La pandemia costó en exceso de $ 7.000 millones en producción y aproximadamente el doble de esa cifra en el denominado giro del negocio de la economía. Se perdieron más de 600.000 empleos, las ventas bajaron un 60 % y colapsó la caja fiscal. Hoy se empieza a producir el efecto de rebote, consubstancial al ciclo de los negocios. Según el Banco Central, el crecimiento será de 3,7 %; la reserva internacional ha subido hasta situarse en $ 8.000 millones y, en el mercado petrolero, la cotización del barril se sitúa $ 15 por encima del precio referencial usado para el cálculo de ingresos del Presupuesto. Han subido las recaudaciones tributarias y existe sentimiento positivo respecto del dinamismo de la minería y las exportaciones.

Surge entonces la pregunta: ¿es necesario subir impuestos? La respuesta corta es que dicha iniciativa, que no está acorde con ninguna doctrina económica conocida, nace del acuerdo con el FMI y es carta de presentación ante los mercados de capital bajo el supuesto de solventar las necesidades previstas de financiamiento gubernamental en el próximo año. Se corre el riesgo de “desinflar” el rebote y que la economía ecuatoriana continúe en el empantanamiento en que el abuso fiscal nos colocó.