Pandemia y vida cotidiana

La salud del pueblo es la suprema ley pero esconderse sin producir no resuelve la situación: la agrava’.

Bien se sabe, volver a la “normalidad” sin alterarla no es posible. La pandemia reveló falencias que obligan a modificar conductas y metas. Sin embargo, en múltiples asuntos de la vida cotidiana hay que retomar la actividad con los cuidados a que la COVID-19 obliga. De no hacerlo así, los efectos agravados de la recesión económica en curso solo serán vencidos con mayor dificultad, con mayor sacrificio. Así, nadie puede pretender poner en riesgo a nuestros niños y jóvenes pero, es mandatorio retornar a las aulas. Con mascarilla, horarios diferidos y escalonados para evitar las aglomeraciones en los espacios educativos y en el transporte, cuidando el distanciamiento físico en los recreos y en el uso de los comedores, en fin: todo lo que se estime necesario para evitar contagios. El asunto es que escuelas, colegios y universidades no pueden continuar cerradas. Tampoco la vida laboral y los espacios para el esparcimiento.

Con las mismas previsiones debe estar claro que no se puede seguir en un encierro permanente. La recesión económica no podrá ser superada solo con más endeudamiento. Hay que salir a trabajar, con todos los cuidados que ya se saben indispensables, vigilando desde un ámbito de responsabilidad ciudadana y con rigurosidad, su estricto cumplimiento.