Editorial: Dignidad
Los ciudadanos han olvidado el significado de la palabra dignidad, sobre todo en el ejercicio del servicio público
Qué buen ejemplo les da el ahora ex primer ministro de Portugal a muchos políticos y funcionarios ecuatorianos. La simple sospecha sobre su integridad y honorabilidad fue suficiente para renunciar en medio de un escándalo de presunta corrupción. En cambio, en Ecuador, mientras más son señalados e investigados, más se aferran al cargo. Así, hay jueces cuestionados que no pueden seguir siendo jueces.
Sentarse en un juzgado para administrar justicia en nombre del pueblo ecuatoriano no es cualquier cosa. A ello solo deben acceder aquellos que son probos, honestos, íntegros, sin una tacha en su hoja de vida y en su trayectoria profesional. Son los administradores de justicia que el país se merece. En lugar de eso, contamos -salvo las excepciones del caso- con jueces investigados por la Fiscalía por presunto prevaricato, que están administrando justicia en nombre del pueblo del Ecuador. Eso no se merece el país. Por dignidad, deberían renunciar.
Los ciudadanos se han olvidado del significado de aquella palabra: dignidad, sobre todo en el ejercicio del servicio público. Y una manera de recuperarlo es exigiendo funcionarios con integridad, a la altura de lo que el país requiere. Si no demandamos ahora, no esperemos un cambio en el futuro.