Ni muerte ni limpia

Nada garantiza que la renovación de la Asamblea, por vía de interpelación presidencial, suponga una reinstitucionalización más honesta y legítima del Legislativo. Ya nadie cree en la política’.

Enhorabuena queda en segundo plano y descartada la muerte cruzada, apelada como el Cuco en cada revés del Gobierno. Enhorabuena, sobre todo, porque no sería remedio para nada. Sería un nuevo llamado a las urnas a los ciudadanos, un nuevo periodo de inestabilidad y desgobierno, una nueva campaña de despilfarro de propuestas nunca cumplidas que, sin embargo, no garantizará ni garantizaría depuración alguna.

Si esta Asamblea ha conseguido el nada desdeñable mérito de dejar en buen lugar a la anterior, que ya terminó su Legislatura con una imagen por los suelos, ¿quién puede creer que cambiar de nombres equivale a cambiar de mañas?

Mientras la política sea y siga siendo un juego de poder particular y partidista, con un ingente flujo de dinero de por medio, difícilmente va a haber renovación. Sacrificar la Asamblea para instaurar una nueva sería simplemente como cambiar de chaqueta. Pero con la exigencia de parar el país, volver a gastar y desmotivar aún más a unos votantes descreídos y apáticos que ya no saben ni ante qué caso de corrupción deben indignarse del reguero de irregularidades que salen a la luz.