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Honestidad apátrida

"Decir que se va a combatir la corrupción es fácil, volverse un púgil constante e irreductible contra la misma es otra cosa. Nadie habla ni se inmuta ante el saqueo. La bandera de la honestidad está huérfana"

Está en todas las bocas a la hora de hacer campaña, pero a la hora de la verdad, de denunciar casos concretos y presionar contra la impunidad, la bandera de la honestidad se desvanece en la voz de unos políticos y opositores mudos. Dieciséis binomios van a luchar contra la corrupción, pero ni estaban ni se les vio la indignación cuando saltó a la luz la trama de Isspol -por poner el caso más cercano- en la que se han volado 800 millones de dólares.

Con 800 millones de dólares un presidente entrante podría construir medio centenar de hospitales o tener 10 veces más kilómetros de ferrocarril de mercancías si se pagase la obra con la eficiencia de Colombia. O podría pagar buena parte de la deuda del Estado a los municipios o al IESS. Podría contratar un ejército de médicos y otro tanto de profesores. Pero no. Ese monto cubrirá el desfalco de cuatro avispados que se aprovecharon de una reforma legislativa del correísmo que obliga a todos los contribuyentes a cubrir el hueco dejado en la Seguridad Social de la Policía. Y nadie se queja. Nadie se inmuta. Nadie se indigna. Nadie, en definitiva, enarbola desde las trincheras y de verdad, la bandera de la honestidad. Estar callado es más cómodo, incluso aunque parezca un silencio cómplice generalizado.