Por gratitud con Simón Bolívar
En este mes se recuerda la muerte del Libertador Bolívar. No empañemos el aniversario con fatua ingratitud’.
Con base en documentos antes poco conocidos en Guayaquil, a partir del trabajo de un dedicado historiador, tal cual Guillermo Arosemena, que ponen al desnudo determinados comportamientos de un personaje superior como fue don Simón Bolívar, se intenta ahora, vanamente, vilipendiar su memoria.
La gloria del Libertador, al que Juan Montalvo calificaba como el más grande de los sudamericanos, creo yo que merece un poco de respeto para no irrespetarnos a nosotros mismos.
Si Bolívar, en razón de un revisionismo histórico promovido buscando el obligatorio rigor académico con que debe enfrentarse el estudio de la historia, muestra como todo lo humano grandes o pequeños defectos, contradicciones establecidas por comparación de puntos de vista divergentes en distintos momentos de su acontecer vital, y bien puede ser sujeto de profundas críticas, no es permisible en cambio que asumiendo un revisionismo con sesgo político, dado el fervor bolivarianista de sujetos descalificados por su despotismo y corrupción, se lo denoste negándole todo mérito.
En efecto, poco falta para que se lo ubique como un aventurero al que le gustaba cabalgar, escribir largas cartas y andar guerreando. Ambicioso a más no poder, era capaz de cualquier intriga para satisfacer sus desmesuradas pretensiones y entonces, nuestra Manuela, la de la nefanda noche septembrina en que impidió que Colombia caiga en el grave pecado del parricidio, apenas una prostituta de categoría que bien podría prestar su nombre para designar a la calle dieciocho.
¡Cuidado! ¿Qué tendría de extraordinario entonces, el acontecimiento de que en Guayaquil se haya reunido él con San Martín para haberlo inmortalizado en un monumento? ¿Qué valor que nuestro Olmedo, padre de la Independencia del Ecuador, lo haya proclamado árbitro de la paz y de la guerra en una de sus más reconocidas estrofas?
No rebaja la gloria de ninguno de nuestros próceres de la Independencia el concedérsela también al gran caraqueño. Pese a que nos impuso, en su frustrado sueño de construir una gran unidad territorial, la bandera de Colombia, Bolívar merece gratitud.