Lotería de la política

'No es posible que en Ecuador sea menos que excepcional la colocación de familiares y amigos en puestos de responsabilidad por parte de autoridades que han sido elegidas por votación’.

Cualquier persona sueña con que un día le toque la lotería, pueda pagar sus deudas, ayudar a sus familiares y le sobre para pegarse una vida, aunque sea temporalmente, de caprichos.

En Ecuador no hace falta ser la excepción estadística a la que la suerte le acompaña una vez. Lo que se necesita, a juzgar por la pauta ya percibida en el panorama político nacional, es presentarse a unas elecciones de cualquier dignidad y ganarla. Su vida y la de sus familiares estará resuelta, al menos, por un tiempo.

No debería ser así. La misma ley prohíbe el nepotismo, pero la misma legislación tiene puntos de fuga que permiten a los altos cargos electos colocar a personal cercano en la Administración Pública. Ni qué decir de la ética. Si las leyes no suponen una restricción estricta, los principios morales con los que se visten cada mañana los representantes políticos de los ciudadanos lo son mucho menos. Sin generalizar, pues no todos los políticos son iguales. Pero sin hablar tampoco de excepciones.

Mientras hacer carrera política sea, en la práctica, sinónimo de solucionarse económicamente el futuro, jamás habrá un verdadero servicio al ciudadano ni un sistema público que funcione.