Mascarilla de envidia

Confinados todos hoy en casa. La realidad ecuatoriana está lejos de la de otros países donde la vacunación ha facilitado la recuperación de la normalidad. Un escenario deseable que aquí no espera más’.

Por suerte, el pueblo ecuatoriano lleva mascarilla. Por suerte, hay que decirlo, porque de ir con la cara descubierta como antes de que el coronavirus pusiera patas arriba todas las convenciones sociales, las garantías de vida y las oportunidades de crecer, se vería la cara de envidia -sana, eso sí- de ver otros países donde la realidad pospandémica, además de llevar ese ambicioso prefijo, se parece a la prepandémica. Es decir, ya le gustaría a Ecuador tener una especie de nueva vieja normalidad. Israel, el gran ejemplo de la vacunación, maneja cifras de contagio controlables que ya no interrumpen la trayectoria vital de las personas ni el desarrollo de las empresas. ¿Cuándo se verá Ecuador cerca de esa realidad? No solo por justicia, sino que por urgencia, este escenario debería llegar al país más pronto que tarde. Ironías del ‘timing’ que este mensaje llega en medio de un nuevo confinamiento que habría sido evitable de haber tenido una gestión más precisa. Empezando por la comunicación de medidas. Se pide un comportamiento responsable y coherente a los ciudadanos sin que la autoridad sirva de ejemplo. No había recursos para compensar las lesiones económicas pero sí pudo haber más tino en las decisiones de contingencia.