sobre el futuro de la organización y las objeciones hechas por Trump, Putin y Xi Jinping han mantenido una videoconferencia que les permite fortalecer los lazos políticos y económicos que cada vez se estrechan más. 

Producto del negocio que está cerrado es la caída de Rusia, por la invasión de Crimea y sus choques con Ucrania, lo que le ha disminuido sus ingresos por venta de gas a la Unión Europea, y los problemas que afronta Pekín por asuntos de aranceles impuestos por EE. UU., a sus productos. Como resultado de las conversaciones han acordado una gran obra de ingeniería: el gasoducto que llevará gas ruso a China Power, de Siberia, en un canal de más de 6.000 kilómetros, que se convierte en uno de los proyectos energéticos más importantes desde que desapareció la URSS. 

Grandes inversiones. Esto supone la inversión de más 50.000 millones de euros en ambos países. Rusia suministrará a China más de un billón de m3 de gas natural durante 30 años. El proyecto, que empezó a planificarse en 2014 y que incluye la construcción de otros dos campos, aportará a la golpeada economía rusa más de 363.208 millones de euros.

El líder ruso y su homólogo chino inauguraron por la videoconferencia referida la flamante tubería, construida y operada en Rusia por la estatal Gazprom, que conectará los campos de gas del este siberiano con los centros industriales del norte de China y abastecerá la gran región en torno a Pekín y a lo largo de la costa, hasta Shanghái. Cuando se cumplen 70 años de la apertura de sus relaciones diplomáticas y después de atravesar años de rivalidad, Rusia y China han afianzado sus vínculos bilaterales. A raíz de las sanciones de la UE y EE. 

UU. por anexionarse la península de Crimea, en 2014, Moscú empezó a buscar otras alianzas económicas. Mientras, el deterioro de la relación entre Pekín y Washington, especialmente a partir del inicio de la guerra comercial hace año y medio, ha impulsado al gobierno de Xi a buscar socios alternativos sólidos.

El precio que pagará Pekín por el gas ruso no se ha hecho público. Ambos países colaboran estrechamente en materia militar, como mostraron con la participación china en las gigantescas maniobras rusas “Tsentr” de este año.

Nueva ruta de la seda. En sus comienzos, cuando el presidente Xi Jinping presentó la idea en las cumbres en Astaná (Kazajistán) y Yakarta (Indonesia) en 2013, la propuesta se ceñía a los países vecinos, y su propósito era principalmente la construcción de infraestructuras. Pero ha ido expandiéndose geográficamente, a medida que ha ido creciendo la credibilidad de China en el exterior. Actualmente, según Pekín, están adheridos más de 100 países.

Para sus críticos se trata de un plan para aumentar su influencia en el mundo, expandirse en Asia y convertirse en la nueva potencia dominante. Para sus defensores, empezando por el propio gobierno en Pekín, es casi una panacea para todos los males globales, que permitirá el desarrollo de los países más pobres de alrededor, beneficiarse a todos de un aumento del comercio y generar toda suerte de sinergias.

Un puerto en Portugal, el de Sines; una ruta de tren a Madrid. Un gasoducto en Kazajistán, una urbanización en Malasia. Infraestructura repartida por los cinco continentes, un plan estratégico de ramificaciones geopolíticas y económicas, criticado por algunos como un instrumento para dominar el mundo y alabado por otros como un plan Marshall del siglo XXI que ayudará a desarrollar regiones olvidadas.

América Latina. Los chinos, que han sido golpeados económicamente por los aranceles que les impone EE. UU. y tratan de recuperarse por todos los lados. También han incursionado con bastante éxito en América Latina. Prestan dinero a tasas mayores de las normales y tratan de conseguir que las obras para las que prestan el dinero sean construidas por ellos.

Negocio cerrado. Si es que la obra tiene fallas, allá sabrán los gobiernos cómo se las entienden. Mientras en Londres, los miembros de la OTAN discuten y no llegan a mayores acuerdos, los chinos ya tienen los cuetes subsónicos que pueden llegar hasta Alaska.

Conclusión. China es casi un continente, con una cultura y disciplina que la han colocado como la segunda potencia mundial en materia económica y militar. Con enorme inteligencia han planificado remplazar el problema que se le ha presentado en los EE. UU. Por lo pronto, el acercamiento con Rusia les significa solucionar la falta de gas y reforzar su poderío militar en Asia. No son ajenos, tampoco, al distanciamiento de EE. UU. con ciertos países de la Unión Europea por las exigencias de aranceles que les está imponiendo Trump. Ya hay una presencia de China en Europa, que no está mal vista.

¡Cuidado el nacionalismo que ha implantado Trump puede hacer que cambien los papeles, en cuanto a la ubicación de las potencias mundiales en la escala de poder que existe en el mundo!