Editoriales

A la UAFE le dan de comer

La institución llamada a ser el ojo vigilante para prevenir el lavado de activos no puede depender de lo que terceros le susurren al oído’.

La Unidad de Análisis Financiero (UAFE) se asemeja a un recién nacido: no puede alimentarse solo, tienen que amamantarlo. El ente encargado de la ejecución de políticas y estrategias para prevenir y erradicar el lavado de activos y financiamiento de delitos es incapaz de recabar información por su propia cuenta, este trabajo es hecho por los mismos sujetos que, por ley, están obligados a nutrirla de datos. Es, en otras palabras, un banco de información y sobre esa base tiene que cumplir con su labor, asumiendo que los informes que recibe son un fiel relato de la verdad.

La UAFE, aunque así lo aparenta, no es cualquier ente del Estado. Debería funcionar como un radar encendido, permanentemente al acecho de cualquier movimiento indebido o sospechoso dentro del sistema financiero, y listo para encender alarmas. Penosamente, este radar funciona al revés: no descubre lo que está a la vista u oculto a su alrededor, sino lo que le muestran.

La institución llamada a ser el ojo vigilante para prevenir el lavado de activos no puede depender de lo que terceros le susurren al oído. Si es así, es fundamental replantear urgentemente su metodología de trabajo o, en su defecto, poner sobre la mesa del debate su propia existencia.