Presupuesto y corrupción

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¿Responderá alguien para contradecir lo denunciado o hay que darlo por cierto? ¿Y entonces...?

Tuve la oportunidad de escuchar toda la sesión de la Asamblea Nacional en que se conoció la propuesta de Presupuesto del Estado elaborada por la respectiva comisión, a la que dicho sea de paso, se felicitó mucho por la responsabilidad demostrada en la ejecución del trabajo a ella encomendado.

Haciendo un resumen, más allá de lo arriba señalado, la situación nacional reflejada por las intervenciones de la casi totalidad de los asambleístas es trágica, como para ponerse a llorar. Sin embargo, también es como para indignarse y salir a la calle a pelear por un gobierno que acabe con la corrupción.

Si ya resulta desagradable conocer de las quejas por recursos de muchas de las instituciones nacionales y locales, más ingrato es conocer que la capacidad de ejecución presupuestaria en muchos casos no llega al cincuenta por ciento de los recursos de los que se dispone. 

Por supuesto que al respecto, puede alegarse que es lo tardío de las asignaciones lo que dificulta su gasto. Las correspondientes partidas se acumulan sin ser enviadas a sus destinatarios hasta casi el final del año. Sean las cosas como sean, se evidencia un gran subdesarrollo administrativo, sin medidas por mí conocidas destinadas a remediarlo.

Por otra parte, se mantienen enormes gastos superfluos. La publicidad gubernamental consume enormes recursos que bien podrían dedicarse a satisfacer claras urgencias o, eliminándola, contribuir a reducir el gigantesco déficit fiscal. Sin duda, la calidad del gasto público es un asunto pendiente que amerita un amplio debate nacional que no se da en razón de proteger espurios intereses, pero que es urgente propiciar.

En cuanto a cómo remediar el déficit no puede pasarse por alto lo denunciado por unos pocos legisladores en cuanto a que el modelo de despilfarro no ha cambiado, en que se mantiene el clientelismo de la década infame y, sobre todo, que la corrupción en el manejo del petróleo priva a la República de los recursos que la sacarían de la penosa crisis en que hoy vive.

¿Responderá alguien para contradecir lo denunciado o hay que darlo por cierto? ¿Y entonces...?