Editoriales

Caiga quien caiga

La misma Presidencia que quería romper con la sombra de sospecha de los mandatarios anteriores.

Tener rango de ministro supone gozar de fuero de corte a la hora de ser procesado o investigado en la Justicia. Una garantía para autoridades que manejan recursos públicos y que están más expuestos que funcionarios o ciudadanos comunes. Coherente.

Lo que no concilia con el discurso y las premisas de transparencia y pulcritud que abandera este Gobierno con eslóganes como el del la “cirugía mayor a la corrupción” o el de exigir todo el peso de la ley “caiga quien caiga” es que autoridades de un gabinete que se dice recto y desapegado de intereses oscuros se aprovechen de ese escudo. Si la cabeza de la Seguridad Social está en la mira de las investigaciones sobre la desalmada corrupción hospitalaria en tiempos de pandemia, lo coherente sería prestarse a una auditoría. Sería coherente con el discurso electoral. Sería coherente con la responsabilidad política y moral que conlleva el cargo. Sería coherente hasta con la vocación de servicio público. Y con saberse una persona honesta que no tiene miedo a una revisión de su gestión.

Pero no. La cobertura del fuero de corte está ahí y desde Presidencia se facilita el certificado que, con el rango de ministro, avala acceder a esa prerrogativa. La misma Presidencia que hacía oídos sordos a la renuncia reiterada del funcionario. La misma Presidencia que quería romper con la sombra de sospecha de los mandatarios anteriores.