En los ochenta el Bolívar venezolano era una moneda dura, hoy el salario básico allá tiene el poder de compra de 70 centavos de dólar. Cuando arrancó la dolarización en Ecuador, el peso argentino tenía una paridad de uno a uno con el dólar, hoy llega a rozar 140 pesos por dólar. En 1999 el sucre pasó de 8.000 mil a 25.000 mil por dólar. Todos éramos millonarios pues el sueldo mínimo vital era un millón de sucres. El problema es que, traducido a dólares, solo equivalían a s/ 38, configurando una ilusión monetaria cruel.

Los gobiernos que gastan con abandono se respaldan en la casa de la moneda. Es cuestión de llamar al Banco Central y ordenar el otorgamiento de un crédito. Una vez concedido, los camiones de reparto van a las bodegas de dinero y recogen su carga. El problema con aquello es que dicha carga requiere, cada vez, camiones de mayor tamaño, pues el dinero repartido pierde su valor.

Es lo que el gobierno de Rafael Correa quería hacer con el dinero electrónico, y hoy, quienes proponen desdolarizar, tienen en mente convertir al Ecuador en una tierra desamparada, donde no hay consumo, producción o empleo, y la inflación, como de costumbre, la pagan los más vulnerables.